sábado, 9 de agosto de 2014

Fe y didelidad



Amados Hermanos:

Las lecturas del día de hoy, nos presentan dos palabras que están relacionadas no solamente porque suenan de modo parecido, sino porque también se refieren a dos realidades que son muy cercanas, que son vecinas. Estoy hablando de la fe, y la fidelidad.

Resultan todavía más cercanas estas palabras, si recordamos su origen en el latín, porque precisamente fe en latín se dice “fides” y, es evidente que fidelidad viene de fides. La fe y la fidelidad.

La primera lectura del profeta Abacuc nos presenta ese versículo que, seguramente, recordamos por algunos textos del Evangelio. ¿Te acuerdas de: “¿El justo vivirá por la fe”? Habacuc 2,4Carta a los Romanos 1,17Carta a los Gálatas 3,11Hechos de los Apóstoles 3,38.

Resulta que Jesús insiste en el tema de la fe muchas veces, también en el evangelio de hoy: “Si tuviera fe como un granito de mostaza”San Mateo 17,20; si tuvieras aunque fuera esa fe, esa fe pues se convertiría en un árbol robusto, en un árbol grande en tu vida.

Pero, Jesús habla de la fe, y Abacuc habla de la fe. Tengamos en cuenta que en la lengua hebrea la fe y la fidelidad están tan relacionadas, que prácticamente utilizan la misma palabra, y ambas están relacionadas con una actitud de radical confianza.

La idea fundamental cuando se habla de fe en la lengua hebrea, no es un credo, no es una serie de afirmaciones como cuando nosotros decimos: “Creo en Dios Uno y Trino, creo en la presencia de Cristo en la Eucaristía, creo que Dios ha creado Ángeles, Creo en una vida eterna junto a Dios”.

La fe, en primer lugar, no se refiere ahí a unos contenidos, sino se refiere más bien a una actitud de vida de aquel, que por describirlo con las palabras del Apóstol Pedro, “se arroja en las manos de Dios”. Aquel que arroja sus preocupaciones, y se arroja él mismo en las manos de Dios. Es una actitud de entrega. La palabra fundamental es esa: es como esa confianza, esa entrega, saber en quién puedo apoyarme y vivir apoyado en Él.

Pero resulta que ya cuando pasamos a estas otras lenguas como pueden ser, por ejemplo, el español o el inglés, sí hay una diferencia entre fe y fidelidad, porque la fidelidad indicaría como el comportamiento que es grato a Dios, como la permanencia en los términos de lo que se ha acordado con Dios, por ejemplo, los términos de la alianza. Decimos de una persona que es fiel, porque mantiene lo que ha dicho, porque uno se puede fiar de esa persona.

Y decimos de una persona que es creyente, bueno, porque acepta, porque acoge lo que Dios le ha dicho. Entonces, fíjate que si aparece ahí una diferencia, esa diferencia no estaba originalmente en la lengua hebrea.

Pero a medida que va avanzando la revelación, nos vamos dando cuenta que sí hay una diferencia entre fe y fidelidad, porque lo propio de quien tiene fe es ser creyente, y lo propio de quien tiene fidelidad es ser fiel.

Entonces, las dos palabras derivadas de las que han aparecido hoy, son: ser fiel y ser creyente, y lo que venimos a descubrir es: sólo si empezamos siendo creyentes, llegaremos a ser fieles.Ese es el mensaje de hoy.

¿Qué significa aprender a ser creyente? Significa creerle a Dios, significa aceptar lo que Dios ha revelado, significa acoger su mensaje, significa recibir su buena noticia; ahí es donde está toda la diferencia. Cuando yo recibo la buena noticia, cuando la buena noticia se apodera de mí, entonces mi ser es transformado, y sólo así puedo ser fiel. Esto no estaba tan claro en el Antiguo Testamento.

Por eso hay un avance real entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, y ese avance está marcado, realmente, por una palabra que es la palabra Evangelio. En el Antiguo Testamento, fe y fidelidad parecían lo mismo.

Es decir, el que le cree a Dios, pues es el que se comporta delante de Dios, es el que vive delante de Dios como una persona fiel, que respeta y obedece y cumple la Ley, y eso es en el fondo lo que estaba diciendo Abacuc.

A pesar de todas las cosas que sucedan, pues el que permanezca en la fidelidad, ese vivirá. Es decir, lo de Abacuc tiene una invitación a perseverar, a permanecer en total confianza frente a Dios, y eso está muy bien.

Pero hoy entendemos, después de la presencia de la Buena noticia, que es Jesucristo y que viene con Jesucristo, hoy entendemos que para llegar a la fidelidad, necesitamos primero la fe, es decir, necesitamos aceptar la buena noticia, necesitamos primero acoger la Buena Noticia, para que esa noticia nos transforme y haga posible que seamos obedientes a Dios. En el fondo, lo que hay aquí son otras dos palabras, que son: escuchar y obedecer.

La palabra escuchar, porque como nos dice Pablo “La fe viene de la escucha” Carta a los Romanos 10,17, y la palabra obedecer, porque como nos dice el mismo Apóstol Pablo “Esa palabra reclama de nosotros la obediencia de la fe" Carta a los Romanos 10,17.

Otros hablan de otras dos palabras, utilizando una comparación de la gramática: lo que se llama el modo indicativo y el modo imperativo. El modo indicativo es la noticia, es aquello que se nos cuenta. “Jesús ha venido al mundo para darte vida”; eso es modo indicativo, de ahí surge un imperativo: “Así como tú has recibido vida, transmite vida a tus hermanos a través de tu testimonio, a través de tu justicia, tu amor, tu solidaridad, tu predicación”.

Transmite vida, fíjate, modo indicativo; la escucha, la fe, el llegar a creer, el creerle a Dios, una vez que eso ha sucedido a nosotros, pasamos al modo imperativo, soy transformado por Dios, acepto su mensaje, y entonces viene el imperativo: “Me siento llamado a dar vida, me siento facultado para dar vida, me siento rebosante de vida, y quiero dar vida a mis hermanos porque he sido transformado así por Dios”.

Hermanos, no olvidemos estas diferencias, no estaban tan claras en el Antiguo Testamento, pero a medida que la revelación fue avanzando, llegamos a entender que sólo recibiendo la vida de Dios, podemos comunicar esa misma vida a nuestros hermanos.

Que la gloria y la alabanza sean para Dios, de quien procede todo don perfecto.

Amén.

@fraynelson

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