miércoles, 17 de septiembre de 2014

Aspirad a los dones mejores


Título: “Aspirad a los carismas mejores”


La comunidad de Corinto estaba fascinada por los carismas, especialmente por los más espectaculares.
Estaban completamente tramados con el don de lenguas, eso de que una persona entrara en oración, y de pronto de pie todos con el rostro iluminado y la mirada perdida en el absoluto y un gesto solemne, empezar a decir un discurso en una lengua ininteligible, para ellos era como sentir el cielo ahí presente.
Y estaban tan fascinados con ese don de lenguas, que habían llegado prácticamente a ponerle como la señal por excelencia del paso de Dios; esta actitud a lo largo de la historia la han tenido algunos otros grupos de cristianos.
Siempre grupos, podríamos decir, hacia algún extremo de fanatismo en ciertos círculos carismáticos fuera de la Iglesia y dentro de la Iglesia, hay personas que tienen la sensación que sólo hay Espíritu Santo cuando hay Don de Lenguas.
Y si una persona no ha empezado a orar en lenguas, está todavía cruda y toca devolverla a la olla de presión hasta que finalmente, creciendo la presión, un día se levante el pitoncito, y empiece a orar en lenguas; en ese momento se sabrá que hay Espíritu Santo ahí.
Y hay personas que cuestionan su propia experiencia espiritual, porque no le suceden carismas como estos; en el otro extremo hay personas que reducen toda la vida cristiana a una serie de normas de conducta.
El discurso típico en este caso sería de este tenor: "La vida cristiana no consiste en milagritos, no consiste en cosas raras; la vida cristiana y la vida de santidad consiste en que usted cumpla su horario; en que usted, si se va a sentar, se siente derecho; que se porte bien, haga todos sus trabajos, no se ande riendo como una caja de dientes en una vitrina; en que mantenga la compostura, la cordura y no la gordura. Esa es la vida cristiana".
San Pablo no toma ninguna de las dos posturas que he dicho, San Pablo dice, ahí como de paso: “Mire, yo oro en lenguas más que todos ustedes” 1 Corintios 14,18, -por ahí lo dice en algún lugar-, "osea que dejen la goma por el don de lenguas; eso no es lo más importante".
Pero, no les dice: “Quiten todos esos carismas y dedíquense simplemente a trabajar, a ser buenos ciudadanos, a ser buenos padres de familia, buenas madres de familia”; No. Él sabe que los carismas tienen un lugar importantísimo, irremplazable en la vida cristiana.
Y a mí me da la impresión de que en muchas vidas consagradas lo que hacen falta son carismas y que languidecen precisamente porque están tan preocupados de que Dios no se salga del baldosín donde lo han metido, que cuando Dios intenta visitarlos de otro modo, son palabras de Catalina de Siena, lo desatienden.
Entonces, San Pablo quiere que nosotros no desatendamos a Dios, pero que tampoco nos engolosinemos con los dones sobrenaturales, con los dulces, con las golosinas.
Porque casi siempre las personas que han llevado una vida mundana o una vida carnal, luego pasan a fascinarse de tal o cual don espiritual, y entonces pasan de la idolatría de las cosas de esta tierra, a la idolatría de las cosas celestes.
Pero cambiar de ídolo no es entrar en la fe verdadera, ¿qué tal una persona que dijera: “Bueno, yo antes adoraba las piedras, pero un día llegó a mí la luz, y descubrí que sólo había que adorar el sol”? No. No ha hecho nada, no ha adelantado gran cosa.
Dios nos quiere libres de toda idolatría, y por eso San Pablo nos dice: “Aspirad a los carismas mejores” 1 Corintios 12,31. Bien, esa expresión nos invita a pensar en esas palabras, con lo breves que son, nos están dando una gran enseñanza, o mejor, varias enseñanzas importantes.
Primera. Si dice: “Aspirad a los carismas” 1 Corintios 12,31, quiere decir que la actitud frente a los carismas no es simplemente, de que si llega, bien; si se acaba, también. No. “Aspirad” 1 Corintios 12,31.
Varias veces me he encontrado personas que me preguntan: "-¿Es bueno pedir dones? ¿Es bueno pedir carismas? "-Sí", es la respuesta.
"Sí, hay que pedirlos". "–Bueno, y entonces yo, que soy natural de Zipaquirá, que nací en una vereda perdida, allá debajo de un árbol, en una casucha pobre, ahora yo estoy pidiendo: "Dame don de lenguas, Señor”.
"-Pues, sí, sí, es que Dios no da los carismas por el origen tuyo, sino por tu meta. "-¿Por qué es lícito pedir carismas, si uno ha sido un pecador?" "-Por eso mismo. Es que los carismas son como las armas del Espíritu; armas del Espíritu que se necesitan.
Las cosas más sencillas se vuelven difíciles, si usted no tiene las respectivas herramientas. Perdón, si la comparación es un poquito burda, imagínese, usted va en un carro, el carro se pincha, tiene el repuesto, pero no tiene la cruceta para quitar las tuercas, ahí quedó.
Por la falta de esa piecita, ahí quedó hasta que aparezca alguien que le pueda ayudar con una cruceta, ahí quedó detenido. Los carismas son armas del Espíritu, son herramientas para la edificación del pueblo de Dios.
Yo creo que hay vidas religiosas, hay vidas espirituales estancadas, quizá hace muchos meses, quizá hace años por falta de carismas, por falta del ejercicio de los carismas, por incredulidad ante los carismas.
A todos esos corazones les dice San Pablo: “Aspirad a los carismas”. Si usted se encontró una persona varada ahí por la Boyacá, donde sea, se pinchó, no puede seguir andando, "-¿tiene cruceta?" "-Yo no tengo cruceta". "-Ah, pues yo le presto la mía!". –"No, yo tengo manos, y voy a intentar cambiar las tuercas".
"-Bueno, pues muy bueno que tenga manos, y que tenga esos buenos propósitos, pero es que existe una cosa que se llama cruceta, no sé si usted sepa, que ayuda extraordinariamente en estos casos; en los casos de pinchada es fantástica la cruceta"; "-no, déjeme, yo tengo manos, y tengo harta fuerza, siempre me tomé el "Milo" de niño, creo que tengo fuerza en mis manos, y voy a intentarlo". Usted terminaría diciendo: “Ese es un loco y es un orgulloso”.
Al cabo de tres días le han robado todo, pero le han dejado tres tuercas ahí, las tres tuercas que iba a quitar; le robaron su carro, lo atracaron, está sucio, está triste, pero ahí tiene sus tres tuercas.
Entonces los carismas, esta es otra enseñanza, y San Pablo nos dice: “Aspirad a los carismas” 1 Corintios 12,31, y no dice como había dicho en el capítulo siete: "¿Esto lo digo yo, no lo dice el Señor” 1 Corintios 6,12; si él nos dice: “Aspirad a los carismas, creedme", 1 Corintios 12,31, lo dice en nombre de Dios.
El mismo Dios que dijo: “Pedid, y se os dará” San Mateo 7,7, el mismo Dios que dijo: “Llamad a la puerta, y se os abrirá” San Mateo 7,7, el mismo Dios nos dice por boca de San Pablo: “Aspirad a los carismas” 1 Corintios 12,31.
"Recíbale la cruceta", le está diciendo Dios; reciba el instrumento, reciba la herramienta". "-¿Cómo voy a salir de este pecado? ¿Cómo voy a salir de este problema? ¿Cómo voy a solucionar esta cuestión, esta tentación, esta depresión, este no se qué, que me sube y me baja? ¿Qué voy a hacer?" "-¡Reciba la cruceta! ¡Procure recibir la cruceta!"
Decía un pastor protestante, que no por ser protestante, ni por ser pastor, es decir, no por ser protestante todo lo que diga es mentira, y no por ser pastor todo lo que diga es verdad. En todo caso decía un pastor protestante que hay personas que no se sanan, porque les gusta sentirse como se sienten.
Me decía hace muy poco una señora que tiene un grave problema con su esposo, tan grave que el esposo es drogadicto. Y tan grave que el esposo le llega a decir: “Es que a mí me gusta vivir en la calle”. A él le gusta su pecado, le gusta, le saca algún provecho su pecado, y por eso no se cura, porque le saca provecho.
Hay personas que no se curan de su depresión, porque les gusta sentir la depre: "-Ya me está llegando, me llegó, ya me llegó; yo tengo una melancolía, pero de aquellas que me saben dar, una depresión que me tiene, es una cosa aplastante, ¡ay, Por fin me llegó la depresión!"
Hay gente que le gusta eso, le gusta sentir tristeza, y uno dice: ¿pero cómo así, si Dios no nos creó para la tristeza?” Pero hay personas que les gusta la tristeza, ¿por qué? Porque en algún momento de su vida algunas neuronas y algunos mecanismos en su mente hicieron corto circuito, y descubrieron que cuando estaban tristes tenían toda la oportunidad ahí sí de consentirse.
Y de decir: “Pobrecito yo, ¿quién sufre como yo? ¿Quién? ¿Quién?" Claro, se encierra solo en un cuarto: "¿Quién sufre como yo? Nadie, nadie sufre como yo, pobrecito. Entonces, queda declarado y conocido que soy un pobrecito, que esté hecho papilla ante los ojos de todos y reciba yo el permiso de consentirme; ¡pobrecito yo!"
Le saca provecho a su pecado, le saca jugo a su orgullo, le gusta su orgullo y le trae problemas, pero le gusta. El día que uno permanece en el pecado solamente por circunstancias externas, lamentablemente, también hay un cierto gusto, es espantoso decirlo, pero así sucede. Si uno no tuviera ni un poquito de gusto por el mal y acepta que saldría de todos sus males, pecados, tentaciones y enredos en muy poquito tiempo.
Pero es que a uno le gusta un poquito, por ejemplo, lo prohibido: "Vamos a hacer cosas prohibidas y misteriosas a ver qué resulta", ¿ve? Uno tiene un cierto gusto en transgredir. Uno tiene un cierto gusto de imponerse, le saca cierto gustico a la venganza, se consiente en su tristeza, por no hablar de los pecados que más directamente tienen que ver con la autosatisfacción.
De manera que ese bendito apego al pecado, hace que uno no reciba la herramienta, por eso hay que pedir, como enseñaba Monseñor Uribe Jaramillo, -es que Monseñor Uribe fue un gran profeta de los carismas en nuestra Colombia-, hay que pedir: “Señor, haz que el bien me guste, haz que deteste el mal”, no a los malos, ¿por qué? Porque ya San Agustín nos enseñó a distinguir entre el pecado y el pecador, "pero, Señor, que yo deteste el pecado".
“Que no me envuelva en la cobija de mi tristeza para arroparme dentro de mi tristeza; no, que sienta asco de la tristeza, que sienta fastidio de la inmundicia, que sienta alergia de la soberbia, que no soporte la mentira, que no me aguante la injusticia, que la pereza, por ser tan seductora, no me pueda; Señor, que yo odie el pecado”.
Así habla Catalina de Siena, dice que, "los mejores cuchillos siempre son aquellos que se afilan por las dos caras”, y por eso dice: “Nunca se separará de su vida anterior, de su hombre viejo”, como diría San Pablo, nunca se separará de su hombre viejo, de su vida anterior una persona que no utilice un cuchillo de doble filo, y el cuchillo de doble filo es amor y odio.
Amor al amor, y odio al odio; amor a la virtud y odio al pecado. Hay que odiar el pecado que nos detiene, el pecado que nos envuelve, hay que odiarlo, hay que detestarlo y hay que clamar al Señor: "Señor, líbrame del pecado que me amarra, ¿qué hago yo día y día, y semana y semanas, y años y años, y vuelta por el mismo pecado? ¿Qué hago yo? ¿Para eso vine a esta tierra?"
Como le decía un preso al otro, estaban ambos en una terrible mazmorra, ambos atados por cadenas, dice: “Bueno, pues soltarte la cadena no te la sueltan, aunque si te van agregando eslaboncitos cada año”.
Hay personas que viven con esa triste libertad, la pequeña y lamentable libertad de que su cadena nunca se quiebra, pero ahí le van agregando eslaboncitos. ¿No te cansas de tu cadena? ¿No te fastidia, no aspiras a una libertad sin más eslabones, una libertad que sea la del cervatillo que corre a la fuente del agua? Por eso nos dice San Pablo: “Ambicionad los carismas mejores” 1 Corintios 12,31.
El verbo que utiliza San Pablo es muy claro: “Ambicionad” 1 Corintios 12,31, ambiciona, una palabra que suena fea, ambiciona, ¿por qué suena fea? Porque la aplicamos sólo a las cosas feas, aplícala a las cosas buenas, es lo que nos dice San Pablo.
"Ambicionad, aspirad" 1 Corintios 12,31, como dice el salmo: “Busca la paz y corre tras ella” Salmo 134,15, búscala. "Algún día llegará la paz, se posará en mi ventana, dejará su nido y juntos criaremos los polluelos". Bueno, eso suena bonito, pero eso no es la Biblia.
La Biblia es: "Mire su ventana, y corra a ver si encuentra la paz; corra tras la paz; busque el bien, deteste el mal; póngase en movimiento, muévase, funcione, actúe". Así como el que quiere poner un negocio, por ejemplo, un negocio de empanadas, ¿por qué? Porque sabe que las empanadas vienen bien en todo momento, si se va a dar unas onces a un padre, vienen bien unas empanadas.
Pues la persona que quiere poner el negocio de empanadas, no empieza por sentarse junto al teléfono, y decir: “Bueno, le voy a dar al mundo catorce horas de espera para que me llame el que vende los materiales de las empanadas, si me llega a llamar, esa es la señal que sí tengo el negocio; me voy a sentar aquí, les voy a dar esa oportunidad, y si me llama ese señor, mañana me siento ocho horas a que me llame el distribuidor de la carne".
"Y él me va a llamar y me preguntará: "¿Oiga, por casualidad usted no quiere que pongamos una venta de empanadas? A uno le daría risa un empresario así, cada día sentado junto al teléfono para que lo llame la gente con la que tiene hacer negocios.
El hombre no obra así, si quiere tener su venta de empanadas, pues se arremanga, rebusca, sube, baja, encuentra, hace llamadas telefónicas, compara precios, corre, se afana, suda, se acuesta cansado, se levanta temprano hasta que al fin tiene su pequeño “chucito de empanadas.
Luego, para que crezca su “chuzo” de empanadas, ¿qué hace? En primer lugar achica las empanadas, empieza a achicar las empanadas, empieza a vender empanadas hasta que finalmente es el rey de las empanadas. ¡Lo ha logrado!
Pues algo parecido hay que utilizar con la vida espiritual, hay gente que se sienta junto al teléfono: "Bueno, si Dios me va a querer dar a mí la paz, Él me pondrá una llamada telefónica donde dice: “¿Usted por casualidad no anda interesado en la paz?” Yo le quiero dar un poco de paz y no hay a quien dársela; corra detrás de la paz".
Si el que quiere comer empanadas corre detrás de las empanadas; busque usted la paz, busque la alegría, ¡búsquela! "No, la alegría llegará, yo pondré aquí un buzón, está bien, le voy hacer caso, padre, y en ese buzón voy a recibir todas las cartas de amor, de ternura y de cariño para mí; ya puse un buzón, ya hice mi parte".
Corra, corra atrás de la alegría, busque la paz, busque el amor, busque la fe; yo creo que un gran pecado que tenemos muchos cristianos es el desinterés por la vida espiritual, el desinterés por crecer.
¿Usted ya llegó a su plenitud? ¿Ya tiene la fe qué tendría que tener? ¿Usted tiene alegría, convence a alguien con su alegría? ¿Evangeliza con su sonrisa, con su presencia? ¿Es una especie de pegote blanco y negro? Tiene que saber esto, tiene que tener esta claridad: “Aspirad a los carismas mejores” 1 Corintios 12,31.

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