Título: “Mientras no aparece Jesucristo, el bien y el mal se confunden”
Queridos Hermanos:
Las lecturas de este día, tomadas de la Primera Carta a los Corintios y del Santo Evangelio según San Lucas, nos invitan a hablar sobre los espíritus.
San Pablo en la Carta a los Corintios dice: “¿Quién conoce lo que hay en el hombre, sino el Espíritu que está en el hombre; y quién conoce lo que hay en Dios, sino el Espíritu de Dios?” 1 Corintios 2,11.
Luego, el evangelio, nos habla de un espíritu inmundo, que no es el espíritu del hombre, porque cuando Jesús realiza este exorcismo, el hombre sigue vivo; mejor, recupera plenamente su vida.
Mientras que ese espíritu inmundo tiene que apartarse, tiene que irse, y desde luego, ese espíritu inmundo tampoco es ni puede ser confundido, ni puede ser mezclado con el Espíritu de Dios.
Porque, precisamente, es el poder del Espíritu de Dios el que arroja a ese espíritu inmundo; así pues, hoy tenemos muchos espíritus en estas lecturas, tenemos el Espíritu de Dios que actúa con poder en Jesucristo.
Como nos decía el mismo Cristo, el día de ayer, aplicándose las palabras del profeta Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido” San Lucas 4,19; Cristo es el Ungido del Espíritu.
De hecho, la palabra Cristo en español viene de una palabra en griego “Cristhos” que significa untado, ungido; ungido por el Espíritu. Jesús es el Ungido, el Untado por el Espíritu de Dios.
Y es precisamente ese Espíritu el que primero lo movió al desierto, al silencio, la oración, la contemplación, la penitencia; y que luego lo mueve a las aldeas, a las ciudades, a las plazas; el mismo Espíritu que luego lo conduce hacia la Cruz.
El mismo Espíritu que no lo abandona en el sepulcro; el mismo Espíritu que lo resucita de entre los muertos. Si uno piensa bien las cosas, no se sabe si el evangelio tiene realmente como protagonista a Jesús o al Espíritu.
Afortunadamente, las Divinas Personas no pelean por derechos de autor, y no les interesa los protagonismos. Lo cierto del caso es que Jesús es Protagonista del Evangelio, pero el Espíritu también es protagonista del Evangelio.Y puesto que todo sucede según el designio de Dios Padre, el Padre es protagonista del Evangelio.
Pero bien, ¿qué vamos hacer con tantos espíritus? Pues la solución es muy sencilla: si el Espíritu de Dios unge nuestro espíritu, obramos como Jesús; si el Espíritu de Dios no unge nuestro espíritu, quedamos listos, preparaditos, condimentados, sazonados y preparados para que sea más bien el espíritu inmundo el que se apodere de nosotros.
Sin embargo, no debemos caer en el terrorismo de decir que el que no tiene el Espíritu de Dios, entonces está poseído por el diablo; no. El espíritu del hombre puede ser también autor y fuente de pecado, por sus concupiscencias, por sus venganzas, por sus codicias, por sus malas inclinaciones.
Sin embargo, aquel que no se decide pronto por Dios, debería saber muy claramente que está listico, preparadito, condimentado, y sazonado para que venga más bien el espíritu inmundo a hacer de las suyas en esa vida. Esa es una enseñanza, y es como importante.
Hay otra que quiero compartir con ustedes. Un ejemplo que he dicho en otras ocasiones: cuando hay poquita luz, el mugre no se ve; pero cuando llega la luz con toda su fuerza, ahí, sí aparece el mugre. Piense usted en un vidrio.
De noche, todos los vidrios están limpios; pero cuando llega el sol y golpea con fuerza el cristal, ahí sí se ve que está empañado aquí, engrasado acá, sucio acá; que aquí hay polvo, que aquí hay no sé qué.
Lo mismo sucede con el Espíritu que Jesús vino a traer a esta tierra: mientras no aparece Jesucristo, el bien y el mal se confunden: uno no sabe qué será lo bueno de lo malo, y qué será lo malo de lo malo. Y esa es un poco la situación en la que vivimos hoy.
Hoy, el bien y el mal se han oscurecido en la conciencia de los colombianos; hoy, el bien a veces parece mal y el mal a veces parece bien; y entonces pesa sobre nosotros aquella maldición de Isaías, cuando dijo: “¡Ay! de aquellos que llaman bien al mal, y mal al bien” Isaías 61,1.
Cuando hay personas que sienten que somos una sociedad atrasada, porque no hemos despenalizado el aborto; ¿qué es eso? Sino llamar bien al mal, y mal al bien; pero no se asusten, sigamos el principio fundamental no os atortoléis.
Queridos hermanos, en la medida en que Cristo va llegando con poder a nuestras vidas, en la medida en que su luz golpea fuerte en el cristal de la conciencia, uno ya no puede decirse mentiras. Uno ya, cuando está robando, sabe que está robando; y cuando está mintiendo, sabe qué está mintiendo.
Pero es tan intensa la luz que trae Jesús, que incluso ese espíritu inmundo que era un espíritu que iba a la sinagoga, analice usted, incluso este espíritu inmundo que era capaz de llevar a un hombre a una sinagoga, es decir, era capaz hasta de darle apariencia de religión, incluso ese espíritu inmundo, ya no resiste el volumen y se ve obligado a mostrarse.
Tráele luz a tu vida, y saldrán los fantasmas, los nomos, los demonios, los pecados, las mentiras con que nos hemos venido engañando. Mentiras como decir: “Uno también es humano”, como decir: “Yo soy mujer y tengo derecho”, como decir: “Todo el mundo lo hace”, como decir cualquier tontería de esas.
Ya no nos diremos tonterías; la luz y la verdad llegarán a nuestra vida, y el demonio mismo tendrá que huir de nosotros en la medida en que la luz que trae el Espíritu de Cristo se apodere de nuestro Espíritu.
Ese Espíritu obra con todo su poder en la Santa Misa; es capaz de transformar la esencia el ser mismo del pan hasta convertirlo en Cuerpo del Señor.
Digo, entonces, a todos, pero especialmente, a quienes se vayan a acercar a comulgar en esta Eucaristía: abran así sus vidas, háganse receptivos. Hagámonos plenamente receptivos, blanditos al Espíritu de Dios para no resultar blanditos al espíritu del pecado, de la iniquidad del mundo.
Venga este Espíritu de Cristo a iluminarnos, a fortalecernos, a convertirnos.
Amén.@fraynelson
Me aterra
Había en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar a voces: – «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el santo de Dios».
Curioso: al igual que en los hombres, también en los demonios Jesús desata voces, furia y ruido. Supongo que es una forma de intentar tapar el sonido de la Verdad. También gritaron los fariseos ante el discurso de Esteban antes de lapidarlo.
Pero más curioso aún es cómo, mientras los nazarenos se precipitaron en impulsos asesinos, los demonios se lanzan a gritar jaculatorias. Palabras similares a las de este demonio, en boca de Simón Pedro, merecieron la alabanza de Jesús.
Yo temo mas a los demonios cuando escupen jaculatorias que cuando escupen fuego. Porque con fuego no me engañan. Pero tantas insinuaciones «piadosas», susurradas al oído, tratando de convencerme de que lo santo es no obedecer… Eso me aterra.
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