domingo, 31 de agosto de 2014

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Autor: P. Sergio A. Cordova LC | Fuente: Catholic.net
No te olvides de lo principal
Mateo 16, 21-27. Tiempo Ordinario. "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si al final pierde su alma?"
 
No te olvides de lo principal
Del santo Evangelio según san Mateo 16, 21-27 

Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser matado y resucitar al tercer día. Tomándole aparte Pedro, se puso a reprenderle diciendo: «¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso!» Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres! Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará. Pues ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? O ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida? «Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta. 

Oración preparatoria 

Jesús, hoy comienzo mi oración pidiendo perdón por las veces en que te he traicionado, por miedo, por debilidad, por indiferencia. Confío en que esta oración me lleve a convertirme hoy un poco más a tu amor y a vivir con más generosidad. 

Petición 

Señor, dame tu gracia para seguirte fielmente, sin temor ni egoísmo. 

Meditación del Papa Benedicto XVI 

El relato del evangelista Mateo nos dice en primer lugar que el reconocimiento de la identidad de Jesús pronunciado por Simón en nombre de los Doce no proviene "de la carne y de la sangre", es decir, de su capacidad humana, sino de una particular revelación de Dios Padre. En cambio, inmediatamente después, cuando Jesús anuncia su pasión, muerte y resurrección, Simón Pedro reacciona precisamente a partir de la "carne y sangre": Él "se puso a increparlo: [Señor] eso no puede pasarte". Y Jesús, a su vez, le replicó: "Aléjate de mí, Satanás. Eres para mí piedra de tropiezo...". El discípulo que, por un don de Dios, puede llegar a ser roca firme, se manifiesta en su debilidad humana como lo que es: una piedra en el camino, una piedra con la que se puede tropezar. (Benedicto XVI, 29 de junio de 2012). 

Reflexión 

Se cuenta que el famoso escritor católico francés, Julien Green (1900-1998), dimitió de uno de los escaños más ambicionados de la nación, la Academia de Francia. Y así justificó su decisión en una carta escrita a su amigo Tassani un año antes de morir: “He dejado la Academia porque me era ya insoportable y no tenía nada que hacer allí, y me siento ahora mucho más libre. ¿Acaso llegaremos al Paraíso bordados de medallas y de títulos? Afortunadamente, no”. 

Muchas veces, absortos por tantas preocupaciones e inquietudes, nos olvidamos de las cosas verdaderamente esenciales de la vida y perdemos a menudo la brújula y el sentido de nuestra existencia. Hacemos muchas cosas y nos afanamos en una y mil actividades sin reparar en el porqué o para qué de todo aquello. Nos sucede lo que le ocurrió a un brillante general –también francés– que, estando en una reunión familiar, relataba dramáticas hazañas de su expedición en Marruecos. De pronto, una sobrinita, que seguía llena de admiración los relatos de su tío, le pone una de sus manitas sobre las rodillas, y le pregunta: "Tío, has hecho cosas maravillosas por Francia. Y por Dios, ¿qué has hecho?" El gran general se quedó sin palabras ante la pregunta inocente de una pequeña y pasó toda aquella tarde pensativo. ¡No había hecho absolutamente nada por Dios! Al poco tiempo dejó la carrera militar y se consagró al servicio de Dios y de los demás. Había nacido un gran misionero y un futuro santo: Charles de Foucauld. 

En el Evangelio de hoy, nuestro Señor nos dirige una pregunta sumamente importante y trascendental; más aún, de la respuesta que demos a ese interrogante depende el sentido y el futuro de nuestra misma existencia: "¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si al final pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla?". Es ésta una de las preguntas que atraviesan de polo a polo la historia de la humanidad y ante la cual nadie puede quedar indiferente. ¿Qué has hecho tú por Cristo hasta el día de hoy?... 

Se cuenta que el gran general romano Julio César, cuando desembarcó con su ejército en Cádiz, reparó en una estatua de Alejandro Magno y que, al verla, se conmovió y se echó a llorar amargamente. Sus generales quedaron consternados. Y César, mirando su asombro, les dijo: "Lloro porque, a mi edad, Alejandro era ya señor de la mayor parte del mundo, y yo todavía no he hecho nada". Y tú, ¿qué has hecho por Dios a tu edad? Por favor, no sigas leyendo sin dar una respuesta adecuada a esta pregunta. Sé valiente y afróntala ante tu propia conciencia. ¿Sabías que la vida de muchos santos y misioneros ha dependido de la respuesta que han dado a esta pregunta? 

Cristo te cuestiona hoy a ti, directamente, querido amigo, amiga: ¿De qué te va a servir ganar el mundo entero con placeres, poderes, lujos y vanidades, con dineros, bailes y fiestas superficiales si al final pierdes tu alma o te quedas sin lo más importante y esencial? Y para ti, ¿qué es lo más importante? 

Te voy a contar otra breve historia. Una pobre mujer, con su hijo pequeño en brazos, pasaba delante de una caverna, cuando escuchó una voz misteriosa que desde dentro le decía: "Entra y toma todo lo que quieras, pero no te olvides de lo principal. Una vez que salgas, la puerta se cerrará para siempre. Por lo tanto, aprovecha la oportunidad, pero no te olvides de lo más importante..." La mujer entró toda temblorosa en la caverna y encontró allí mucho oro y diamantes. Entonces, fascinada por las joyas, puso al niño en el suelo y empezó a recoger, ansiosamente, todo lo que cabía en su delantal. De pronto, la voz misteriosa habló nuevamente: "Te quedan sólo cinco minutos". La mujer, afanada, continuaba recogiendo lo más que podía. Al fin, cargada de oro y de piedras preciosas, corrió y llegó presurosa a la entrada de la cueva cuando la puerta ya se estaba cerrando. En menos de un segundo se cerró. Y en ese momento se acordó de que su hijo se había quedado dentro... ¡La cueva estaba ya sellada para siempre! El gozo de la riqueza desapareció enseguida y la angustia y la desesperación la hicieron llorar amargamente. 

Lo mismo nos sucede a la mayoría de nosotros. ¡Tenemos unos cuantos años para vivir en este mundo, y casi siempre dejamos de lado lo principal! ¿Qué es lo principal en esta vida? Dios, tu vida de gracia, tus valores morales y espirituales, la familia, los hijos y la total armonía con Dios y con tu prójimo. Las riquezas y los placeres materiales nos suelen fascinar tanto; el trabajo y otras obligaciones secundarias nos absorben tan en demasía que lo principal siempre se queda a un lado... ¡Así agotamos nuestra vida y olvidamos lo esencial! 

Propósito 

Nunca te olvides de la enseñanza que nuestro Señor te da el día de hoy: "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si al final pierde su alma?". Recuerda que la vida pasa demasiado rápido y que la muerte nos llega de sorpresa, inesperadamente. Cuando la puerta de esta vida se cierra para nosotros, de nada valdrán las lamentaciones.... Piensa en esto por un momento y no pases de largo ante esta llamada de Dios.....¡¡Pon, desde ahora mismo, manos a la 
P. Sergio Cordova LC 













Título: Aunque llegue la prueba, la burla el dolor, yo creo en ti, Señor



Amados Hermanos:

Le he preguntado al Señor cómo quiere Él que predique en este día, se lo he preguntado varias veces, porque yo sabía desde hace varios días que tenía una cita con todos ustedes hoy.

Sabía que nos íbamos a encontrar aquí y que en esta cita no iba a faltar el invitado principal, que es Jesucristo, y que no iban a faltar sus Santos y sus Ángeles, que le adoran en el cielo y que celebran con nosotros en la tierra la Santa Misa. Yo sabía que tenía este compromiso con ustedes, y primero que con ustedes, con Cristo.

Hoy es domingo, y tengo la hermosa responsabilidad, tengo el deber de ello, de presidir la Santa Misa. Y esta Misa de este lugar es la única Misa que yo voy a celebrar en este domingo.

No he celebrado antes más temprano ni voy a celebrar después; esta es la única celebración y la tengo con ustedes. Es una hermosa responsabilidad, es un deber muy bello que tiene el sacerdote, así como ustedes, mis hermanos, tienen el deber, el hermoso deber de participar de este Sacrificio de la Eucaristía.

Por eso yo le pregunté al Señor: “¿Cómo quieres tú que yo predique en esta noche de este domingo?” Y el Señor como que me respondió allá en el corazón, y me dijo: “Háblales con mucho amor, con mucha paciencia, y háblales con mucha oración; haz oración con ellos".

El que preside la iglesia, el que dirige la celebración no es el sacerdote, el sacerdote tiene que saber que es un instrumento de Jesucristo y es Él, Jesucristo, el que está frente a todos nosotros; es Jesucristo, nuestro hermanito mayor, el que siempre preside todas las celebraciones; uno puede escuchar la voz de Jesucristo, sobre todo en la proclamación del evangelio y en el momento de la consagración del pan y el vino.

La voz de Cristo, el amor de Cristo, la presencia de Cristo hacen para nosotros el milagro de la Eucaristía. Es Él, tomando como instrumento libre a su sacerdote, el que pronuncia las palabras: “Este es mi Cuerpo”, cuando ustedes y yo comulguemos.

Al final de esta celebración, ustedes no van a comer el cuerpo y la sangre de Fray Nelson, sino el Cuerpo y la Sangre de Jesús; eso significa que, “esto es mi Cuerpo”, esas palabras son las palabras de Jesús, es Él el que está presente, es Él el que dirige, el que preside la celebración, es Él el que nos enseña, el que nos alimenta; por eso sabemos también que Él es el que nos sana, el que nos libera, el que nos transforma.

¡Qué cita más hermosa la que tenemos! ¡Qué oportunidad preciosa la que tenemos! ¡Qué alegría para nosotros que exista esta casa que se llama iglesia, donde podemos venir especialmente el domingo, que es el día del Señor; pero de pronto, también en otros días para escuchar a Jesús, para conocer a Jesús, para amar a Jesús.

¡Qué alegría para nosotros eso! ¿Qué alegría para nosotros saborear a Jesús! ¡Cuando a uno le dan un postre muy delicioso, cuando a uno le dan una torta muy sabrosa, uno no se la come como un remedio! Los niños, que ya se están aquí sonriendo porque dije torta, los niños saben cómo se comen las tortas; ¡hay que ver las caras de los niños mientras se comen la crema, es la torta deliciosa, saboreamos la torta deliciosa!

Cristo es nuestra dulzura, Cristo es nuestra alegría, nosotros no debemos comulgar de carrera, ni debemos pedirle al sacerdote que se apresure, como alguna vez lo hice yo.

Porque hubo un tiempo que yo viví muy alejado de Dios y en ese tiempo, que Dios me perdone, cuando yo asistía a la Misa hace muchos años, yo lo único que quería era que el sacerdote acabara rápido, "que ese cura no se demore para que se acabe esa Misa y devolverme a mi casa, a mis asuntos, a mi vida". Hoy me arrepiento de haber pensado así.

Cuando a uno le dan un postre delicioso, uno saborea ese postre y a veces por comer rápido la comida nos hace daño; no hay que comer rápido porque el estómago se resiente; no hay que pedirle al sacerdote que celebre de carrera y que se apure; no hay que pedirle a Dios que nos atragante con la comunión o con el evangelio, más bien, cuando vengamos a la iglesia, pensemos que estamos llegando a la Casa de Dios y que Dios Nuestro Señor nos va a alimentar con su propia dulzura.

Cuando una señora prepara una magnifica cena o un delicioso almuerzo, la señora quiere que los invitados se coman todo; aquí es Jesús el que ha preparado esta Cena, pero hay una diferencia, Jesús no preparó unos alimentos, se volvió Él mismo el alimento, y es Él mismo alimento vivo, el que llega a nosotros a través de la Palabra y de la Eucaristía para transformarnos.

Felices los que vengan a la Santa Misa sabiendo con quién se van a encontrar, felices los que lleguen a la Santa Misa llenos de amor y llenos de hambre, para que puedan decir lo que decíamos hoy en el salmo: “Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío” Salmo 63,1.

Que nosotros podamos llegar a la Iglesia con esa hambre y con esa sed de Dios, para que también se cumpla en nosotros la palabra que decía el Salmo de hoy: “Me saciaré de manjares exquisitos como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos” Salmo 63,5.

Lo que aquí llaman manteca es como esa salsa deliciosa con la que se preparan algunas carnes, enjundia y salsa, una comida deliciosa; "me voy a saciar de una comida deliciosa, voy a alimentarme de mi Dios, voy a recibir el alimento de Dios".

¿Y qué va a hacer ese alimento de Dios a nuestra vida? Eso se lo explicó Dios a San Agustín, le dijo: “Cuando tú te comes un pedazo de pan, tu organismo, tu cuerpo hace que ese pan se vuelva cuerpo; o si te comes un pedazo de carne, tu organismo hace que esa carne que te comiste se convierta luego en carne tuya; pero con la Eucaristía sucede al revés: si tú te comes el Cuerpo de Cristo, no es que Cristo se va a convertir en ti, sino que tú te vas a convertir en Cristo".

Eres tú quien va a recibir la vida de Nuestro Señor Jesucristo, esa es la obra grande que nosotros recibimos aquí en la casa de Dios, aquí en la iglesia.

Cuando Cristo nos haya transformado así, mira a quién tenemos que escuchar, al Apóstol San Pablo, aquí en la Carta a los Romanos: “Os exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios” Carta a los Romanos 12,1; este es nuestro punto razonable.

Como tú llegas a la iglesia con hambre de Dios, y como Dios te va a alimentar y como tu cuerpo se va a convertir también en el Cuerpo de Cristo, porque esa es la obra de la Eucaristía; si Cristo es una Hostia, también tú vas a ser una hostia viva, santa agradable a Dios; tú vas a ser como una hostia, ¿qué significa la palabra hostia? Significa ofrenda, sacrificio, sacrificio que se presenta a Dios como suave aroma.

Tú vas a ser hostia, tu vida se va a transformar escuchando la Palabra, tú comulgas con la Palabra. Recibiendo la Hostia consagrada, tú comulgas con la Hostia consagrada y Cristo te transforma en Él; tú no vas a transformar a Cristo en ti, como pasa con los alimentos, como el arrocito o la carne; tú no vas a transformar a Cristo en ti, Cristo te va a transformar en Él y tú vas a ser una hostia viva, santa y tu vida le va a agradar a Dios.

¿Y qué va a pasar con el resto del mundo? Eso es lo que va a sucederte a ti, pero el resto del mundo, una gran parte del mundo ni sabe de esto, ni quiere saber de esto. Cristo va a vivir en ti, pero Cristo, Nuestro Señor, no tiene el mismo pensamiento de este mundo, Él dijo con el Profeta Isaías: “Mis planes no son vuestros planes, mis caminos no son vuestros caminos” Isaías 46,10.

Cristo tiene un pensamiento distinto, Cristo tiene una lógica distinta, esto se lo voy a demostrar con dos ejemplos muy cortitos y muy bellos. Hemos dicho al comienzo de la celebración que nuestro padre párroco está confesando, fíjate ahí en ese ejemplo lo distinto que piensa Cristo y lo distinto que piensa el mundo.

Si una persona es culpable y se presenta ante el juez y dice: “Sí, es cierto, yo soy culpable", ¿qué pasa con esa persona? La condenan: “Usted reconoció que es culpable de ese delito, usted tiene que ir a la cárcel y pagar una condena".

Pero cuando una persona llega al confesionario, cuando una persona se postra ante el sacerdote porque ve en el un ministro de Cristo y le dice: “soy culpable”, ¿qué es lo que le dice Cristo a través del sacerdote? Le dice: “Yo te absuelvo de tus pecados”.

La lógica del mundo es: “Si te reconoces culpable, te condenan”; la lógica de Cristo es: “Si te reconoces culpable, te salvas”. Tte das cuenta cómo es distinta la lógica del mundo y la lógica de Dios? ¿Qué nos dice el mundo con respecto de nuestros enemigos? Nos dice: “Si usted tiene un enemigo, no se deje, sálgale adelante, ataque usted primero”, “el que pega primero pegue dos veces”, “no sea bobo, aproveche cualquier error del otro”. Eso es lo que nos dice el mundo

¿¿Y que nos dice Jesucristo? Nos dice: “Si te golpean en una mejilla, pon la otra”; "si tienes un enemigo, ora por él”; “si alguien te persigue, ámalo”. Es muy distinta la lógica de Cristo y la lógica del mundo, son muy diferentes.

Sigamos con nuestra historia, tú viniste a la iglesia porque tenías hambre, porque tenías sed, tú quieres saciar tu sed en la Fuente Viva que es Jesucristo, y tú quieres alimentarte de la Palabra de Cristo, del amor de Cristo y del Cuerpo de Cristo.

Cristo también quiere darte a ti, no es solamente que tú quieres encontrarte con Él, Él quiere encontrarse contigo, Él nos dice: “Yo he venido para que tengan vida, y la tengan abundante” San juan 10,10.

Él también quiere encontrarse contigo. Venimos todos nosotros hambrientos y sedientos, y viene Cristo a calmar nuestra hambre y a saciar nuestra sed. Entonces comulgamos con la Palabra, comulgamos con el sacramento, y tenemos la vida de Cristo dentro de nosotros, y entonces Cristo vivo reina en nosotros y nos convertimos en hostias vivas, santas, agradables a Dios.

Pero esto no le va a gustar al mundo, porque si Cristo reina en nosotros, nosotros vamos a tener el pensamiento de Cristo, y como el mundo tiene el pensamiento distinto de Cristo, muchas veces el mundo nos va a atacar; efectivamente, ahí nos va a pasar lo mismo que le sucedió al Profeta Jeremías: “Yo era el hazmereír todo el día” Jeremías 20,7

Todo el mundo se burlaba del Profeta Jeremías. ¿Cuántos de ustedes, yo conozco a algunos de ustedes y los amo en Jesucristo, cuántos de ustedes han tenido que soportar eso? ¿Cuántas veces se han reído de nosotros porque hemos expresado un poquito del amor de Dios?

¿Cuántos muchachos son maltratados por sus amigos? “Ya va otra vez a la iglesia; ¡deje de ver a esos curas! ¿Cuántas veces han maltratado los esposos incrédulos a sus esposas? “Diga qué es lo que usted hace ahí metida todo el tiempo, quédese aquí en su casa que es aquí donde tiene usted que estar”.

¿Cuántas veces maltratos y burlas para los hombres, mujeres, niños, niñas, jóvenes; cuántas veces los ataques? ¿Y cuántas veces sentimos lo que le pasó al Profeta Jeremías, porque queremos ser hostias vivas, santas agradables a Dios? ¿Qué nos pasa? Que nos convertimos en el hazmereír todo el día.

Muchas veces los amigos antiguos se convierten en enemigos nuevos y nos atacan con sus burlas: "¿Ahora qué le paso a usted? Desde que se metió a esa parroquia, desde que se metió con ese padre, desde que se metió a ese grupo, usted se embobó, ya ni toma, ni juega, ni sale con mujeres, ¿que le pasó, hermano?"

"Todos se burlaban de mí" Jeremías 20,7, y tal vez nos va a pasar lo mismo de lo que le pasó a Jeremías: “La Palabra del Señor se volvió para mí oprobio y desprecio todo el día” Jeremías 20,8.

Y tal vez nosotros hemos pensado lo mismo que pensó Jeremías: "Me dije: no me acordaré de Él, no me acordaré”" Jeremías 20,9; hay veces que uno quiere echarse para atrás: “No, yo mejor dejo esto”, “yo creo que es demasiada parroquia, demasiada religión, demasiados grupos, estoy exagerando”.

Uno intenta echar pie atrás: “No me acordaré de Él, no hablaré más en su nombre” Jeremías 20,9; pero seguramente a nosotros nos ha pasado lo mismo que al Profeta Jeremías: "La Palabra era en mis entrañas fuego ardiente, encerrado en los huesos intentaba contenerla pero no podía” Jeremìas 20,9.

Y entonces terminaremos diciendo lo mismo que dijo Jeremías, mejor dicho, "Señor, tú me sedujiste, me enamoraste y yo me dejé seducir; Señor tú me forzaste y tú me pudiste” Jeremías 20,7.

Entonces viene una segunda victoria de Cristo, la primera victoria es cuando le sentimos reinar pero todavía no nos ha atacado la gente, después de que nos ha atacado la gente intentamos echar pie atrás, pero entonces la Palabra se convierte en fuego ardiente dentro de nosotros y entonces nos rendimos por segunda vez y le decimos a Cristo: “Está bien, tú ganaste, me sedujiste, Señor; está bien, es que me tienes enamorado, Jesús, ¿es que a dónde voy a ir?

"Es que tu palabra es maravillosa, es que tu amor es encantador, es que realmente tu fuerza es mayor que la mía, y por eso aquí estoy para rendirme ante ti y para reconocerte como mi Señor y como mi Salvador”.

Hubo un hombre, el Apóstol San Pedro, que en cierto momento intentó echar pie atrás y no sólo echó pie atrás sino que quería que Cristo echara también pie atrás, y le dijo a Cristo, que estaba hablando del misterio de la Cruz, le dijo: “No, eso no lo permita Dios, eso no puede pasarte” San Mateo 16,22, ¿y qué le dijo Cristo? “Apártate de mi vista, Satanás; tú piensas como los hombres, no como Dios” San Mateo 16,23.

Y por eso hoy nos dice Jesucristo a los que estamos llegando, no hemos llegado o acabamos de llegar, por esa segunda victoria de Cristo, que es cuando uno se rinde y le dice uno a Cristo: “Está bien, usted ganó”. Para quienes hayan llegado a esa segunda victoria, mira lo que dice Cristo: “El que quiera seguir conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue su cruz y que me siga” San Mateo 16,24; esa es la palabra de Cristo.

Hemos descubierto el poder del amor de Dios, hemos descubierto que le amamos, hemos descubierto que es eso lo que hace que la gente se burle de nosotros y nos ataque; pero hemos descubierto que, aunque todo el mundo se burlara, es más grande el amor que tenemos por Cristo, porque es muchisisimo más grande el amor que Cristo tiene por nosotros.

Y por eso estamos como Jeremías, seducidos, enamorados, tragados de Jesucristo y le decimos: “Es que tú me has forzado y me has podido” Jeremías 20,7. Entonces Cristo nos dice hoy: “Si tú quieres ser verdaderamente discípulo mío, entonces toma tu cruz y a venir conmigo; así si vas a ser discípulo mío”.

Y esa es la maravilla que hizo Cristo, que hace Cristo en sus discípulos, entre todos los cuales hay una discípula, que es aquí mi vecina; hay una discípula hermosa, que esta lección también tuvo que aprender, no por ser la Mamá estuvo exenta, Ella tuvo que crecer como discípula, Ella tuvo que caminar como discípula, a mí me provoca así como ir de la mano con Ella.

Ella sí conoce esta escuela del amor de Jesucristo, y por eso la Iglesia saluda a la Santísima Virgen de muchas maneras y una manera muy hermosa es, "Nuestra Señora de los Dolores", que es como decir, Nuestra Señora de la Cruz, Nuestra Señora del Amor. Ella que se llama Nuestra Señora de los Dolores, Ella se llama Nuestra Señora de la Cruz, Nuestra Señora, verdadera discípula de Jesucristo.

Cuando nosotros decimos, que Ella es Nuestra Señora de los Dolores, lo que estamos diciendo es que ese evangelio, este, el que acabamos de escuchar hoy, Ella lo puso en práctica. Ella, verdadera discípula del Señor, ella es Madre de Cristo, pero sobre todo es la grande, la maravillosa, la hermosa, la perfecta discípula de Jesucristo.

Mis hermanos, nosotros vamos a seguir nuestro camino de la mano de Ella, vamos a aprender de Ella, Nuestra Señora de la Cruz, Nuestra Señora de los Dolores, vamos a aprender que después de la primera victoria, que es cuando uno siente que Cristo es maravilloso, hay que llegar a la segunda victoria, que es después de que se burlen de mí, después de que me ataquen, yo seguiré creyendo, yo seguiré diciéndole a Jesús: “Tú me has enamorado, tú me has podido y yo te sigo amando, Jesucristo”.

Vamos a decirle a Jesucristo, aunque llegue la prueba, aunque llegue la soledad, aunque llegue la burla vamos a decirle: “Yo te creo, yo creo en ti; yo te acepto, Señor Jesucristo; yo quiero que tú seas mi Señor a todas horas y en todas la horas, y quiero aceptar y quiero acoger mi propia cruz". Porque desde tu propia Cruz he descubierto lo que significa amor y lo que significa salvación".

Y en esa tarea no vamos a estar solos, vamos a tener el ejemplo y la mano amiga de María, Nuestra Señora, nuestra hermosísima Señora de la Cruz, Nuestra Señora de los Amores, Nuestra Señora de los Dolores.

Amén.

@fraynelson

sábado, 30 de agosto de 2014

Las emergencias educativas

Las emergencias educativas

Varios discursos de Benedicto XVI abordan un tema muy querido para él, acuñando incluso una expresión propia, "la emergencia educativa". Es uno de los problemas de hoy. 

La educación es una transmisión completa del saber que, a la vez, es formativa, posibilitando el crecimiento completo y armónico de la persona, su desarrollo personal y su vocación. Sin embargo, la educación se ve relegada al aula y, a la vez, concretada en unos conocimientos técnicos, muy poco humanísticos. La persona no es educada, sino informada y llenada de nociones, con muy pocos saberes y menos virtudes. La abdicación general de los padres sobre la educación de los hijos dificulta aún más la situación, pues conciben la educación como algo que le corresponde al colegio según las pautas de papá-Estado. Por supuesto, salvadas las excepciones.

La educación es tarea hermosísima y humanísima que se ha de asumir con paciencia y esperanza, con visión de futuro, modelando a la persona sin reducirla a los conceptos de unas asignaturas. En la Iglesia, los padres hallan (deben hallar) el impulso y el acompañamiento de todos para educar a sus hijos, ayudas concretas, consejo y aliento. También los maestros y docentes pueden encontrar luz y respaldo en la Iglesia en su vocación a la enseñanza y al mundo de la educación.

Pero la Iglesia misma es una gran educadora que debe tener presente los rasgos necesarios que hay que imprimir y desarrollar en la persona para que responde a su vocación personal. El Papa plantea unas pistas para esta emergencia educativa:

"1. La perspectiva educativa

Vuestra acción será mayormente incisiva si, como ya hacéis, trabajáis más todavía entre vosotros con una óptica profundamente unitaria y favorecéis colaboraciones con otras fuerzas educativas sean eclesiales o civiles. Para educar es necesario ir más allá de la ocasión, el momento inmediato, y construir, con la colaboración de todos, un proyecto de vida cristianafundado sobre el Evangelio y sobre el Magisterio de la Iglesia, poniendo en el centro una visión integral de la persona. Vuestro Proyecto Formativo es válido para muchos cristianos y hombres de buena voluntad, sobre todo si pueden ver en vosotros, modelos de vida cristiana, de compromiso generoso y gozoso, de interioridad profunda y de comunión eclesial. 

2. La propuesta de la santidad

Vuestras asociaciones son gimnasios de santidad, en la que os entrenáis con dedicación plena en la causa del Reino de Dios, en un sistema de vida profundamente evangélica que os caracteriza como como laicos creyentes en los lugares de la vida cotidiana. Esto exige oración intensa ya sea comunitaria o personal, la escucha continuada de la Palabra de Dios, y una asidua vida sacramental. Es necesario hacer del término “santidad” un palabra común, no excepcional, que no designe sólo a estados heroicos de vida cristiana, sino que indique en la realidad de todos los días, una respuesta decidida y una disponibilidad a la acción del Espíritu Santo.

3. La formación al compromiso cultural y político

Santidad dignifica también para vosotros darse al servicio del bien comúnsegún los principios cristianos, ofreciendo, en la vida de la ciudad, presencias cualificadas, gratuitas, rigurosas en los comportamientos, fieles al magisterio eclesial y orientadas al bien de todos. La formación en el compromiso cultural y político representa para vosotros, por tanto, una labor importante que exige un pensamiento plasmado del Evangelio, capaz de debatir ideas y propuestas válidas para los laicos. Este es un compromiso que se cumple sobre todo, a partir de la vida cotidiana, de madres y padres que luchan en los desafíos de la educación de los hijos, de trabajadores y de estudiantes, de centros de cultura orientados al servicio del crecimiento de todos. Italia ha atravesado periodos históricos difíciles y ha salido de ellos reforzada, también gracias a la dedicación incondicional de los laicos católicos, comprometidos con la política y las instituciones. Hoy la vida pública del país exige una respuesta ulterior y generosa por parte de los creyentes, para que pongan a disposición de todos, sus propias capacidades y fuerzas espirituales, intelectuales y morales.

4. Un amplio compromiso en la gran conmoción del mundo y del Mediterráneo

Os pido finalmente, que seáis generosos, acogedores, solidarios y sobre todo,comunicadores de la belleza de la fe. Muchos hombres, mujeres y jóvenes se ponen en contacto con nuestro mundo, que conocen superficialmente, cegados por imágenes ilusorias, y que necesitan no perder la esperanza, no vender su dignidad. Tienen necesidad de pan, de trabajo, de libertad, de justicia, de paz, de que se reconozcan sus propios e inderogables derechos de Hijos de Dios. Necesitan la fe, y nosotros podemos ayudarles, respetando sus convicciones religiosas, en un intercambio libre y sereno, ofreciendo con sencillez, franqueza y celo nuestra fe en Jesucristo...

Hoy vosotros, cristianos laicos, estáis llamados a ofrecer con convicción, la belleza de vuestra cultura y las razones de vuestra fe, más allá de la solidaridad fraterna, para que Europa este a la altura del desafío actual de la época" (Benedicto XVI, Mensaje a la Acción Católica italiana, 6-mayo-2011).

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Talentos dados


Nuestros "  talentos " dados son  nuestra libertad, dados y medidos según nuestras capacidades y que sólo sabe nuestro  Creador. Libertad que administramos en medio de la mundanidad de la cual nosotros formamos parte y de la que  tendremos que dar cuentas al Dador........



¿Deseas honrar el cuerpo de Cristo? No lo desprecies, pues, cuando lo contemples desnudo en los pobres, ni lo honres aquí, en el templo, con lienzos de seda, si al salir lo abandonas en su frío y desnudez. Porque el mismo que dijo: Esto es mi cuerpo, y con su palabra llevó a realidad lo que decía, afirmó también: Tuve hambre, y no me disteis de comer, y más adelante: Siempre que dejasteis de hacerlo a uno de estos pequeñuelos, a mí en persona lo dejasteis de hacer. El templo no necesita vestidos y lienzos, sino pureza de alma; los pobres, en cambio, necesitan que con sumo cuidado nos preocupemos de ellos. 
Reflexionemos, pues, y honremos a Cristo con aquel mismo honor con que él desea ser honrado; pues, cuando se quiere honrar a alguien, debemos pensar en el honor que a él le agrada, no en el que a nosotros nos place. También Pedro pretendió honrar al Señor cuando no quería dejarse lavar los pies, pero lo que él quería impedir no era el honor que el Señor deseaba, sino todo lo contrario. Así tú debes tributar al Señor el honor que él mismo te indicó, distribuyendo tus riquezas a los pobres. Pues Dios no tiene ciertamente necesidad de vasos de oro, pero sí, en cambio, desea almas semejantes al oro. 
No digo esto con objeto de prohibir la entrega de dones preciosos para los templos, pero sí que quiero afirmar que, junto con estos dones y aun por encima de ellos, debe pensarse en la caridad para con los pobres. Porque, si Dios acepta los dones para su templo, le agradan, con todo, mucho más las ofrendas que se dan a los pobres. En efecto, de la ofrenda hecha al templo sólo saca provecho quien la hizo; en cambio, de la limosna saca provecho tanto quien la hace como quien la recibe. El don dado para el templo puede ser motivo de vanagloria, la limosna, en cambio, sólo es signo de amor y de caridad. 
¿De qué serviría adornar la mesa de Cristo con vasos de oro, si el mismo Cristo muere de hambre? Da primero de comer al hambriento, y luego, con lo que te sobre, adornarás la mesa de Cristo. ¿Quieres hacer ofrenda de vasos de oro y no eres capaz de dar un vaso de agua? Y, ¿de qué serviría recubrir el altar con lienzos bordados de oro, cuando niegas al mismo Señor el vestido necesario para cubrir su desnudez? ¿Qué ganas con ello? Dime si no: Si ves a un hambriento falto del alimento indispensable y, sin preocuparte de su hambre, lo llevas a contemplar una mesa adornada con vajilla de oro, ¿te dará las gracias de ello? ¿No se indignará más bien contigo? O, si, viéndolo vestido de andrajos y muerto de frío, sin acordarte de su desnudez, levantas en su honor monumentos de oro, afirmando que con esto pretendes honrarlo, ¿no pensará él que quieres burlarte de su indigencia con la más sarcástica de tus ironías? 
Piensa, pues, que es esto lo que haces con Cristo, cuando lo contemplas errante, peregrino y sin techo y, sin recibirlo, te dedicas a adornar el pavimento, las paredes y las columnas del templo. Con cadenas de plata sujetas lámparas, y te niegas a visitarlo cuando él está encadenado en la cárcel. Con esto que estoy diciendo, no pretendo prohibir el uso de tales adornos, pero sí que quiero afirmar que es del todo necesario hacer lo uno sin descuidar lo otro; es más: os exhorto a que sintáis mayor preocupación por el hermano necesitado que por el adorno del templo. Nadie, en efecto, resultará condenado por omitir esto segundo, en cambio, los castigos del infierno, el fuego inextinguible y la compañía de los demonios están destinados para quienes descuiden lo primero. Por tanto, al adornar el templo, procurad no despreciar al hermano necesitado, porque este templo es mucho más precioso que aquel otro.
San Juan de Antioquía ( boca de oro )
R/. Tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me hospedasteis. Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.
V/. Quien se apiada del pobre presta al Señor.
R/. Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.

Talentos dados


Nuestros "  talentos " dados son  nuestra libertad, dados y medidos según nuestras capacidades y que sólo sabe nuestro  Creador. Libertad que administramos en medio de la mundanidad de la cual nosotros formamos parte y de la que  tendremos que dar cuentas al Dador........



¿Deseas honrar el cuerpo de Cristo? No lo desprecies, pues, cuando lo contemples desnudo en los pobres, ni lo honres aquí, en el templo, con lienzos de seda, si al salir lo abandonas en su frío y desnudez. Porque el mismo que dijo: Esto es mi cuerpo, y con su palabra llevó a realidad lo que decía, afirmó también: Tuve hambre, y no me disteis de comer, y más adelante: Siempre que dejasteis de hacerlo a uno de estos pequeñuelos, a mí en persona lo dejasteis de hacer. El templo no necesita vestidos y lienzos, sino pureza de alma; los pobres, en cambio, necesitan que con sumo cuidado nos preocupemos de ellos. 
Reflexionemos, pues, y honremos a Cristo con aquel mismo honor con que él desea ser honrado; pues, cuando se quiere honrar a alguien, debemos pensar en el honor que a él le agrada, no en el que a nosotros nos place. También Pedro pretendió honrar al Señor cuando no quería dejarse lavar los pies, pero lo que él quería impedir no era el honor que el Señor deseaba, sino todo lo contrario. Así tú debes tributar al Señor el honor que él mismo te indicó, distribuyendo tus riquezas a los pobres. Pues Dios no tiene ciertamente necesidad de vasos de oro, pero sí, en cambio, desea almas semejantes al oro. 
No digo esto con objeto de prohibir la entrega de dones preciosos para los templos, pero sí que quiero afirmar que, junto con estos dones y aun por encima de ellos, debe pensarse en la caridad para con los pobres. Porque, si Dios acepta los dones para su templo, le agradan, con todo, mucho más las ofrendas que se dan a los pobres. En efecto, de la ofrenda hecha al templo sólo saca provecho quien la hizo; en cambio, de la limosna saca provecho tanto quien la hace como quien la recibe. El don dado para el templo puede ser motivo de vanagloria, la limosna, en cambio, sólo es signo de amor y de caridad. 
¿De qué serviría adornar la mesa de Cristo con vasos de oro, si el mismo Cristo muere de hambre? Da primero de comer al hambriento, y luego, con lo que te sobre, adornarás la mesa de Cristo. ¿Quieres hacer ofrenda de vasos de oro y no eres capaz de dar un vaso de agua? Y, ¿de qué serviría recubrir el altar con lienzos bordados de oro, cuando niegas al mismo Señor el vestido necesario para cubrir su desnudez? ¿Qué ganas con ello? Dime si no: Si ves a un hambriento falto del alimento indispensable y, sin preocuparte de su hambre, lo llevas a contemplar una mesa adornada con vajilla de oro, ¿te dará las gracias de ello? ¿No se indignará más bien contigo? O, si, viéndolo vestido de andrajos y muerto de frío, sin acordarte de su desnudez, levantas en su honor monumentos de oro, afirmando que con esto pretendes honrarlo, ¿no pensará él que quieres burlarte de su indigencia con la más sarcástica de tus ironías? 
Piensa, pues, que es esto lo que haces con Cristo, cuando lo contemplas errante, peregrino y sin techo y, sin recibirlo, te dedicas a adornar el pavimento, las paredes y las columnas del templo. Con cadenas de plata sujetas lámparas, y te niegas a visitarlo cuando él está encadenado en la cárcel. Con esto que estoy diciendo, no pretendo prohibir el uso de tales adornos, pero sí que quiero afirmar que es del todo necesario hacer lo uno sin descuidar lo otro; es más: os exhorto a que sintáis mayor preocupación por el hermano necesitado que por el adorno del templo. Nadie, en efecto, resultará condenado por omitir esto segundo, en cambio, los castigos del infierno, el fuego inextinguible y la compañía de los demonios están destinados para quienes descuiden lo primero. Por tanto, al adornar el templo, procurad no despreciar al hermano necesitado, porque este templo es mucho más precioso que aquel otro.
San Juan de Antioquía ( boca de oro )
R/. Tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me hospedasteis. Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.
V/. Quien se apiada del pobre presta al Señor.
R/. Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.

viernes, 29 de agosto de 2014

Martirio San Juan Bautista

29/08/14- Viernes de la 21ª semana de Tiempo Ordinario.El Martirio de San Juan Bautista



Marcos 6, 17-29. Martirio Juan Bautista. Vivir realmente la vida es haber cumplido la misión a la que hemos sido enviados.

Juan se consagró totalmente a Dios y a su enviado, Jesús. Pero, al final, ¿qué sucedió? Murió por causa de la verdad, cuando denunció el adulterio del rey Herodes y Herodías. ¡Cuántas personas pagan a caro precio el compromiso por la verdad! Cuántos hombres rectos prefieren ir a contracorriente, con tal de no negar la voz de la conciencia, la voz de la verdad. Personas rectas, que no tienen miedo de ir a contracorriente. Y nosotros, no debemos tener miedo. Entre vosotros hay muchos jóvenes. A vosotros jóvenes os digo: No tengáis miedo de ir a contracorriente, cuando nos quieren robar la esperanza, cuando nos proponen estos valores que están pervertidos, valores como el alimento en mal estado, y cuando el alimento está en mal estado, nos hace mal. Estos valores nos hacen mal. ¡Debemos ir a contracorriente! Y vosotros jóvenes, sois los primeros: Id a contracorriente y tened este orgullo de ir precisamente a contracorriente. ¡Adelante, sed valientes e id a contracorriente! ¡Y estad orgullosos de hacerlo! 
Queridos amigos, acojamos con alegría esta palabra de Jesús. Es una norma de vida propuesta a todos. Que san Juan Bautista nos ayude a ponerla por obra. Por este camino nos precede, como siempre, nuestra Madre, María santísima: ella perdió su vida por Jesús, hasta la Cruz, y la recibió en plenitud, con toda la luz y la belleza de la Resurrección. Que María nos ayude a hacer cada vez más nuestra la lógica del Evangelio. (S.S. Francisco, 23 de junio de 2013) 

 Todos mueren en esta vida, pero no todos la viven realmente. Vivir realmente la vida es haber cumplido la misión a la que hemos sido enviados cada uno de nosotros. Todos tenemos una misión que cumplir. ¿Lo sabías, verdad? 

Hoy celebramos el martirio de San Juan Bautista, quien proclamó la verdad y la venida de Jesucristo. No tuvo reparos en echarle en cara al mismo rey Herodes su conducta inmoral. Por eso fue encarcelado, porque esa verdad era dolorosa. 

Sin embargo, es extraño que Herodes no matase inmediatamente al Bautista. Sentía por Juan respeto y admiración. Sólo el miedo a quedar mal ante los invitados le llevó a ordenar un crimen como aquél. 

Todo esto nos puede servir para examinar nuestra coherencia. Somos cristianos bautizados, pero, ¿alguna vez lo hemos escondido? ¿nos da vergüenza serlo ante "ciertos invitados"? La misión del cristiano de hoy es dar testimonio de su fe. Debe anunciar la verdad del Evangelio a pesar de sentirse en minoría. Por eso hacen falta muchos como Juan el Bautista, dispuestos a dar la vida por defender la verdad. Defender la verdad puede ser salir en favor del Papa ante un ataque que escuchemos, o negarse, como médico, a eliminar la vida de un feto. Defender la verdad es oponerse al relativismo y escribir en los periódicos, si fuera necesario, cuando se ataquen los principios cristianos

 Jesús, la vida que ofreces a tus seguidores no es una vida fácil. Es un estilo de vida que necesita el valor y la renuncia. Es una conquista del mundo que empieza cuando me venzo a mí mismo, por amor a Ti; porque tengo que dejar todo lo que me lleva al pecado. Por intercesión de san Juan Bautista te imploro la gracia de la fidelidad. 


Estamos celebrando el martirio de Juan Bautista. La segunda lectura del Oficio de Lectura de hoy afirma que Juan murió por Cristo, porque murió por la verdad, y Cristo es la verdad. Esta es una explicación bella, es una manera de darle una dimensión cristiana a la muerte de Juan Bautista.
Pero si me permiten que les diga, con todo respeto, a mí eso no me parece suficiente, y no me convence. Porque entonces tendríamos que considerar mártir, por ejemplo, a Sócrates, aquel filósofo griego que se mantuvo en sus afirmaciones, en sus enseñanzas, que fue coherente con lo que decía, fue coherente con la verdad, y por eso se le acusó de que era pervertidor de la juventud.
Y entonces él no se desmintió, y fue condenado a beber la cicuta, y la bebió, y murió. Luego, tendríamos que celebrar también a Sócrates como mártir.
Desde luego que la verdad de la que habla el predicador del Oficio de Lectura, no es solamente la verdad filosófica-matemática, es la verdad de vida. Pero tal vez, si le pedimos al Señor, podemos esclarecer un poco más, por qué es un martirio cristiano el de Juan Bautista.
No es un problema fácil. ¿Cómo pudo morir por Cristo, si Cristo no había dado aún su propia vida? Es más, nosotros sabemos que tuvo una cierta relación el encarcelamiento de Juan con el ministerio de Jesucristo.
El Evangelista Marcos nos dice, por ejemplo, que cuando encarcelaron a Juan, Cristo empezó a predicar: "Ha llegado el Reino de Dios" San Marcos 1,14-15, cosa que es muy misteriosa, porque encarcelan a este hombre santo, y Jesús se pone a anunciar que ahora sí ha llegado el Evangelio del Reino de Dios.
Todo esto es muy misterioso, pero orando, suplicando al Señor, y que ahí agraden nuestras palabras y nuestros pensamientos, llegué a esta conclusión que la comparto con ustedes. ¿Y qué día mejor que el día del martirio de Juan Bautista?
Resulta que el Antiguo Testamento nos cuenta sobre los orígenes del reinado de Herodes. Este tal Herodes, el que mandó decapitar a Juan, era hijo de Herodes, llamado el Grande, que fue el que mandó sacrificar a los niños de Belén, y que persiguió a Cristo.
Y ese Herodes el Grande, fue el mismo que para ganarse el saber de los judíos, había destinado mucho dinero, muchos recursos a la reconstrucción del Templo.
Y ese Herodes el Grande, ¿de dónde salió? ¡Pasmémonos! Resulta que Herodes el Grande tiene su origen en una familia idumea; es decir, de Edom. Y sabemos que Edom, de acuerdo con las genealogías bíblicas, es Esaú, mientras que los del pueblo de la Alianza descienden de Jacob, el hermano de Esaú. Desde allá vienen estas historias.
Pero mire la explicación: Los descendientes de Edom fueron enemigos a muerte de los hebreos. Por ejemplo, cuando Nabucodonosor fue a arrasar Jerusalén en el año 587 antes de Cristo, los judíos quedaron resentidos de por vida con los idumeos, porque los idumeos apoyaron a Nabucodonosor, y le allanaron el camino. Y cuando supieron las noticias, palmoteaban dando gracias, y felicitándose, porque habían arrasado Jerusalén.
Los idumeos eran enemigos a muerte de los judíos, y Herodes era de ascendencia idumea; él venía de los idumeos. Pero se había sentado ahí, en ese trono de mentiritas, porque era un hombre zorro, como lo dice Jesús: "Id a decirle a ese zorro" San Lucas 13,32. Claro que Jesús no lo dice de Herodes hijo; pero es que Herodes hijo era un zorrito, hijo de Herodes Grande, que era un zorro.
¿Y en qué consiste la astucia de estos zorros? ¿De los dos Herodes? ¿Por qué Jesús los llama zorros? Porque eran astutos, ¿y cuál era su astucia? Esta es la parte interesante.
Resulta que estos Herodes habían hecho lo siguiente: El Imperio Romano le tenía mucho fastidio a los judíos, porque los judíos tenían fama de insoportables y revoltosos. Y fíjese lo mal que acabaron las cosas con los judíos, que finalmente Pompeyo tuvo que arrasar con Jerusalén, y prácticamente acabar con la existencia física del pueblo judío.
Los romanos no querían meterse con los judíos ni en pintura. De manera que para los romanos, resultaba cómodo pedir una autoridad de mentiritas, que le hiciera sentir a los judíos que sí tenían un rey, y que ese rey que tenían, de algún modo, seguía gobernando ahí.
Esa fue una estrategia que los romanos utilizaron en muchas partes y en muchos pueblos. Cuando ellos veían así, como muy complicada la situación, entonces permitían una cierta independencia política y cultural en ciertas regiones. Pero mantenían, eso sí, muy fuerte el pie de sus ejércitos. Es decir, aseguraban la supremacía militar y económica, pero permitían cierta independencia política y cultural.
Entonces los romanos no querían meterse en problemas con los judíos. A los romanos les convenía que los judíos tuvieran un supuesto rey, para que ese supuesto rey les creara como la imagen, la pantomima de una cierta independencia.
A los judíos, por su parte, les convenía que hubiera este Herodes por dos razones: en primer lugar, para no quedar directamente gobernados por los romanos, que eran politeístas, que eran idólatras, y ya los judíos habían tenido la pésima experiencia del gobierno de Antíoco Epífanes, y todos estos griegos politeístas.
Entonces los judíos no querían un gobierno de idólatras, un gobierno de paganos. De manera que los judíos no querían ser gobernados directamente por Roma, y Roma no quería gobernar directamente a los judíos. Y Herodes, zorro, se metió ahí.
Para los romanos era un buen negocio que estuviera Herodes, porque de ese modo no tenían que administrar muy directamente muchas cosas de los judíos. Para los judíos era un buen negocio que estuviera Herodes, porque así no se sentían directamente gobernados por los paganos, por los romanos, y porque además, estos Herodes sabían contentar al pueblo con cositas como estas: destinar una gran cantidad de dinero a la reconstrucción del Templo.
¿Tú crees que algún judío se hubiera atrevido a levantarle la mano a Herodes el Grande, si Herodes el Grande, estaba proveyéndoles materiales a la reconstrucción del Templo de Jerusalén?
Con ese Templo, Herodes pagó el que no lo mataran. Ese es Templo de Jerusalén, el que Jesús miraba con tanto desprecio. Ahora entendemos por qué lo miraba con tanto desprecio: ese Templo fue lo que Herodes pagó para que no lo mataran, para que no lo lincharan, para que no lo acribillaran.
Porque con ese Templo, Herodes el Grande, logró que los judíos sintieran que su autoridad, la de Herodes, era favorable a ellos.
Bueno, pero ni Herodes el Grande, ni Herodes el chiquito, "ni el zorro, ni el zorrito", tenían ascendencia de David. Y sabemos que había una profecía de Natán que decía que, "el bastón de mando le pertenecía a la tribu de Judá" Salmo 60,7;Salmo 108,8.
¿Y cuál tribu de Judá, si este señor estaba por fuera de toda tribu? Era un extranjero metido, un aprovechado, un zorro que había logrado el reinado a base de sus estrategias políticas.
Además, la dinastía herodiana tenía cierto parentesco con la dinastía asmonea, que a su vez tenía cierto parentesco con la dinastía de los macabeos.
Entonces Herodes venía siendo algo así como tatara-tatara-tatarasobrino nieto de los macabeos, que tenían, desde luego, muy buen recuerdo del pueblo judío, porque eran como los de mostrar en cuanto a eso de sacar la cara, en eso de presentar la cara ante la opresión extranjera.
De manera que con ese parentesco lejano, con ese tatara-tatara-tatarasobrino nieto que era Herodes, medio extranjero, idumeo, él nunca decía que era idumeo. ¡Qué iba a decirlo! Esa parte la tenía callada; y tampoco decía que no era de la dinastía davídica, sino que mantenía a los judíos contentos a base de tirarles platica a la gente importante, y a base de fiestonones como este que nos cuenta el evangelio de hoy.
Herodes, "zorrito", le había aprendido a Herodes, "zorro", que hay que tener contenta a la gente importante. De modo que para cualquier celebración, desde luego que eran celebraciones, seguramente desordenadas, seguramente de despilfarro, invitaban inmediatamente a los prestantes judíos. ¿Para qué? Para tenerlos contentos.
Y en esas fiestas acordaban cosas, y les daba dinero, y Herodes seguía haciendo su labor diplomática, una labor que consistía, ¿en qué? En mantenerse en buenos términos con ellos y con los romanos.
Entre los judíos y los romanos, este idumeo, o esta familia de idumeos, estaba ahí, manteniéndose, sobreaguando en el poder. Pero no era sólo que sobreaguaba: ¡harto dinero que ganaban! ¡Harto dinero que desperdiciaban!
Y si por ahí resultaba algún impertinente, recordando que ese no era de la familia de David, o lo que sea, pues para eso la fortaleza, el palacio del rey Herodes, tenía unas cuantas mazmorras por allá en el sótano, para que los impertinentes, como Juan Bautista, pudieran ser encarcelados.
Con todo este contexto, ahora vamos a ver, por qué Juan Bautista murió por Cristo. Hagamos memoria; este es un asunto de recordar textos. En una de las muchas discusiones que Jesús tuvo con los principales judíos, Jesús dijo: "Yo también les voy a hacer una pregunta" San Mateo 21,24.
Recordamos ese pasaje, porque siempre le preguntaban a Él, lo acosaban a preguntas. Pero un día Jesús, o se cansó, o lo que fuera, y dijo: "Yo también voy a hacer una pregunta: El bautismo de Juan, ¿era de Dios, o era de los hombres?" San Mateo 21,24.
¿Qué nos cuenta la Escritura en ese caso? Nos cuenta que estos, que me parece que eran fariseos, y eran gente representativa desde el punto de vista religioso o político, o de ambos, se pusieron a deliberar, y dijeron: "¿Ahora qué hacemos? Si decimos que el bautismo de Juan era de Dios, nos va a preguntar: "¿Y por qué no le hicieron caso?" Si le decimos que el bautismo de Juan era de los hombres, resulta que todo el mundo tiene a Juan por profeta; entonces nos acaban" San Mateo 21,25-26.
Y se fueron donde Jesús, y le dijeron: "No sabemos"; y Jesús les dijo: "Pues yo tampoco les digo con qué autoridad hago estas cosas" San Mateo 21,27. Porque la pregunta era por la autoridad.
Este pasaje es interesante, porque nos hace oír una frase que es fundamental para entender el martirio de Juan Bautista: "La gente tenía a Juan por profeta" San Mateo 21,26.
Si nosotros nos vamos al libro de los Macabeos, o si nos vamos a la oración de Azarías, que aparece en el libro de Daniel, dos libros tardíos en el Antiguo Testamento, ¿qué nos encontramos? Ambos son como del siglo segundo antes de Cristo.
¿Qué dice Azarías?: "Ya no vemos nuestros signos, ni hay profeta; nadie entre nosotros sabe hasta cuándo" Salmo 74,9; Daniel 3,38. ¿Y qué dice el libro de los Macabeos? "No supieron qué hacer con las piedras profanadas del altar de Jerusalén, y las echaron en un lugar especial, mientras llegaba algún profeta" 1 Macabeos 4,45-46, porque no había profeta.
Pero ¿qué nos dicen los fariseos? "Que el pueblo tenía a Juan por profeta" San Mateo 21,26. Creían que Juan era un profeta, y lo tenían por profeta. O sea que lo que dijera Juan era importante, no sólo para Herodes, "zorrito", sino que para muchísima gente, lo que hiciera Juan era muy importante.
Y resulta que Jesucristo sí es de la descendencia davídica, Jesucristo sí es hijo de David. Por algo Herodes el Grande, se conmocionó cuando le dijeron que había nacido el Rey; él dijo: "Ahora sí me movieron de este butaco; ahora sí se me acabó la mentira que yo he montado, porque ahora sí va a aparecer el verdadero Rey".
Por eso su locura y su crueldad de asesinar los niños; porque él sentía: "Se me acabó mi mentira". Y sabemos, cómo es la gente del Medio Oriente. Eso no es nada más que van a ir allá a darle un regaño, y a ponerlo colorado. Es que van a ir a lincharlo, a acabarlo, a matarlo a pellizcos; es terrible. Entonces Herodes, temblando de ira y de miedo, mandó matar a los niños pequeños. Eso era Herodes "zorro".
Pero ellos sabían, la familia de Herodes sabía, que estaban ahí como impostores, como metidos. Mas la gente no se convencía de eso, porque: "¡Ah! Este es el que nos da para el Templo; este es el que nos invita a las fiestas; este es el que mantiene a los romanos a raya".
¡Cuántas mentiras no dirían estas familias! Esta familia de Herodes, ¡cuántas mentiras no le diría al pueblo judío! ¡Cuántas mentiras! "Sí, sí, sí, ya tenemos controlada la situación de los romanos, y nosotros creemos que el Procurador Pilato va a ser favorable a nuestros proyectos, porque desde luego, ustedes para mí son muy importantes...". ¡Viejo hipócrita y político! ¡Viejo zorro! Es que era una familia de zorros, zorros apestosos.
Ellos sabían cómo manejar las situaciones, y siempre habían podido manejarlas. Pero se les acabó; es decir, la mentira del reinado de Herodes se acabó.
Y quedó claro que él no era el rey, y quedó claro quién sí era el Rey. ¿Y cuándo quedó claro eso? Por la lengua del Bautista, una lengua que ya no pudo predicar. Porque cuando llegó allá, a la sala del banquete, estaba muerta. Pero allá, esa lengua muerta, en esa bandeja, le dijo a todos los judíos: "El que es capaz de matarme por preferir el placer de una niña, ese no es el rey que Dios quiere".
Ahora entendemos por qué Juan el Bautista murió por Cristo. Con su muerte, Juan Bautista decapitó el reinado de Herodes. Con su muerte, dando su cabeza, Juan Bautista mostró que ese no era el rey, y mostró hasta el extremo de la sangre, lo que antes había mostrado señalando con el dedo: "Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" San Juan 1,29.
Eso que había dicho a unos pocos discípulos allá en un rincón, junto al Jordán, en Betania, cuando estaba bautizando, nos dice el evangelio de Juan; eso que le había dicho a unos poquitos: "El Cordero de Dios es ese" San Juan 1,36, eso lo proclama la cabeza ensangrentada de Juan Bautista en esa bandeja.
Pero esta vez no lo proclama frente a dos o tres discípulos; lo proclama frente a los magnates, frente a la gente importante, que ya tuvo que convencerse y reconocer ante el repugnante, mil veces repugnante espectáculo de la cabeza de un inocente sacrificado, que "este desgraciado hipócrita político, no es el rey nuestro".
Si hay una cosa que puede ser asquerosa, es que en medio de un banquete aparezca una cabeza ensangrentada. Ese espectáculo repulsivo y asqueroso, vino a declarar qué género de persona era el que estaba ahí.
Y ahora viene nuestra pregunta. ¿Y fue eficaz? ¿Produjo fruto la muerte del Bautista? Gracias a Dios, eso también lo sabemos. Cuando nosotros nos encontramos con la Pasión de Cristo, sabemos que la gente dice: "¡Crucifícalo!". Le dicen, ¿a quién? A Pilato: "¡Crucifícalo!" San Mateo 27,22.
Y Pilato, en algún momento, pregunta: "¿Voy a crucificar a vuestro Rey?" San Juan 19,15. Esa era la palabra tremenda: "¿Voy a crucificar a vuestro Rey?" San Juan 19,15. La gente, el populacho gritaba, alentado por los sumos sacerdotes.
Los sumos sacerdotes eran la gente importante, la secta de los saduceos. Seguramente, algunos de ellos habían estado en este banquete, en esta porquería habían estado. Y Pilato pregunta: "¿Voy a crucificar a vuestro Rey?" San Juan 19,15.
Ellos hubieran tenido que decir: "¡No! Nuestro rey es Herodes". Pero ¿cuál fue el grito? "No tenemos más rey que el César" San Juan 19,15.
O sea que sí fue eficaz el martirio de Juan el Bautista. Muriendo, llevando su lengua de predicador hasta ese banquete, y dañándoles la comida a todos esos, Juan Bautista proclamó con su sangre: "El que es capaz de hacer esto, no es el rey de Israel. El verdadero Rey es otro. ¡Búsquenlo! ¡Búsquenlo! Que por ahí anda predicando. ¡Busquen a Cristo!"
¡Qué impresión la vida de Juan Bautista! Todo lo que hizo en esta tierra fue decir con su vida, con su penitencia, con su ayuno, con sus palabras, con su sangre: "¡Busquen a Cristo! ¡Busquen a Cristo! El rey no es este. ¡Busquen a Cristo!"
Claro que Juan Bautista murió por Cristo; claro que es mártir de Jesucristo, y claro que esa sangre dio fruto. Los gritos, airados, enloquecidos de la Pasión del Señor nunca dijeron: "Nuestro rey es Herodes". Ya Herodes no pudo reinar más. ¿Quién lo decapitó del reinado? Juan Bautista, entregando con su sangre el supremo testimonio por Jesús.
@fraynelson

miércoles, 27 de agosto de 2014

San Agustín

28/08/14 Jueves de la 21ª semana de Tiempo Ordinario San Aguntin,obispo y doctor



Nosotros, pues, vemos estas cosas, que has hecho, porque son; mas tú, porque las ves, son. Nosotros las vemos externamente, porque son, e internamente, porque son buenas; mas tú las viste hechas allí donde viste que debían ser hechas. Nosotros, en otro tiempo, nos hemos sentido movidos a obrar bien, después que nuestro corazón concibió de tu Espíritu; pero en el tiempo anterior fuimos movidos a obrar mal, abandonándote a ti; tú, en cambio, Dios, uno y bueno, nunca has cesado de hacer bien. Algunas de nuestras obras, por gracia tuya, son buenas; pero no sempiternas: después de ellas esperamos descansar en tu grande santificación. Mas tú, bien que no necesitas de ningún otro bien, estás quieto, porque tú mismo eres tu quietud. Pero ¿qué hombre dará esto a entender a otro hombre? ¿Qué ángel a otro ángel? ¿Qué ángel al hombre? A ti es a quien se debe pedir, en ti es en quien se debe buscar, a ti es a quien se debe llamar: así; así se recibirá, así se hallará y así se abrirá. 
"de sus Confesiones"


Acordaos de vuestros dirigentes, que os anunciaron la palabra de Dios; fijaos en el desenlace de su vida e imitad su fe. Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre. No os dejéis arrastrar por doctrinas complicadas y extrañas.



Del libro de las Confesiones (libros 7,10.18;10,27: CSEL 33,157-163.255)
Habiéndome convencido de que debía volver a mí mismo, penetré en mi interior, siendo tú mi guía, y ello me fue posible porque tú, Señor, me socorriste. Entré, y vi con los ojos de mi alma, de un modo u otro, por encima de la capacidad de estos mismos ojos, por encima de mi mente, una luz inconmutable; no esta luz ordinaria y visible a cualquier hombre, por intensa y clara que fuese y que lo llenara todo con su magnitud. Se trataba de una luz completamente distinta. Ni estaba por encima de mi mente, como el aceite sobre el agua o como el cielo sobre la tierra, sino que estaba en lo más alto, ya que ella fue quien me hizo, y yo estaba en lo más bajo, porque fui hecho por ella. La conoce el que conoce la verdad. 
¡Oh eterna verdad, verdadera caridad y cara eternidad! Tú eres mi Dios, por ti suspiro día y noche. Y, cuando te conocí por vez primera, fuiste tú quien me elevó hacia ti, para hacerme ver que había algo que ver y que yo no era aún capaz de verlo. Y fortaleciste la debilidad de mi mirada irradiando con fuerza sobre mí, y me estremecí de amor y de temor; y me di cuenta de la gran distancia que me separaba de ti, por la gran desemejanza que hay entre tú y yo, como si oyera tu voz que me decía desde arriba: «Soy alimento de adultos: crece, y podrás comerme. Y no me transformarás en substancia tuya, como sucede con la comida corporal, sino que tú te transformarás en mí». 
Y yo buscaba el camino para adquirir un vigor que me hiciera capaz de gozar de ti, y no lo encontraba, hasta que me abracé al mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, el que está por encima de todo, Dios bendito por los siglos, que me llamaba y me decía: Yo soy el camino de la verdad, y la vida, y el que mezcla aquel alimento, que yo no podía asimilar, con la carne, ya que la Palabra se hizo carne, para que, en atención a nuestro estado de infancia, se convirtiera en leche tu sabiduría por la que creaste todas las cosas. 
¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti.
Oh verdad, luz de mi corazón, ya no me hablan mis tinieblas; me equivoqué, pero me he acordado de ti; y ahora vuelvo sediento y fatigado hasta tu fuente.Renueva, Señor, en tu Iglesia, el espíritu que infundiste en tu obispo san Agustín, para que, penetrados de ese mismo espíritu, tengamos sed de ti, fuente de la sabiduría, y te busquemos como el único amor verdadero. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.



Text de l'Evangeli (Mt 24,42-51): En aquell temps, Jesús digué als seus deixebles: «Vetlleu, doncs, perquè no sabeu quin dia vindrà el vostre Senyor. Prou que ho compreneu: si l'amo de la casa hagués sabut a quina hora de la nit havia de venir el lladre, hauria vetllat i no hauria permès que li entressin a casa. Per això, estigueu a punt també vosaltres, perquè el Fill de l'home vindrà a l'hora menys pensada. ¿Qui és el servent fidel i assenyat a qui l'amo ha confiat la gent de casa seva perquè els doni l'aliment al temps degut? Feliç aquell servent que l'amo, quan arriba, troba que ho fa així! Us asseguro que li confiarà tots els seus béns. Però si aquell servent era dolent i es deia: ‘El meu amo tarda’, i començava a pegar als seus companys, i se n'anava a menjar i beure amb els embriacs, vindrà l'amo el dia que menys s'ho espera i a l'hora que ell no sap; el castigarà i li farà compartir la sort dels malvats. Allà hi haurà els plors i el cruixit de dents».
Comentari: + Mn. Albert TAULÉ i Viñas (Barcelona, Espanya)

Estigueu a punt
Avui, el text evangèlic ens parla de la incertesa del moment en què vindrà el Senyor: «No sabeu quin dia vindrà» (Mt 24,42). Si volem que ens trobi vetllant en el moment de la seva arribada, no ens podem distreure ni adormir: cal estar sempre a punt. Jesús posa molts exemples d'aquesta atenció: el que vigila per si ve un lladre, el servent que vol complaure el seu amo... Potser avui ens parlaria d'un porter de futbol que no sap quan ni de quina direcció li vindrà la pilota...

Però, potser, abans hauríem d'aclarir de quina vinguda se'ns parla. ¿Es tracta de l'hora de la mort?; ¿es tracta de la fi del món? Certament, són vingudes del Senyor que Ell ha deixat expressament en la incertesa per a provocar en nosaltres una atenció constant. Però, fent un càlcul de probabilitats, potser ningú de la nostra generació serà testimoni d'un cataclisme universal que posi fi a l'existència de la vida humana en aquest planeta. I, pel que fa a la mort, això només serà una vegada i prou. Mentre això no arribi, ¿no hi ha cap altra vinguda més propera davant la qual ens cal estar sempre a punt?

«Com passen els anys! Els mesos es redueixen a setmanes, les setmanes a dies, els dies a hores, les hores a segons...» (Sant Francesc de Sales). Cada dia, cada hora, a cada instant, el Senyor és prop de la nostra vida. A través d'inspiracions internes, a través de les persones que ens envolten, dels fets que es van succeint, el Senyor truca a la nostra porta i, com diu l'Apocalipsi: «Mira, sóc a la porta i truco. Si algú escolta la meva veu i obre la porta, entraré a casa seva i soparé amb ell, i ell amb mi» (Ap 3,20). Avui, si combreguem, això tornarà a passar. Avui, si escoltem pacientment els problemes que un altre ens confia o donem generosament els nostres diners per socórrer una necessitat, això tornarà a passar. Avui, si en la nostra pregària personal rebem —de sobte— una inspiració inesperada, això tornarà a passar.



Santa Mónica

27/08/14 - Miércoles de la 21ª semana de Tiempo Ordinario. Santa Mónica

 La memoria de santa Mónica despierta en nosotros la importancia de interceder por los demás ante Dios a fin de que alcancen un bien espiritual. Es lo que hizo esta santa africana, que imploró de Dios la conversión de su hijo Agustín y fue escuchada. Ahora bien, Dios no le ahorró las lágrimas ni los sufrimientos.

Encontré hace tiempo este texto de León Bloy en una de sus cartas: “Cuando recibimos una gracia divina hemos de estar persuadidos de que alguien la ha pagado por nosotros”. Forma parte de la teología católica el afirmar que Jesucristo ha pagado por nuestro rescate. Igualmente sabemos que nosotros podemos unirnos a la ofrenda de Jesucristo en bien de nuestros hermanos.

Pensando en santa Mónica nos damos cuenta de muchas cosas. En primer lugar vemos que verdaderamente quería el bien de su hijo. Desde un punto de vista humano podía sentirse satisfecha ya que su hijo había triunfado en la vida. Pero Mónica nunca confundió las cosas. Ningún éxito humano de su hijo, ningún triunfo en esta tierra estaba al nivel del gran bien: conocer a Jesucristo y amarlo. Esto es lo primero que vemos: querer el bien espiritual de los hombres, que es su destino eterno. Sólo quien se preocupa del bien espiritual de las personas las ve en su verdadera dimensión y de forma completa. El hombre ha sido creado para Dios y mientras permanece alejado de Él no puede ser verdaderamente feliz. Amar a alguien significa desearle ese bien. Así amaba santa Mónica a su hijo y así debemos amar nosotros a quienes decimos son nuestros seres queridos.

Mónica eligió sufrir por el bien de su hijo. De alguna manera compendió que engendrar en la fe supone también sufrir en el mundo. San Agustín dirá después que es doblemente hijo de Mónica, ya que ella fue su madre biológica pero también quien lo ayudó a nacer en la fe. Al igual que estamos dispuestos a desgastarnos por ayudar a otros en el plano físico (dedicando horas, apoyando, trabajando por ellos), también existe un desgaste espiritual que es sufrimiento. Esto es difícil de explicar, pero en la experiencia se descubre que el sufrimiento tiene un carácter purificador y obra en bien de los demás.

El Agustín que no conocía a Jesucristo estaba clavado en el corazón de Mónica y ese dolor ella lo volvió útil. Ni lo negó refugiándose en otras compensaciones ni se desentendió de él. Su corazón fue el altar en el que amor y sufrimiento por su hijo se unieron y ella lo ofrecía cada día a Dios con su oración esperando la transformación que finalmente se produjo.

Que santa Mónica nos enseñe a amar así a nuestros seres queridos y nos ayude a permanecer fieles en el camino del sufrimiento si fuera necesario.



Cuando ya se acercaba el día de su muerte -día por ti conocido, y que nosotros ignorábamos-, sucedió, por tus ocultos designios, como lo creo firmemente, que nos encontramos ella y yo solos, apoyados en una ventana que daba al jardín interior de la casa donde nos hospedábamos, allí en Ostia Tiberina, donde, apartados de la multitud, nos rehacíamos de la fatiga del largo viaje, próximos a embarcarnos. Hablábamos, pues, los dos solos, muy dulcemente y, olvidando lo que queda atrás y lanzándonos hacia lo que veíamos por delante, nos preguntábamos ante la verdad presente, que eres tú, cómo sería la vida eterna de los santos, aquella que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar. Y abríamos la boca de nuestro corazón, ávidos de las corrientes de tu fuente, la fuente de vida que hay en ti. 
Tales cosas decía yo, aunque no de este modo ni con estas mismas palabras; sin embargo, tú sabes, Señor, que, cuando hablábamos aquel día de estas cosas -y mientras hablábamos íbamos encontrando despreciable este mundo con todos sus placeres-, ella dijo: 
«Hijo, por lo que a mí respecta, ya nada me deleita en esta vida. Qué es lo que hago aquí y por qué estoy aún aquí, lo ignoro, pues no espero ya nada de este mundo. Una sola cosa me hacía desear que mi vida se prolongara por un tiempo: el deseo de verte cristiano católico, antes de morir. Dios me lo ha concedido con creces, ya que te veo convertido en uno de sus siervos, habiendo renunciado a la felicidad terrena. ¿Qué hago ya en este mundo?»
No recuerdo muy bien lo que le respondí, pero, al cabo de cinco días o poco más, cayó en cama con fiebre. Y, estando así enferma, un día sufrió un colapso y perdió el sentido por un tiempo. Nosotros acudimos corriendo, mas pronto recobró el conocimiento, nos miró, a mí y a mi hermano allí presentes, y nos dijo en tono de interrogación: 
«¿Dónde estaba?» 
Después, viendo que estábamos aturdidos por la tristeza, nos dijo: 
«Enterrad aquí a vuestra madre». 
Yo callaba y contenía mis lágrimas. Mi hermano dijo algo referente a que él hubiera deseado que fuera enterrada en su patria y no en país lejano. Ella lo oyó y, con cara angustiada, lo reprendió con la mirada por pensar así, y, mirándome a mí, dijo: 
«Mira lo que dice». 
Luego, dirigiéndose a ambos, añadió: 
«Sepultad este cuerpo en cualquier lugar: esto no os ha de preocupar en absoluto; lo único que os pido es que os acordéis de mí ante el altar del Señor, en cualquier lugar donde estéis». 
Habiendo manifestado, con las palabras que pudo, este pensamiento suyo, guardó silencio, e iba luchando con la enfermedad que se agravaba. 
Nueve días después, a la edad de cincuenta y seis años, cuando yo tenía treinta y tres, salió de este mundo aquella alma piadosa y bendita.
San Aguntín

Oh Dios, consuelo de los que lloran, que acogiste piadosamente las lágrimas de santa Mónica impetrando la conversión de su hijo Agustín, concédenos, por intercesión de madre e hijo, la gracia de llorar nuestros pecados y alcanzar tu misericordia y tu perdón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Mt 23,27-32: Sois hijos de los que asesinaron a los profetas.

En aquel tiempo, habló Jesús diciendo:

–¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que os parecéis a los sepulcros encalados! Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos y podredumbre; lo mismo vosotros: por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y crímenes.

¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y ornamentáis los mausoleos de los justos, diciendo: «Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos sido cómplices suyos en el asesinato de los profetas»! Con esto atestiguáis en contra vuestra, que sois hijos de los que asesinaron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!

 La verdad tiene su camino por esta tierra, pues es verdad que unas verdades ayudan a descubrir otras. Pero también la mentira hace su propio y repugnante camino, pues decir unas mentiras nos obliga a decir luego otras. El camino de la mentira es objeto, en el evangelio de hoy, de dura reprensión por parte de Jesucristo.

La mentira se vuelve forma de vida por los beneficios que trae. Vivir de apariencias, por ejemplo, reporta el beneficio de ser alabado o rodearse de buena fama. Ese bien, aunque sea falso y esté siempre en peligro de derrumbarse, produce una costra de costumbre en el corazón; una costra que no va a quitarse por sí sola, sino que necesita de un acto vigoroso, como el del bisturí. Por eso habla Cristo como habla.

martes, 26 de agosto de 2014

Hipócritas

28/08/14 Martes de la 21ª semana de Tiempo Ordinario. Santa Teresa de Jesús Jornet e Ibars, virgen y patrona de la ancianidad, fundó el instituto de las Hermanas de los Ancianos Desaparados y falleció en Lidia,en España.



Mt 23,23-26: Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello.

En aquel tiempo, habló Jesús diciendo:

-¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que pagáis el décimo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: el derecho, la compasión y la sinceridad!

Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello.

¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello!

¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro y así quedará limpia también por fuera.

    Existen dos formas de buscar la santidad: de fuera hacia dentro, y de dentro hacia fuera. Son etapas distintas de un mismo proceso.

    De fuera hacia dentro: es momento de propósitos, a ser posible pocos y concretos. Mediante ellos, modificamos la conducta, y así despejamos el camino para la transformación del corazón. Uno se propone levantarse temprano para orar, y gracias a ello la oración le transformará por dentro. O se propone no quejarse de las contrariedades, y esa mansedumbre ablandará el corazón para que pueda ser moldeado por Dios. Si el segundo paso no se da, el resultado es la hipocresía: Limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo.

    De dentro hacia fuera: El corazón se llena de Amor de Dios, y ese Amor de Dios van transformado suavemente nuestra conducta, nuestro pensamiento, y hasta nuestro semblante. Limpia primero la copa por dentro, y así quedará limpia también por fuera.

    Para que se produzca ese paso de la primera a la segunda forma de buscar la santidad se precisa humildad. Por eso, por soberbia, muchos se quedan en la hipocresía. Al final, no buscaban la santidad para Dios, sino para sí mismos.

Los versículos que ayer y hoy hemos encontrado en el evangelio tienen una impresionante carga de indignación y de reprensión. En pocos lugares del Nuevo Testamento encontramos a Cristo tan indignado y tan acerado en sus palabras como en este capítulo 23 de san Mateo.

 Hay razón, desde luego, para ese enojo, y, puesto que toda palabra de Cristo es enseñanza a sus discípulos, aprendamos, hermanos, de este enojo del Señor, así como en otras ocasiones hemos querido aprender de su sonrisa, su abrazo o su ternura.

La razón fundamental de tanto castigo es la hipocresía. Y la razón para castigar la hipocresía es que nos hace inhábiles para la conversión. Además, la mentira que nos ciega a nuestros males igualmente nos ciega a los bienes ajenos. El resultado es que quien no reconoce su daño se afianza en él y daña a los demás.

Entendemos así que Jesucristo quiere erradicar del mundo la hipocresía por amor a quienes la practican y por compasión con quienes la padecen.


Como se puede notar, las palabras de los evangelios de esta semana son de las más duras que pronunció Nuestro Señor. Uno debe preguntarse por qué tanta dureza. Éste que nos acaba de hablar, es el mismo que pide decir: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón” San Mateo 11,29.
No parece que haya demasiada mansedumbre en este torrente de palabras, y uno puede preguntarse si hay humildad en esas recriminaciones a quienes eran autoridade religiosa y moral dentro del pueblo.

Hay, entonces, un pecado que despierta la ira del Señor y es sentirse uno seguro y no necesitado de salvación; de modo que lo que hace la denuncia de Cristo es decirle a ése que se siente seguro que no esté tan seguro. La fuerza de sus palabras y el tamaño de su denuncia son para eso, para destruir la seguridad del fariseo, para sacarlo de su falsa confianza, de su ilusoria confianza y para ponerle en situación de merecer la salvación.

Pues Cristo lo que hace es levantar la tela que cubre la herida y decirle: “Mira que tú también necesitas de mí"; por eso digo, llegamos a la sorprendente conclusión de que Cristo, cuando denuncia estos pecados a los fariseos, los está amando”. Porque los está poniendo en situación de conocerse a sí mismos, y de saber que necesitan salvación; no podemos entonces decir que estas palabras del Señor sean la acumulación de iras.

¡Estamos en el camino de la santificación, aunque hay que tomarlo en serio! Debemos hacer las obras de justicia, obras simples: adorar a Dios: ¡Dios es el primero siempre! Y luego hacer lo que Jesús nos aconseja: ayudar a los demás. Estas obras son las obras que Jesús hizo en su vida: obras de justicia, obras de re-creación. 
Cuando damos de comer a un hambriento, volvemos a crear en él la esperanza. Y así, con los otros. Si aceptamos la fe y luego no la vivimos, somos cristianos solo de memoria. 
Sin esta conciencia del antes y del después ¡nuestro cristianismo no le sirve a nadie! Y más aún: va en el camino de la hipocresía. "¡Me llamo cristiano, pero vivo como un pagano!". A veces decimos "cristianos a medias", que no toman esto en serio. Somos santos, justificados, santificados por la sangre de Cristo: asumir esta santificación y llevarla adelante ¡Pero no se toma en serio! Cristianos tibios: "Pero, sí, sí; pero..., no, no". Así como decían nuestras madres: "cristianos de agua de rosas, no" Un poco así... Un poco de pintura de cristiano, un poco de pintura de catequesis... Pero en el interior no hay una verdadera conversión. (Cf. S.S. Francisco, 24 de octubre de 2013, homilía en Santa Marta). 

Hagamos el propósito de «ser» más y mejor persona, en vez de hacer cosas para «parecer» buen cristiano.