martes, 9 de septiembre de 2014

Él elige

“ En aquel tiempo, subió Jesús a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles.” En alguna ocasión podemos pensar que la vocación -ya sea al sacerdocio, a la vida religiosa o al matrimonio-, es cosa nuestra. Somos capaces de apropiarnos de cualquier cosa y ponerle delante el posesivo “mi.” Mi matrimonio, mi sacerdocio, mi vocación, mi vida,… Sin embargo cada día me convenzo más que todo depende de Dios. Jesús hace lo que quiere y llama a quien quiere. Tal vez no sean los mejores, los más preparados, los mas estupendos, pero son los que Él ha querido y con eso basta.

“ Sabéis muy bien que la gente injusta no heredará el reino de Dios. No os llaméis a engaño: los inmorales, idólatras, adúlteros, afeminados, invertidos, ladrones, codiciosos, borrachos, difamadores o estafadores no heredarán el reino de Dios. Así erais algunos antes. Pero os lavaron, os consagraron, os perdonaron en el nombre de nuestro Señor Jesucristo y por Espíritu de nuestro Dios.” San Pablo conocía bien a los pecadores, no estaba en Babia, pero también sabía que Dios podía cambiar a quien quisiera. La grandeza del cristianismo es que cualquiera, cuando se da cuenta de la misericordia de Dios en su vida, puede convertirse. No vivimos de un pasado impoluto sino de un futuro preñado de esperanza que hace cambiar nuestro presente. El Señor llama a quien quiere y, desde ese momento, podemos comenzar una vida nueva. Esa es la maravilla de Dios y la grandeza del hombre, siempre hay lugar para la conversión.

La Virgen es buena enfermera del alma, nunca nos desahucia, siempre nos presenta a Jesús que es la vida.

El gran secreto de la vida es sabernos amados por Dios !

Jesucristo, enséñame a orar. Haz que te ame a tal punto, que me sea imposible no seguirte.

Meditación del Papa Francisco

¡Sean siempre hombres y mujeres de oración! Sin la relación constante con Dios la misión se convierte en función. Pero, ¿en qué trabajas tú? ¿Eres sastre, cocinera, sacerdote, trabajas como sacerdote, trabajas como religiosa? No. No es un oficio, es otra cosa. El riesgo del activismo, de confiar demasiado en las estructuras, está siempre al acecho. Si miramos a Jesús, vemos que la víspera de cada decisión y acontecimiento importante, se recogía en oración intensa y prolongada. Cultivemos la dimensión contemplativa, incluso en la vorágine de los compromisos más urgentes y duros. Cuanto más les llame la misión a ir a las periferias existenciales, más unido ha de estar su corazón a Cristo, lleno de misericordia y de amor. ¡Aquí reside el secreto de la fecundidad pastoral, de la fecundidad de un discípulo del Señor! (S.S. Francisco, 7 de julio de 2013).

En nuestra sociedad donde todo se hace para usar y tirar, las cosas salen en serie, sin características propias: los mismos modelos de zapatos, el mismo estilo de vestir, las mismas comidas, el mismo diseño de construcción, las mismas expresiones de vocabulario... queremos igualarnos tanto que perdemos hasta la identidad. La sociedad nos masifica, nos despersonaliza, nos hace iguales.

Con Dios no es así; para Él cada uno es único, singular e irrepetible: Dios no hace las cosas en serie. Dios nos conoce y nos llama por nuestro propio nombre y al identificarnos nos da el ser que nos autentifica. Su amor nos crea en cada momento porque su Palabra llega directa al corazón y desde esta interpelación nos potencia y dinamiza para la misión que cada uno trae a la vida. El gran secreto de la vida es sabernos amados. Con esta certeza nuestra vida se llena de sentido, basta que Él susurre mi nombre al oído para que todo se llene de emoción. Es la confianza de sabernos amados con un único amor, grande y fuerte.





Queridos Hermanos:
Me ha impresionado siempre aquella expresión que hoy escuchamos en el evangelio, eso que nos dice el Evangelista Lucas, "que de Cristo, el Señor, salía una fuerza que curaba a todos" San Lucas 6,19.
Esa expresión me atrae muchísimo porque veo en ella como un elogio, como una alabanza al Espíritu Santo. Especialmente Lucas hace énfasis en la acción del Espíritu Santo en Jesucristo; y luego, en los cristianos.
Y aquí vemos, casi podemos decir, palpamos la acción del Espíritu Santo, una fuerza que los cura a todos. Jesucristo, el Ungido, que en el capítulo cuarto de este evangelio de Lucas ha dicho que Dios precisamente lo ha ungido para sanar, aquí lo vemos sanando, aquí vemos esparcirse esa fuerza maravillosa causando, despertando la salud, despertando la vida en todos los que se acercan a Jesucristo.
Y por eso, este es un texto para amar mucho a Jesús, pero también un texto para enamorarnos del Espíritu Santo.
Pero hay algo bien interesante, la Iglesia ha querido que leamos este pasaje, donde se habla de esa acción del Espíritu en Jesucristo y de esa fuerza que sale de Cristo, pero también es el texto en el que se habla de la escogencia que Cristo hace de sus Apóstoles.
Y entonces vemos cómo, de la oración de Cristo proviene esa efusión sanadora del Espíritu; pero de la oración de Cristo proviene también la elección de estos hombres, los Apóstoles, que van a llevar el mensaje y van a llevar la presencia y van a llevar la acción de Jesús por todas partes.
Y por eso hay que saber relacionar las dos cosas: el mismo Cristo que nos regala con abundancia la acción del Espíritu Santo, es el Cristo que nos regala con abundancia el don de los Apóstoles. De Cristo viene ese grupo de hombres nacidos de su oración, y de Cristo viene esa abundancia de Espíritu que trae salud a todos.
Es fácil digamos que es comparativamente fácil experimentar la acción del Espíritu pensando en la santidad de Jesucristo, pensando en la bondad, la pureza, la verdad, todo eso grande que está en Jesucristo. Pero hoy tenemos que pensar que esa acción del Espíritu que está en Jesús, es la misma acción del Espíritu que está en los Apóstoles.
De manera que, esos hombres indudablemente imperfectos, esos hombres que no tienen la calidad, ni sombra de la calidad, la pureza, la verdad y la santidad de Jesús, son sin embargo nacidos de la oración de Jesús, y son sin embargo instrumentos del mismo Espíritu de Jesús.
Y así ha querido Jesús que su Iglesia esté "fundamentada, -como nos dice Pablo en la Carta a los Efesios-, esté fundamentada sobre el cimiento de los Apóstoles" Carta a los Efesios 2,20.
de manera que nosotros, recogiendo las palabras de Cristo y aceptando la unción del Espíritu de Cristo, con el mismo cariño y con la misma gratitud, tenemos que aceptar, recibir la acción de Cristo a través de sus Apóstoles.
No separemos, la presencia y la acción de Cristo en sus Apóstoles, de la presencia y la acción del Espíritu en Jesucristo; no separemos, la eficacia de la oración de Cristo cuando cura enfermos, de la eficacia de la oración de Cristo cuando elige hombres imperfectos, pero suyos, para que sean sus instrumentos y su lenguaje entre los hombres; no separemos la santidad de Jesucristo, con la voluntad con la que Él ha querido elegir a estos Apóstoles.
Que Dios, el Señor, nos permita recibir el regalo interior del Espíritu, pero también el regalo exterior, palpable de los Apóstoles y de los sucesores e los Apóstoles.
Amén.@fraynelson


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