lunes, 13 de octubre de 2014

Sólo tú puedes salvarme



Maravillosamente se complementan y ayudan a explicar una a la otra, las lecturas del día de hoy. Pablo, que hace esa contraposición entre la confianza en la Ley de Moisés y la confianza en la gracia por el Espíritu; y Jesús, que le quita importancia a las prácticas externas de los fariseos, para darle importancia a eso que Jesús llama "lo de dentro".
Limpiar por fuera la copa y el plato corresponde a lo que Pablo llama poner su confianza en la Ley de Moisés; dar limosna de lo de dentro, equivale a lo que Pablo llama poner la confianza en la gracia del Espíritu. Apoyarse en fe en la gracia del Espíritu.
Y es interesante que Jesús utilice la expresión "dar limosna de lo de dentro" San Lucas 11,41; de alguna manera, cuando la atención esta puesta en lo de fuera, en la práctica de la Ley y en la confianza en la práctica de la Ley, yo quiero subrayar esa palabra, porque no es que Pablo se oponga a la Ley sino a la confianza en la Ley.
Es decir, en la pretensión de que es el esfuerzo y el cumplimiento de uno lo que lo salva a uno; esa pretensión es la que es peligrosa, no el hecho mismo de la ley. Pablo dice da lo mismo estar o no estar circuncidado; el problema no es ese, el problema es dónde esta puesta la confianza de uno.
Pero quería destacar que el que tiene su confianza en la práctica de la ley siente que es su limosna la que le está comprando la salvación. Jesús dice: "Dad limosna de lo de dentro" San Lucas 11,41.
¿Y en qué consistirá esa limosna interior? Pues, ¿qué es lo que uno da de dentro? El apoyarse, el creer, el poner la vida entera en las manos de Dios, el proclamar desde el corazón que sólo Él puede salvarnos.
Esta es la limosna que realmente puede otorgarnos esa salvación. Es lo mismo que sucede en el capítulo sexto de Juan, cuando le preguntan algunos judíos sobre qué hay que hacer, qué obra quiere Dios que hagamos, y responde Jesús: "La obra, -como aquí nos dice: "La limosna"-, la obra es que creáis" Juan 6,39.
La limosna que hay que dar, la obra que hay que hacer, la ley que hay que practicar es el apoyarse, el confiar, el decir: "Sólo tú, Señor, por esa gracia que otorgaste en Jesucristo, sólo tú puedes salvarme", y el que obra así, alcanza la limpieza, la pureza, la salvación, en fin, alcanza lo que no podía dar la Ley externa de Moisés.

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