lunes, 15 de septiembre de 2014

Obedecer

Así como en la Pascua de Jesucristo nosotros celebramos el poder del amor, amor que se vuelve resurrección y vida, así también en el dolor, o en los dolores de María, nosotros celebramos la potencia del amor y la fecundidad del dolor.
No estamos hoy solamente mirando el dolor, así como tampoco nos quedamos solamente mirando la cruz. La cruz es señal de victoria por el amor, y ese amor vence a la Cruz y se vuelve resurrección.
Decía hermosamente Santa Catalina de Siena, le decía a Cristo: “Los clavos no hubieran podido sujetarse si no te tuviera atado, ligado, amarrado el amor”. Es el amor el que fija a Cristo a la Cruz como resumen de todas las miserias humanas.
De modo que nosotros en la Cruz contemplamos el amor que hizo posible la Cruz y que vence la cruz. Así también nosotros en el dolor de la Virgen María, contemplamos el amor que conduce hasta ese dolor y el amor que vence a ese dolor.
Por otra parte, nos ofrece la liturgia de hoy esa frase sorprendente sobre Jesucristo: “Aprendió sufriendo a obedecer” Carta a los Hebreos 5,8. No debemos entender esta frase como tal vez la interpretaríamos a partir de nuestros sufrimientos.
Cuando se dice, por ejemplo: “Aprendió sufriendo a obedecer” Carta a los Hebreos 5,8, así tal cual suena en castellano, eso se parece mucho al refrán aquél: “La letra con sangre entra”, como quien dice, aunque no quería obedecer, sufriendo le tocó aprender a obedecer.
Pero el sentido en griego no es ese, es decir, el griego no presume la intención del sujeto cuando dice: “Aprendió sufriendo a obedecer” Carta a los Hebreos 5,8; lo que está diciendo simplemente es que el sufrimiento fue una escuela que condujo hacia la obediencia, y la obediencia tampoco tiene para los semitas el sentido negativo que adquirió en el Occidente y en la modernidad.
Para nosotros obedecer significa someterse, significa renunciar a lo que uno quería hacer, al plan de uno y someterse al plan de una persona. Los semitas miran la cosa distinta: descubrir cuál es mi camino.
Para nosotros es muy importante descubrir los derechos, pero los derechos son las posibilidades, son los medios, en cambio, descubrir los deberes es descubrir las metas, es descubrir los fines.
Desde este punto de vista, la Torá judía ve en la expresión de la voluntad de Dios, ve en la obediencia la voluntad de Dios, no la renuncia a mi voluntad, sino el encontrarme finalidad, mi gran para qué.
Podemos decir que una persona que tiene derechos pero que no tiene deberes es como agua que se derrama, que no tiene cauce.
El deber no tiene para los semitas el sentido que tendrá en Kant ni tiene el sentido de aquello que se opone o que limita mi voluntad, sino tiene el sentido de aquello que me permite descubrir mi verdadero ser.
Descubrir el deber es descubrir para qué existo, es descubrir para qué soy y obedecer, consecuentemente, es realizar en mí aquello para lo que yo soy, aquello para lo que yo existo.
De acuerdo con esto la frase: “Aprendió sufriendo a obedecer” Carta a los Hebreos 5,8, habría que entenderla más o menos de este modo: el camino del dolor llevó a Jesucristo a la plenitud de su realización, el dolor le hizo crecer, el dolor lo llevó a su plenitud, o todavía mejor, puesto que se trata de una revelación, el dolor manifestó plenamente quién era Él, lo condujo a la plenitud de su ser.
Si entendemos así este versículo de la Carta a los Hebreos, entendemos también qué significa el dolor en la Virgen María y qué significa el dolor en nosotros.
El dolor no es un estorbo. Cuando uno piensa en que la voluntad de uno es la que tiene que hacerse y que el deber es una limitación a mi voluntad, el dolor sólo puede ser un estorbo que hay que quitarlo a toda costa y que si no se puede, se mata a la persona, que para eso está la eutanasia.
Fíjate hasta dónde llega, extremando las cosas, el no comprender esta revelación del dolor. Si por el contrario, nosotros descubrimos que para alcanzar nuestra plenitud hemos de configurarnos con aquello para lo que fuimos hechos, y descubrimos lo que significa la alegría de ver eso, la alegría de saber cuál es mi fin, de saber cuál es mi meta, entonces el deber, la ley, la obediencia, se convierten en noticias maravillosas para nuestra vida.
No debe ser casualidad que nuestro mundo quiere tener derecho, no quiere tener deberes y produce tantos suicidas.
Efectivamente, una persona que sólo quiere tener derechos pero que no tiene deberes, no tiene un sentido, no tiene una dirección, es agua derramada y ante el absurdo de su propia vida, lo único que puede decir es: "Esto es un asco, acabemos con esto."
El sentido, pues, de esta fiesta es que el dolor no estorba en mi voluntad, el dolor tiene un lugar, tiene una enseñanza, tiene una pedagogía, el dolor hará de mí otra persona, el dolor manifestará verdaderamente quién soy yo.
Así como Cristo en la Cruz aparece a través del camino de nuestro propio dolor, lo mismo que María, vamos mostrando y descubriendo y realizando lo que nosotros verdaderamente somos.
Comamos este Pan sin levadura, comamos este pan de Pascua, que es la Eucaristía, comamos este Pan amasado con azotes, con clavos con sangre y con sudor.
Comamos este Pan, pero sepamos lo que significa comulgar con ese Pan y sepamos que no se puede comer la Hostia sin volverse uno también hostia.@fraynelson

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