lunes, 29 de septiembre de 2014

Los Ángeles


Título: ¿Con que derecho nos estamos privando de la amistad con los Santos Angeles?

Jesús le dice a Natanael: "Vas a ver cosas mayores" San Juan 1,50, y eso mayor, eso más grande que le promete Jesús a Natanael, es la relación entre los Ángeles y el mismo Jesucristo, el Hijo del hombre.
Cuando las apariciones de Fátima, hace 80 años, primero vino un Ángel que visitó a los niños, entiendo yo que unas dos veces, tal vez tres, y luego la Santísima Virgen se dejó ver de ellos en varias ocasiones, tal vez unas seis.
Los niños hacían esta comparación: que cuando se aparecía el Ángel, durante la visión quedaban como sobrecogidos, admirados, y después de la visión, con una especie de agotamiento, como una especie de de cansancio, como si hubieran hecho un inmenso esfuerzo.
Ellos decían que cuando aparecía la Santísima Virgen no sucedía esto, es decir, la visión causaba admiración igualmente, tal vez también sobrecogimiento; pero, terminada la visión, no quedaba esa sensación de agotamiento en su naturaleza.
Esta diferencia nos invita a mirar la relación entre los Ángeles y los hombres, desde luego que una aparición de esta naturaleza no es una palabra teológica última, pero lo que vamos a predicar, con la ayuda del Señor, tampoco depende estrictamente del hecho de la aparición, sino más bien de lo que la Sagrada Escritura y la tradición de la Iglesia nos han ido enseñando sobre el ser y obrar de los Santos Ángeles.
Una misma gracia de Dios está en los Ángeles Santos y en las personas santas, y entre todos los santos, sobre todo Ella, la Santísima Virgen, una misma gracia en unos y en otros.
De manera que la diferencia en aquello que sentían los niños no provenía de que fuera como distinta la obra, distinta la gracia, no, es el mismo Cristo el que colma de gozo, de luz, de poder, de amor a los Ángeles, y el que llena de sentimientos de conversión, de gratitud, de alabanza y de perseverancia a los hombres.
Es el mismo y único Cristo el que es señor de cielos y tierra, como lo expresaba la lectura del profeta Daniel. La diferencia no está en la gracia, en la obra de la gracia, porque una misma gracia les alimenta y alegra a ellos y a nosotros.
La diferencia entonces se encuentra en la naturaleza, porque el bien que hay en nosotros, todo el bien que hay en un ser humano, todo el bien que hay en una criatura racional, porque esto vale también para los Ángeles, sólo tiene dos fuentes: la naturaleza, es decir, lo que nosotros somos por creación, y la gracia, es decir, lo que nosotros somos, lo que hemos llegado a ser, lo que estamos llamados a ser por la autocomunicación de Dios, porque Dios se comunica a sí mismo, se dona a sí mismo en la acción del Espíritu Santo.
Todo el bien que hay en nosotros, es un bien de naturaleza o es un bien de gracia, por esa razón podemos creer que la diferencia en lo que percibían aquellos niños de Fátima, está marcado, no por la obra de la gracia, que es la misma, sino por la obra de la naturaleza.
Además, sabemos por la Teología, que la obra de la gracia en niguna criatura es más perfecta ni más plena que en la Santísima Virgen María; pero, después de que la Virgen desaparecía, los niños no quedaban con esa sensación de agotamiento, ellos quedaban como si hubieran tenido que hacer un inmenso esfuerzo cuando se aparecía el Ángel.
Entonces, ese acontecimiento histórico que no es de fe universal y católica pero que podemos admitir en nuestro corazón por el reconocimiento que le ha dado la iglesia, nos enseña algo sobre la manera como se relacionan los Ángeles con nosotros, y sobre lo que ellos son y lo que nosotros somos.
¿Por qué ese agotamiento? ¿Por qué sucedía eso? Porque, a ver cómo Dios me ayuda a expresarme. Porque el ser de los Santos Ángeles, por decirlo así, acapara, agota, agarra nuestra capacidad perceptiva.
Los Ángeles son criaturas completamente espirituales, aunque ellos se manifiesten visiblemente, como lo cuenta varias veces la Sagrada Escritura, su manifestación visible no cambia su ser personal; así como cada uno de nosotros, así se vistiera de una u otra forma seguiría siendo una persona humana, así también un Ángel, sea que se manifieste o que no se manifieste, sigue siendo en su naturaleza una criatura puramente espiritual.
Ahora bien, ¿qué significa que sea una criatura puramente espiritual? Que su ser, entre otras cosas, no está sometido al tiempo, ni propiamente al espacio, ni a las contingencias de la materia, aunque se manifieste así.
Cuando una persona lleva mucho tiempo pensando en algún problema, pensemos por ejemplo en un filósofo, un científico o un matemático, de pronto llega a una especie de idea en la que ve como resumida, como condensada su búsqueda.
Aristóteles, por ejemplo, duró muchísimo tiempo pensando en el problema de la causa. qué quiere decir que una cosa sea causa de otra, y se puso a estudiar a sus antecesores y llegó a enunciar una gran teoría de las causas.
Después de mucho tiempo de pensar, fíjate, mucho tiempo, mucho esfuerzo pensando, llegó a una idea finalmente, la idea que la causa se predica de distintos modos con respecto al ser, y de que hay básicamente cuatro tipos de causalidad.
Un científico, Einstein, lleva mucho tiempo pensando sobre un problema: ¿por qué la velocidad de la luz se registra de igual manera no importa cuál sea la dirección en la que se esté moviendo el que la mide?
No nos interesan los detalles sobre este problema, nos interesa que Einstein se agota pensando hasta que llega a una idea: "Probablemente lo que debemos considerar como invariable en la naturaleza, no es ni el tiempo ni el espacio, sino la velocidad misma de la luz", y tomando ésta como una constante de la naturaleza, elabora una teoría que luego hemos llamado la teoría general de la relatividad. Mucho tiempo hasta llegar a una idea.
Y lo mismo podríamos decir de otros científicos y pensadores, pero esto no sucede solamente con la inteligencia, pasa también con el amor. Cuando apenas conocemos a las personas, si nos caen bien, puede haber algo de amor; y si nos caen mal, seguramente no habrá mucho de amor; pero ese comienzo en nuestra manera de amar todavía no es amor, amor.
Pasa el tiempo, tenemos dificultades, de pronto con esa persona, tenemos problemas, impaciencias, desilusiones, esperanzas, consuelo, ratos buenos, ratos malos, de pronto trabajamos juntos, y pasa el tiempo y pasa el tiempo.
En nuestro convento de Santo Domingo, prácticamente agoniza, durante estos días, el Padre Campo Elías Claro, ha estado con nosotros varios años, para mi era casi un desconocido, lo había visto y tratado muy pocas veces, ahora es mi vecino de habitación en el convento.
Le he visto entregar el final de su vida, le he visto paciente y lo he visto impacente; lo he visto llorar de dolor y lo he visto llorar de alegría; le oido cantar, recitar, predicar, esperar; lo he importunado con mis pecados pidiéndole que por favor me confiese, y él también ha solicitado alguna vez algún género de favor de este servidor.
El tiempo ha pasado, hemos tenido que soportarnos poco o mucho, yo creo más él a mí, que yo a él. El tiempo ha pasado, ha habido que hacer un esfuerzo, muchas veces.
Es lo mismo que sucede en los matrimonios, lo que sucede en la vida comunitaria, lo que sucede cuando una amistad o una relación lleva varios años, y ha habido que hacer esfuerzo, porque la simple simpatía del comienzo no basta, ha habido que esforzarse.
Pero después de ese tiempo, si a uno le preguntaran en este momento: "¿Usted qué siente por su hermano de comunidad? Yo creo que uno diría, con todo el respeto, que uno siente amor en Jesucristo por ese hombre que hoy está agonizando. Ya no es el amor de un instante, es el amor probado, es el amor que lleva un recorrido, es el amor madurado.
De manera que la inteligencia, como lo vemos en estos pensadores, después de mucho esfuerzo, llega una idea en la que cree ver resumido todo; y el amor, después de muchas pruebas, tensiones, dificultades, desilusiones, peleas, reconciliaciones, llega un amor que es un amor probado, es u amor maduro.
Cuando ya se dice después de ese tiempo: "Te amo en Jesucristo", esas palabras pesan, porque ya han pasado por la prueba del tiempo. El tiempo que de nosotros pide todo ese esfuerzo para llegar verdaderamente a un pensamiento y para llegar verdaderamente a un amor.
¿Sabe usted cuánto vale para llegar a un pensamiento? ¿Algo de lo que uno esté convencido, realmente convencido? ¿Sabe usted cuánto tiempo y cuánto esfuerzo toma llegar verdaderamente a un amor, un amor que uno pueda decir: Amo, verdaderamente amo"?
Esto tiene mucho que ver con los Santos Ángeles, porque los Santos Ángeles son como inteligencias, son como amores más allá del tiempo. Cada uno de los Ángeles es, por decir una metáfora, es como una idea madurada en la eternidad de Dios, es como un pensamiento madurado en siglos y siglos y siglos, aunque la eternidad no es simple continuacion del tiempo.
Y el amor que tienen los Santos Ángeles es como un amor madurado siglos y siglos y siglos. Imaginémonos una persona que conoce a otra persona, y que la ama y que la sirve y que la atiende y que la ayuda siglos y siglos, hasta conocerla y conocerla y conocerla.
La inteligencia que hay en los Santos Ángeles y el amor que hay en ellos es por eso capaz de robar nuestra intligencia. Supongamos que yo soy un científico aficionado, y que yo más o menos he tratado de pensar una que otra cosa.
Y de pronto resulta que yo voy a una conferencia y el que va hablar es el gran científico Albert Einstein. Yo llevo apenas unas semanas hablando y preguntándome algunas cosas y llega este gran científico y da una conferencia y durante cuarenta y cinco minutos saca un corro de ideas brillantes, lúcidas, fantásticas, fecundas.
Yo, que apenas me estoy abriendo a esse mundo, quedo como apabullado por la claridad, por la luz por la potencia de ese pensamiento, por las consecuencias que trae, eso es lo que hacen los Ángeles en nosotros.
Supangamos que yo llevo mucho tiempo, qué mucho tiempo, llevo un poquito de tiempo tratando de entender y de vivir eso que es caridad, amor. Uno puede buscar eso, si en amar está realmente la clave de la vida cristiana, uno puede proponerse: "Pues yo quiero saber lo que es vardaderamente amar, yo no quiero morirme y tener que decir: "Pues, realmente, no amé".
Si San Juan de la Cruz dice que "en el aterdecer nos van a examinar en el amor", entonces tengo que tratar de amar, tengo que pedir el amor.
Pero yo, que resulta que soy apenas un principiante en esto, de pronto conozco a la vuelta de una esquina a un santo, a una santa, alguien repleto de amor, pensemos por ejemplo en la Madre Teresa de Calcuta, ejemplo obligado por estas fechas.
Yo apenas tratando de perdonar, tratando de amar, tratando de entender, y de pronto me encuentro con semejante espejo de caridad, yo quedo como aturdido por el ejemplo, por el amor, por lo que es ella y por cuánto amor hay en ella.
Esa potencia en la inteligencia y esa potencia en el amor hace que nosotros, como el científico aficionado, quedemos deslumbrados por los Ángeles. Y nosotros, como el principiante en la vida cristiana, quedemos deslumbrados por el testimonio de amor de aquella santa.
De este modo obran también los Ángeles con nosotros. Un Ángel se presenta en nuestra vida como una idea madurada en la eternidad de Dios, como un amor que hubiera pasado por todas las pruebas, una inteligencia madurada en la eternidad de Dios, estos son los Santos Ángeles.
Por eso, el paso de un Ángel por nuestra vida, la presencia de los Ángeles en nuestra vida puede transformar en un instante nuestro modo de ver las cosas.
Si uno fuera a una conferencia, donde un científico de altísima talla predica, enseña cosas como las que enseñaba Einstein, infinitamente más es lo que sabe el más humilde de los Ángeles, dice cosas así, yo salgo de esa conferencia y mi visión del mundo ha cambiado, salgo de ahi, mejor dicho, a sentarme, a repensar todo mi mundo.
Eso es lo que obran los Santos Ángeles en nosotros; la presencia, así sea por un instante de cualquiera de estas criaturas espirituales, logra cambiar nuestro modo de pensar. Ya esto es una gran noticia.
Yo pienso que nosotros nos hemos perdido demasiados bienes por falta de fe, de amor y de invocación a los Santisimos Ángeles de Dios. La presencia, el paso en un instante de un Ángel, transforma la existencia de una persona, le cambia su visión.
¿Cuál es el sello que deja el Ángel al pasar? Cada Ángel tiene su propia personalidad, no hay dos Ángeles iguales.
La iglesia más o menos ha acogido, mayoritariamente, la opinión de Santo Tomás según la cual cada Ángel es una especie distinta. Todos los seres humanos somos distintos, pero todos pertenecemos a la misma especie.
Pues bien, Santo Tomás dice que cada Ángel es una especie distinta; pero hay un sello que dejan todos los Ángeles, y es Dios, Dios es. El perfume que deja el Ángel al pasar dice eso: "Dios es"; el paso, así sea solo superficial, asi sea sólo instantáneo de un Ángel, deja vuelto el corazón hacia Dios y con una certeza tan grande de la existencia, de la Providencia, del amor de Dios.
Un instante, sólo el paso de un Ángel, perfectamente puede volver nuestro corazón para que ése primero y fundamental de los mandamientos se haga realidad en nosotros, amar a Dios sobre todas las cosas.
Claro, esto es oír, -ahora entendemos por qué se agotaban los niños de Fátima-, seto es como oir al más fantástico de los conferencistas, que con su presencia, antes que con su palabra, dice cosas que San Pablo llama "inenarrables".
Lo que el Ángel les decía a los niños, se puede decir con palabras humanas, pero lo que él era, y él era también una palabrita, una sílaba del Altísimo, lo que él era, eso no se puede expresar. Es algo que abruma el entendimiento humano, que crea una sensación de un temor gozoso, una especie de cansancio feliz, una especie de descanso en el que todo lo puede.
Este sello lo dejan todos los Ángeles, pero para fortuna adicional y para gozo nuestro, cada uno de ellos tiene también su propio estilo, su propia manera, tiene su modo.
Así como uno al tratar a las personas se encuentra, pues, que todas las personas tienen caractérísticas semejantes, tienen unas facultades como es la inteligencia y la voluntad, son contingentes, son mortales, están heridos por el pecado original, son redimidos, hay una cantidad de constantes en la especie humana, así también hay esa gran constante en los Santos Ángeles, el sello de su paso es: Dios es, y volver la mente hacia Dios.
Quienes han vivido este género de experiencias, sea por mediación de los Ángeles o sea por la obra del Espíritu Santo, rapidísimamente, prontísimamente avanzan en la vida espiritual.
Catalina de Sienna describe esa experiencia diciendo: "Aunque la persona tratara de pensar en otra cosa distinta de Dios, no puede; aunque se le rodeara de oprobios, de infamias, de soledades, de torturas, de enfermedades, de escarnio, de calumnias, la persona no puede dejar de pensar en Dios; y aunque la persona sea rechazada, vilipendiada, no puede dejar de amar a su hacedor".
Es demasiado auxilio para nosotros y es demasiado lo que nosotros necesitamos de esa ayuda, que en primer lugar viene del Espiritu Santo, desde luego, pero que muchisimas veces Dios la concede por mediación de sus Santos Ángeles. Pero repito, junto a ese don general de la presencia de los Ángeles, hay dones particulares que vienen del modo de ser de cada uno de ellos.
Hoy la Iglesia quiere que celebremos a Arcángeles con nombres: Miguel, Gabriel, Rafael. Tendríamos que extendernos demasiado para hablar de cada uno de ellos. Yo, por hoy, me limito a invitar a cada uno a que cultive una relacion personal con los Santos Ángeles, la invocación con nombre preciso de los Arcángeles, uniendo, si es posible, la expresión: "de Jesucristo".
Es decir: "San Miguel de Jesucristo, San Gabriel de Jesucristo, San Rafael de Jesucristo, esto ayuda a nuestra mente a encontrar lo que dice el evangelio según San Juan, ellos están al servicio del plan de salvación que tiene su centro en Cristo, no ciertamente en los Ángeles ni en ninguna otra criatura, sólo en Jesucristo está el centro de nuestra vida.
Pero si nosotros nos volvemos hacia a ellos así con nombre propio, si pedimos su intercesión, encontraremos cosas que quizá nosotros nos la hemos pasado buscando en personas humanas.
A ver, nosotros fuimos creados para la eternidad y para la gracia, desde el principio fuimos diseñados para el cielo, esto quiere decir que hay en el ser humano una apertura fundamental al mundo de los Ángeles, estos no son inventos, ni son lujos, ni son extravagancias, ni son caprichos.
Desventurados de nosotros que estas cosas se prediquen tan poquito, habiendo tanta necesidad de Espíritu y de ayuda a nuestras vidas. Pero insisto, ellos, con su auxilio, vuelven nuestro corazón hacia Dios, y probablemente lo que nosotros hemos estado esperando de las personas humanas, en realidad deberíamos recibirlo de los Ángeles de Dios.
Yo he estado pensando, -yo predico esto mientras mi conciencia me martilla por dentro-, porque mis palabras, bendito sea el Señor, creo yo que van muchísimo más adelante que mi pobre corazón. Pero bueno, si ellas van adelante por bondad del Señor, que por lo menos mi corazón las siga.
Mi amistad íntima, amorosa, fiel, la alianza estrecha con ellos, con los Santos Ángeles, hace que nuestra vida se ponga más prontamente en camino hacia Dios; y cada uno de ellos, hasta cierto punto, tiene su modo de darse a conocer.
Yo me atrevería, -esto puede parecer una cosa de niños-, pero yo me atrvería a sugerir un sencillo experimento, y que me perdonen los Santos Ángeles de que hable así, un sencillo experimento.
Haga usted la prueba de invocar a menudo a menudo, durante, por ejemplo una semana, invoque usted a San Miguel de Jesucristo, pero invóquelo, al momento de la comida, al momento del estudio, al momento del descanso, al momento de de la rabia, al momento de la risa.
Le adelanto una cosa, ninguno de los Arcángeles y ninguno de los seres espirituales se limita a lo que nosotros sabemos; es decir, por ejemplo, San Miguel no es simplemente el duro, el teso para vencer al demonio, no; ninguno de ellos se define simplemente por su lucha contra algo, sino por su amor a alguien, eso es lo que los define, eso es lo que les da su estilo.
Entonces usted haga ese experimento, durante una semana invoque pero con frecuencia, con amor, con fe a San Miguel de Jesucristo; a la siguiente semana hace otro tanto con San Gabriel; y a la siguiente semana hace otro tanto con San Rafael.
Puede luego dejar otra semana para invocar a su Santo Ángel Custodio. Después de ese tiempo usted mira cómo le fue en cada una de las semanas, y a partir de ahí usted puede sacar conclusiones, digo que es como una especie de experimento, y que me perdonen ellos por ese modo infantil de hablar.
Usted puede sacar conclusiones; porque si ellos son personas, y lo son, si son personas, no humanas, pero son personas, tienen inteligencia y voluntad, obediencia a Dios.
Ténganse en cuenta que así como nosotros tenemos protectores especiales y podemos creer que por ejemplo que Santo Domingo de Guzmán intercede por nosotros de un modo particular, pues así también hay seres en los cielos, Ángeles Santos de Dios que están dispuestos a ayudarnos.
No es que ellos tengan preferencias: "Yo prefiero ayudar a los gordos", "yo prefiero ayudar a los flacos", "yo prefiero ayudar a los feos o a los bonitos", no es un asunto de preferencia de esa naturaleza.
Si tal o cual Arcángel o Ángel resulta de especial ayuda para nosotros, para alguno de nosotros, no es porque le caímos bien, no es porque quería tener un amigo así, como morenito, gordito, no, no es por eso, sino es porque ha habido un mandato de Dios.
Ellos no se acercan a nosotros sino porque contemplan en nosotros de una manera especial la imagen de Dios como formándose, y esa imagen de Dios sucita el amor en ellos, y el mandato de Dios les mueve a ayudarnos; ¿pero uno cómo puede saber eso? Pues haga el experimento, perdón, ya no utilizaré esa palabra.
Si usted ora así como le he dicho, usted puede ir descubriendo como relaciones particulares. Yo creo que uno ha tenido los ojos demasiado abiertos a los problemas, las tentaciones, los pecados, los enemigos, "todo me acecha, soy débil por aquí, soy malo por allá, estoy en peligro por..."
Bien, qué bueno, para uno empezar a descubrir que uno también tiene amigos especiales, que uno tiene amigos celestiales, y existen, en los santos, es decir, personas humanas que están en la gloria del cielo, y en los Santos Ángeles, criaturas que participan de modo especial de esa bienabienturanza, y que de algún modo superan el tiempo, en ellos hay amigos especiales para nosotros.
¿Con qué derecho nos privamos de esos amigos? ¿Por qué nos vamos a quedar sin su auxilio? ¿Por qué los vamos a rechazar o a menospreciar? Y sobre todo, ¿para qué menospreciarlos a ellos, para seguir reclamando a las personas lo que quizá Dios ha querido en ellos?
Yo creo que una última comparación es útil. Imaginémonos que Dios en su misericordia quería para una determinada persona, por ejemplo para un hombre, Dios en su misericordia quería, deseaba que ese hombre se casara con una determinada dama, eso estaba como en el plan de Dios.
Supongamos que él no se casa con esa determinada dama, pues va a seguir buscando en todas las demás mujeres lo que estaba, por decirlo así, en ella.
Yo pienso, estoy bastante convencido de que en la vida espiritual esto sucede con cierta frecuencia y las desilusiones que nos llevamos con las personas humanas, seguirán siendo estériles hasta que caigamos en la cuenta de que el mundo no se acaba en lo que ven nuestros sentidos.
Estamos llamados a tener amigos celestiales, a invocarlos, a participar de su destino, a caminar con ellos en esta tierra, y a bendecir con ellos a Dios en los cielos.
Así nos lo permite el Señor para la alabanza de su Nombre.

Amén.

@fraynelson

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