viernes, 10 de octubre de 2014

Pan y circo....

Todos los caminos se han recorrido en busca de lo mismo: la felicidad; y de todos han vuelto sin respuesta muchos, muchísimos hombres; sólo los santos nos han dicho algo diferente: "no me arrepiento". Luego, ¿han hallado lo que otros no? Tal parece. Son felices. Y, ¿por qué?. Porque han servido al mejor Señor que los ha convertido en reyes; porque han salido de su cueva a mejorar el mundo; han amado a su prójimo, han dejado atrás su sucio egoísmo, han vivido de fe y amor; han luchado duramente por mejorar su mundo, la han hecho más pura, más fuerte, más generosa; éstos son los felices. Quién lo creyera, porque han quebrado y hecho pedazos todas las reglas de la lógica humana: Han matado su vida para vivir. "El mundo espera el paso de los santos" –dijo un sabio, Pablo VI-, porque los demás arreglan, si es que arreglan, los problemas materiales: pan y circo; pero el hombre requiere de curación para su alma, doctores del alma que sepan manejar la medicina celestial: Los santos la tienen y la dan; dan y, con Dios, la paz íntima, el por qué de la vida y de todo el peregrinar humano; ofrecen fortaleza y amor. Ellos mismos, con su ejemplo, ofrecen un estímulo a superarse, a elevarse del barro para volar a las alturas. 


Gran parte de la obra del Diablo consiste en dividir. Ahí tenemos, como testigos dolorosos, multitud de matrimonios rotos por el egoísmo, la sensualidad, el materialismo, las envidias y rencores… También –por desgracia– comunidades cristianas donde los recelos y la falta de caridad abren fisuras que se convierten en grietas y después en zanjas. Pero nada de eso sucedería si la división no comenzase en el interior de los corazones. Allí es donde se gestan las desgracias.

   Todo reino en guerra civil va a la ruina y se derrumba casa tras casa. Mírate: eres un reino en guerra civil. Quieres, pero no quieres; te entregas, pero nunca del todo; cumples, pero, en el fondo, quisieras pecar; amas, pero reniegas del sacrificio; aplaudes, pero no te comprometes… ¿Quieres aclararte de una vez? No te extrañe que, en torno a ti, se cree división. Tú mismo estás dividido por dentro.

   Es característica de los santos la unidad de vida: sentidos y potencias, inteligencia y voluntad, y cada momento de su vida están agrupados en torno a un «sí» que orienta su existencia hacia Dios de manera irreversible. Por eso, alrededor de ellos los hombres se unen al Señor. Son fermento de unidad.

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