martes, 2 de septiembre de 2014

Hombre de Espíritu

PRIMERA LECTURA

A nivel humano, uno no capta lo que es propio del Espíritu de Dios; en cambio, el hombre de espíritu tiene un criterio para juzgarlo todo
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 2, l0b-16

Hermanos:

El Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios. ¿Quién conoce lo íntimo del hombre, sino el espíritu del hombre, que está dentro de él? Pues, lo mismo, lo íntimo de Dios lo conoce sólo el Espíritu de Dios. Y nosotros hemos recibido un Espíritu que no es del mundo, es el Espíritu que viene de Dios, para que tomemos conciencia de los dones que de Dios recibimos.

Cuando explicamos verdades espirituales a hombres de espíritu, no las exponemos en el lenguaje que enseña el saber humano, sino en el que enseña el Espíritu, expresando realidades espirituales en términos espirituales. A nivel humano, uno no capta lo que es propio del Espíritu de Dios, le parece una necedad; no es capaz de percibirlo, porque sólo se puede juzgar con el criterio del Espíritu. En cambio, el hombre de espíritu tiene un criterio para juzgarlo todo, mientras él no está sujeto al juicio de nadie. «¿Quién conoce la mente del Señor para poder instruirlo? » Pues bien, nosotros tenemos la mente de Cristo.


 En las lecturas de hoy encontramos un elemento común que es bueno considerar. San Pablo nos dice: “el hombre de espíritu tiene un criterio para juzgarlo todo, mientras él no está sujeto al juicio de nadie”. Y en el Evangelio se señala que Jesús hablaba con autoridad de manera que todos quedaban estupefactos.

San Pablo, en su carta indica que los cristianos recibimos un espíritu que no es de este mundo. Y al respecto señala tres cosas muy importantes. La primera es que ese Espíritu nos permite “tomar conciencia de los dones que de Dios recibimos”. La segunda es que dicho Espíritu está por encima del nivel humano, de tal manera que para muchos pasa desapercibido y otros no lo entienden. El tercer aspecto es el ya señalado de que gracias al Espíritu de Dios nos es dado juzgar sobre todas las cosas.

El pensamiento relativista y el escepticismo han llevado a algunos cristianos a minimizar el papel de la fe en la formación de la razón y en nuestra mirada sobre las cosas. Por la fe quedamos capacitados para ver el mundo con la mirada de Jesucristo. Si bien es verdad que la fe es oscura respecto de las realidades divinas, también lo es que ilumina las humanas. El cristiano entiende mejor el mundo porque conoce más el designio de Dios sobre las cosas. Lo mismo podemos decir sobre el hombre. Al conocernos en Jesucristo entendemos con mayor plenitud el sentido de nuestra vida y nuestra vocación.

El Evangelio nos da un ejemplo. Cuando Jesús entra en la sinagoga el hombre que estaba poseído por el demonio se pone a gritar. Lo que ha sucedido es que la presencia de Jesús ha sacado a la luz algo que estaba oculto. Esa verdad se muestra de una forma violenta porque allí hay algo que está contra el hombre y Jesús ha venido a destruirlo. Es decir, el Señor ha venido para salvar al hombre.

Meditando sobre estos textos me sorprende aún más el desprecio con que algunos fieles tratan su formación. Parecería que el conocimiento del dogma, del magisterio de la Iglesia, de las Sagradas Escrituras y la misma formación en la piedad no aportara nada al hombre. Todo ello construye al hombre en su integridad. Y la vida cristiana que nos es comunicada por Jesucristo conduce a la perfección nuestra humanidad. Es por ello que tantos santos han actuado como verdaderos “expertos” en multitud de asuntos humanos y han extraído lo mejor de las situaciones. Eso lo posibilita el Espíritu de Dios que nos es dado.

Que la Virgen María ilumine nuestros corazones para que sintamos el gran don de ser hijos de Dios. Que cada día lo afrontemos desde la conciencia de que Dios es nuestro Padre y Jesús nos acompaña en todas nuestras accciones.

1. Conocimiento Espiritual

1.1 Una de las frases que más me han impresionado y han marcado mi vida la leí en la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino, en el tratado sobre la fe. Dice este santo Doctor de la Iglesia que la fe es una perfección de la inteligencia, precisamente porque le permite alcanzar noticia y certeza de lo que por sus propias fuerzas no podría lograr. En contra, pues, de la opinión común, según la cual la fe y la razón se oponen, Santo Tomás enseña que la perfección de la razón se logra mediante la fe, don del Espíritu Santo que le permite conocer con certidumbre cosas que no podría demostrar completamente. Es de hecho lo que el apóstol San Pablo declara en la primera lectura de hoy.

1.2 El conocimiento o sabiduría "en el Espíritu" no es otra cosa que la acción del Espíritu Santo en nuestro entendimiento. No se trata, sin embargo, de una especie de "dictado," como si todo consistiera en infundir unas palabras o frases ya hechas dentro de la cabeza de los profetas, los apóstoles o los evangelistas. Las palabras adquieren sentido y significado gracias a las experiencias que las acompañan. El ejemplo comúnmente mencionado es el del color: ¿qué sentido alcanza la palabra rosado para un ciego de nacimiento? De modo que cuando hablamos de la acción del Espíritu Santo al inspirar o revelar algo del misterio de Dios, es decir, al concedernos "inteligencia espiritual" estamos hablando no de un discurso bien armado con términos más o menos esotéricos o "sobrenaturales," sino que hablamos de una experiencia interior de gracia que es previa y luego de la capacidad de expresar por medio de analogías y comparaciones aquello que Dios ha hecho en el alma de los creyentes. El culmen de este don maravilloso es lo que Pablo describe con una expresión inaudita, que hemos oído en la primera lectura de hoy: "nosotros poseemos el modo de pensar de Cristo."

2. Vivan como hijos de la luz

2.1 ¡Qué bueno es Jesús! Él mismo explica su propia misión: "El Espíritu del Señor está sobre mí porque me ha consagrado para... dar vista a los ciegos" (Lucas 4,18). ¿Quiénes son los ciegos? Son aquellas personas a quienes nos referíamos: las que son espiritual, emocional y psicológicamente ciegas; las que no saben de dónde vienen, dónde están ni adónde deberían dirigirse; están emocionalmente paralizadas. Pero Jesús dijo, "He venido al mundo para que los que crean en mí no se queden en la oscuridad" (Juan 12,46).

2.2 ¡Qué hermosa, qué espléndida, qué bondadosa es esta labor! Para definirla usamos una palabra llamativa —evangelización— pero lo que realmente significa es dar vista a los ciegos. ¡Qué incomparable acto de amor y bondad es iluminar el camino de alguien que se encuentra perdido en las tinieblas! ¡Qué inmenso acto de amor es proclamar junto con San Pablo: "Ustedes antes vivían en la oscuridad, pero ahora, por estar unidos al Señor, viven en la luz" (Efesios 5,8)!

2.3 Pero no es solamente el haber pasado de la oscuridad a la luz. Es más que eso. Es haber dejado de ser oscuridad para empezar a ser luz en este mundo. San Pablo añade: "Pórtense como quienes pertenecen a la luz. Despiértate, tú que duermes; levántate de entre los muertos y Cristo te alumbrará" (Efesios 5,8.14).

2.4 Esta es la razón por la cual decimos que el Evangelio es una buena noticia. Porque ahora podemos vivir en la luz. No hay la menor duda de que la evangelización es el supremo servicio cristiano de enseñar, a los que están espiritualmente ciegos, a suplicar al Señor tal como el ciego del Evangelio: "Señor, quiero recobrar la vista" (Lucas 18,41). ¡Si le pidieran al Señor con estas palabras, cuántos ciegos empezarían a ver!

@fraynelson



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