miércoles, 27 de agosto de 2014

San Agustín

28/08/14 Jueves de la 21ª semana de Tiempo Ordinario San Aguntin,obispo y doctor



Nosotros, pues, vemos estas cosas, que has hecho, porque son; mas tú, porque las ves, son. Nosotros las vemos externamente, porque son, e internamente, porque son buenas; mas tú las viste hechas allí donde viste que debían ser hechas. Nosotros, en otro tiempo, nos hemos sentido movidos a obrar bien, después que nuestro corazón concibió de tu Espíritu; pero en el tiempo anterior fuimos movidos a obrar mal, abandonándote a ti; tú, en cambio, Dios, uno y bueno, nunca has cesado de hacer bien. Algunas de nuestras obras, por gracia tuya, son buenas; pero no sempiternas: después de ellas esperamos descansar en tu grande santificación. Mas tú, bien que no necesitas de ningún otro bien, estás quieto, porque tú mismo eres tu quietud. Pero ¿qué hombre dará esto a entender a otro hombre? ¿Qué ángel a otro ángel? ¿Qué ángel al hombre? A ti es a quien se debe pedir, en ti es en quien se debe buscar, a ti es a quien se debe llamar: así; así se recibirá, así se hallará y así se abrirá. 
"de sus Confesiones"


Acordaos de vuestros dirigentes, que os anunciaron la palabra de Dios; fijaos en el desenlace de su vida e imitad su fe. Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre. No os dejéis arrastrar por doctrinas complicadas y extrañas.



Del libro de las Confesiones (libros 7,10.18;10,27: CSEL 33,157-163.255)
Habiéndome convencido de que debía volver a mí mismo, penetré en mi interior, siendo tú mi guía, y ello me fue posible porque tú, Señor, me socorriste. Entré, y vi con los ojos de mi alma, de un modo u otro, por encima de la capacidad de estos mismos ojos, por encima de mi mente, una luz inconmutable; no esta luz ordinaria y visible a cualquier hombre, por intensa y clara que fuese y que lo llenara todo con su magnitud. Se trataba de una luz completamente distinta. Ni estaba por encima de mi mente, como el aceite sobre el agua o como el cielo sobre la tierra, sino que estaba en lo más alto, ya que ella fue quien me hizo, y yo estaba en lo más bajo, porque fui hecho por ella. La conoce el que conoce la verdad. 
¡Oh eterna verdad, verdadera caridad y cara eternidad! Tú eres mi Dios, por ti suspiro día y noche. Y, cuando te conocí por vez primera, fuiste tú quien me elevó hacia ti, para hacerme ver que había algo que ver y que yo no era aún capaz de verlo. Y fortaleciste la debilidad de mi mirada irradiando con fuerza sobre mí, y me estremecí de amor y de temor; y me di cuenta de la gran distancia que me separaba de ti, por la gran desemejanza que hay entre tú y yo, como si oyera tu voz que me decía desde arriba: «Soy alimento de adultos: crece, y podrás comerme. Y no me transformarás en substancia tuya, como sucede con la comida corporal, sino que tú te transformarás en mí». 
Y yo buscaba el camino para adquirir un vigor que me hiciera capaz de gozar de ti, y no lo encontraba, hasta que me abracé al mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, el que está por encima de todo, Dios bendito por los siglos, que me llamaba y me decía: Yo soy el camino de la verdad, y la vida, y el que mezcla aquel alimento, que yo no podía asimilar, con la carne, ya que la Palabra se hizo carne, para que, en atención a nuestro estado de infancia, se convirtiera en leche tu sabiduría por la que creaste todas las cosas. 
¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti.
Oh verdad, luz de mi corazón, ya no me hablan mis tinieblas; me equivoqué, pero me he acordado de ti; y ahora vuelvo sediento y fatigado hasta tu fuente.Renueva, Señor, en tu Iglesia, el espíritu que infundiste en tu obispo san Agustín, para que, penetrados de ese mismo espíritu, tengamos sed de ti, fuente de la sabiduría, y te busquemos como el único amor verdadero. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.



Text de l'Evangeli (Mt 24,42-51): En aquell temps, Jesús digué als seus deixebles: «Vetlleu, doncs, perquè no sabeu quin dia vindrà el vostre Senyor. Prou que ho compreneu: si l'amo de la casa hagués sabut a quina hora de la nit havia de venir el lladre, hauria vetllat i no hauria permès que li entressin a casa. Per això, estigueu a punt també vosaltres, perquè el Fill de l'home vindrà a l'hora menys pensada. ¿Qui és el servent fidel i assenyat a qui l'amo ha confiat la gent de casa seva perquè els doni l'aliment al temps degut? Feliç aquell servent que l'amo, quan arriba, troba que ho fa així! Us asseguro que li confiarà tots els seus béns. Però si aquell servent era dolent i es deia: ‘El meu amo tarda’, i començava a pegar als seus companys, i se n'anava a menjar i beure amb els embriacs, vindrà l'amo el dia que menys s'ho espera i a l'hora que ell no sap; el castigarà i li farà compartir la sort dels malvats. Allà hi haurà els plors i el cruixit de dents».
Comentari: + Mn. Albert TAULÉ i Viñas (Barcelona, Espanya)

Estigueu a punt
Avui, el text evangèlic ens parla de la incertesa del moment en què vindrà el Senyor: «No sabeu quin dia vindrà» (Mt 24,42). Si volem que ens trobi vetllant en el moment de la seva arribada, no ens podem distreure ni adormir: cal estar sempre a punt. Jesús posa molts exemples d'aquesta atenció: el que vigila per si ve un lladre, el servent que vol complaure el seu amo... Potser avui ens parlaria d'un porter de futbol que no sap quan ni de quina direcció li vindrà la pilota...

Però, potser, abans hauríem d'aclarir de quina vinguda se'ns parla. ¿Es tracta de l'hora de la mort?; ¿es tracta de la fi del món? Certament, són vingudes del Senyor que Ell ha deixat expressament en la incertesa per a provocar en nosaltres una atenció constant. Però, fent un càlcul de probabilitats, potser ningú de la nostra generació serà testimoni d'un cataclisme universal que posi fi a l'existència de la vida humana en aquest planeta. I, pel que fa a la mort, això només serà una vegada i prou. Mentre això no arribi, ¿no hi ha cap altra vinguda més propera davant la qual ens cal estar sempre a punt?

«Com passen els anys! Els mesos es redueixen a setmanes, les setmanes a dies, els dies a hores, les hores a segons...» (Sant Francesc de Sales). Cada dia, cada hora, a cada instant, el Senyor és prop de la nostra vida. A través d'inspiracions internes, a través de les persones que ens envolten, dels fets que es van succeint, el Senyor truca a la nostra porta i, com diu l'Apocalipsi: «Mira, sóc a la porta i truco. Si algú escolta la meva veu i obre la porta, entraré a casa seva i soparé amb ell, i ell amb mi» (Ap 3,20). Avui, si combreguem, això tornarà a passar. Avui, si escoltem pacientment els problemes que un altre ens confia o donem generosament els nostres diners per socórrer una necessitat, això tornarà a passar. Avui, si en la nostra pregària personal rebem —de sobte— una inspiració inesperada, això tornarà a passar.



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