viernes, 12 de septiembre de 2014

débil fuerte

2Co 12,9b-10
Muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo. Por eso vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.


La grandeza de la mision del evangelizador es que se vea que que evangeliza por puro amor a Dios



Queridos Amigos:

No son muchos los textos en los que un evangelizador, de la talla de San Pablo, hable de sí mismo. Precisamente, por evangelizador, su atención y su predicación casi siempre se dirigen al mensaje, a lo que quiere comunicar, a lo que quiere difundir.

Y por eso, Jesús habla muy poquito de sí mismo, Pablo habla muy poquito de sí mismo, y lo mismo podríamos decir en general de la Sagrada Escritura. La Biblia habla muy poco de ese pueblo del que viene la salvación, porque todo lo que dice de ese pueblo es cómo lo miró Dios.

Por eso hay que aprovechar un texto, como el de hoy, en el que un evangelizador, como San Pablo, nos abre una rendija de su corazón y nos dice algo de lo que él sentía, de lo que a él le preocupaba, de lo que a él le alegraba o le cansaba, de lo que le motivaba.

Siente que evangelizar es una tarea, siente que es un oficio, que es un encargo, incluso un encargo penoso: "No tengo más remedio" 1 Corintios 9,16, esa expresión la dice uno cuando le llega una tarea de la que no hay escapatoria, un mal que no puede eludir: "No tengo más remedio, me tocó evangelizar" 1 Corintios 9,16.

"Si yo lo hiciera por mi propio gusto, esa sería mi paga" 1 Corintios 9,17, entonces no es el gusto, y antes ha dicho: "El hecho de predicar no es para mí motivo de soberbia" 1 Corintios 9,16.

El Evangelio no es motivo, ni de soberbia ni de gusto. Uno se ensoberbece de los logros de uno, o de las riquezas de uno, o de los éxitos de uno, o cosas parecidas; y uno siente gusto en aquello que le halaga, o en aquello que satisface sus sentidos, o cosas parecidas.

O sea que en realidad aquí nos está diciendo San Pablo que el Evangelio no es ni una cosa ni la otra. ¿Qué es el Evangelio? ¿Cómo puede ser buena noticia el Evangelio si no halaga, ni da gusto, ni es un logro de uno? Es misterioso, y tan misterioso como el Evangelio se va volviendo el evangelizador.

Si nosotros, que estamos hoy reunidos aquí, nos preguntamos por qué estamos aquí, seguramente caemos en la cuenta de que tal vez deberíamos estar en otros sitios. Quien nos hubiera conocido hace unos años, hubiera dicho: "Bueno, ¿pero qué le pasa a esta gente? ¿Qué es eso, qué es eso? ¿Qué está pasando? Te veo mal, estás grave. ¿Por qué en estas? ¿Por qué estás en esto?"

Y yo creo, por lo menos mirando la cara de ustedes, yo creo que ustedes están diciendo: "Fray, si fuera por mi gusto, yo no estaría aquí, estaría en otra cosa que me diera más gusto; si fuera por mi gusto, estaría en otro lado, y si fuera por soberbia, estaría en otro lado".

O sea que la pregunta que nos hacemos sobre nosotros mismos, es la misma pregunta que hacemos sobre la vida de Pablo: "Bueno, Pablo, si el Evangelio no es para ti motivo de soberbia ni motivo de gusto, ¿por qué evangelizas? Y Pablo nos devolvería la pregunta, y entonces diría: "Bueno, Mauricio, Patricia, Dora, si fuera por tu gusto, tú no estarías aquí".

¿Qué clase de fuerza es la del Evangelio? ¿Cómo es una buena noticia? ¿Y qué es esto de evangelizador? Dice el Apóstol: "Lo hago a pesar mío, porque me han encargado el oficio" 1 Corintios 9,17. Yo veo aquí una plena justificación a ese esquema de evangelización de tareas, proyectos, programas, ministerios.

¿Qué es un ministerio, un programa, un proyecto, una tarea de evangelización? Es un oficio que se le encarga a una persona, y luego pregunta el Apóstol: "¿Y cuál es la paga? La paga es dar a conocer el Evangelio anunciándolo de balde" 1 Corintios 9,18.

En eso también coincidimos plenamente, porque también nosotros, cada uno de nosotros tiene otras responsabilidades. A mí no me asignaron esta responsabilidad, yo tengo otras responsabilidades, digamos, más directas. Y cada uno de ustedes tiene su propio trabajos y sus propias ocupaciones.

Pero sacamos de nuestras ocupaciones un tiempito y de nuestros descansos un tiempito, para cumplir con este oficio, y por eso no pedimos nada, lo anunciamos de balde.

¿Qué clase de gente somos nosotros? Razón que algunos digan que somos como especies de esclavos, que estamos ahí como haciendo tarea sin sueldo, el empleado tiene sueldo, nosotros no tenemos sueldo. La paga es dar a conocer el Evangelio.

¿Qué es esto tan misterioso de un Evangelio que no es motivo de soberbia, que no es motivo de gusto, y que la paga es darlo a conocer? Pero la paga no es sólo darlo a conocer, es darlo a conocer anunciándolo de balde, darlo a conocer gratis, ¿y por qué eso es paga?

Además no es fácil, porque si fuera una tarea fácil, entonces diría uno: "Bueno, no es para que se ensoberbezca, no es para que le guste, es gratis, pero además le va a costar trabajo, porque aquí dice, mire: "En las carreras del estadio todos corren. Corred, de modo que lo consigáis" 1 Corintios 9,24.

"Los atletas se privan de todo" 1 Corintios 9,25. "Así también yo corro, ejerzo el pugilato, sometiendo mi propio cuerpo, no sea que, habiendo predicado a otros, yo quede descalificado" 1 Corintios 9,27.

Este Evangelio es muy raro: un Evangelio que no es un éxito de uno, porque no sirve para ensoberbecerse, un Evangelio que no le da gusto a uno, un Evangelio que le quita tiempo a uno, un Evangelio por el que uno no puede reclamar nada, un Evangelio por el que toca esforzarse tanto.

¿Por qué el Evangelio se ha vuelto tan importante en nuestras vidas? Esa es una pregunta que tenemos que hacernos. Cuando uno llega a esto, uno es un evangelizador; si le falta una de esas características, uno no es un evangelizador.

Me explico. Si uno evangeliza, pero siente los éxitos y se llena de soberbia por ellos, o evangeliza y le saca un gusto a la evangelización; o uno evangeliza, pero cobra; o uno evangeliza, pero es que a uno no le cuesta trabajo, si cualquiera de esas cosas pasan, uno no es un evangelizador.

Ser evangelizador es ser esto, ¿y qué es esto? Si nosotros miramos a una persona que trabaja, y además con esferzo, porque es un oficio que le han encargado, no es por gusto, ni por soberbia, ni por sueldo, si nosotros vemos a una persona así, ¿qué impresión nos produce? Que esa persona es un loco, es una locura lo que está haciendo.

Bueno, ahora miremos la vida de Jesucristo, esa es otra locura; mejor dicho, esa es la primera locura. Jesucristo no estaba ni por gusto, ni por soberbia, ni por sueldo, y sí le costó harto trabajo.

¿Para qué sirve eso? ¿Para qué sirven esas vidas así? Empezando por la de Cristo, siguiendo por la de San Pablo, y nosotros ya vamos ahí detrás, haciendo la escuelita, ¿para qué sirven esas vidas así?

Lo que sucede es esto: Cuando uno ve que una persona trabaja por la paga, o por gusto, o por soberbia, o que no le cuesta trabajo, uno dice: "¡Ah, pues lo está haciendo por eso!" Pero cuando uno ve que la persona trabaja, y no se ve por qué lo está haciendo, entonces se descubre la gracia, entonces se descubre que es por puro amor.

La grandeza de la misión del evangelizador, empezando por Nuestro Señor Jesucristo, es que se vea que es por puro amor; la grandeza del evangelizador, la perfección del evangelizador es que no se le encuentre ninguna razón, que no aparezca por qué evangeliza.

Si él evangeliza, pero es amiguísimo de los demás, y se encuentra a gusto con ellos, ah, pues entonces, él no está evangelizando, él esta es consiguiendo casa, está consiguiendo afecto, entonces no es un testimonio del Evangelio, sino es un testimonio de cómo conseguir afecto.

Si él evangeliza pero los sueldazos que se pone no son cualquier cosa, ah, entonces él está consiguiendo plata; si él evangeliza, pero es un desocupado, eso no le cuesta ningún trabajo, ah, pues él está llenando sus ratos de ocio.

Pero cuando la persona evangeliza, y uno ve que no tiene tiempo, que sí se cansa, que no cobra nada, que no se ensoberbece, que no es por gusto, ¿Uno qué dice? ¿Entonces por qué lo hace? Por una locura, ¿y es una locura para destruir? No, es una locura para construir, ¿es una locura para matar? No, es para dar vida, ¿es para herir? No, es para sanar.

¿Y qué predica? Predica con toda pureza y con toda generosidad el amor de Dios. ¿Qué es un evangelizador? Un evangelizador es aquel que manifiesta, con su vida, ese amor.

Entonces, llegar a la perfección en el servicio al Evangelio, es vivir de tal manera, que el que lo conozca a uno tenga que decir: "Uuy, tiene que ser por Dios que lo está haciendo, tiene que ser por amor a Dios, porque es que no veo por qué más lo está haciendo".

Mientras la gente pueda ver en nosotros alguna otra motivación, siempre dirá es por eso. "Ah, es que es por los amigos, es por la plata, por lo que sea". Pero cuando lo conocen a uno, y cuando no encuentran ninguna otra motivación, lo miran de arriba a abajo, y se rascan la cabeza, y dicen: "¿Por qué, por qué esa vida, por qué? ¿Por qué vive así? ¿Por qué?"

Es lo mismo que encontrarse con la Cruz de Cristo: "Por qué? ¿Por qué hasta allá? ¿Por qué tanto? ¿Por qué? Cuando se llega ahí, entonces uno dice: " Tiene que ser porque ama mucho, punto. Porque eso es una locura", pero es una locura para el bien, el Evangelio es una locura para el bien.

"Tiene que ser porque ama mucho, porque es que no se ve nada más". Que digamos, que consiguió los grandes amigos, no, no ha conseguido los grandes amigos; mejoró de condición social, tampoco, no ha sacado nada, ¿qué ha sacado entonces? La gracia: dar a conocer el Evangelio sin hacer uso de los derechos que me concederían.

Esto es una maravilla de evangelizador, este es un evangelizador, esto es ser un apóstol: obrar de tal manera, que la persona que nos conozca tenga que decir: "Dios existe, el amor existe, esta persona está haciendo eso por amor, sólo por amor. Es increíble que esa persona se gaste así, eso tiene que ser por amor, tiene que ser que ama muchísimo a Dios".

O sea que al evangelizador le toca hacer dos tareas: una es, lo que le pasó a Jeremías, una es devastar y otra es construir. La labor de devastar es quitarle a la gente cualquier escondrijo, y los escondrijos son: "Ah, es que usted lo hace por esto, es que usted lo hace por esto otro".

Devastar es quitarle a la gente cualquier disculpa, quitarle a las personas cualquier disculpa, vivir de tal manera que nadie tenga ninguna disculpa, eso es arrasar, pero luego hay que construir, que desde luego es lo más importante.

¿Y construir qué es? Presentar de tal modo ese amor de Dios, que las personas digan: "Yo me estaba escondiendo detrás de disculpas, yo no conocía el amor; pero ahora que te he conocido a ti, evangelizador, ahora sé que el amor de Dios existe".

Roguemos al Señor en esta Santa Misa que infunda en nosotros ese amor, que haga de nosotros evangelizadores. Entonces nosotros pensamos: "¿Pero yo a qué hora llegaré allá? ¿Yo cuándo llegaré ahí? ¿Cómo voy a alcanzar esa generosidad?"

El amor te irá haciendo libre; a medida que vayas sintiendo más y más amor, descubrirás que, aunque no te guste, aunque no te salgan las cosas bien, aunque no te puedas enorgullecer de tus resultados, aunque no te paguen, aunque tengas que esforzarte, aunque tengas a veces que luchar incluso contra ti mismo, descubrirás que ya no puedes dejar el Evangelio, porque el Evangelio no te deja a ti.

Señor Dios, infúndenos ese Espíritu de amor que nos haga libres de cualquier otra motivación, de manera que cualquier persona que nos conozca tenga que decir: "Lo que está haciendo, lo está haciendo por amor, debe estar muy enamorado de Dios para hacer lo que hace. Dios existe y está amando, y yo le he visto".@fraynelson

No hay comentarios:

Publicar un comentario