jueves, 16 de octubre de 2014

Sólo el bien...


Título: Jesus es el lugar escogido por Dios para otorgarnos el bien, solo el bien y todo el bien


Hermanos:
Quiero compartir con ustedes unas palabras de reflexión sobre la primera lectura, la que hemos escuchado de la Carta de San Pablo a los Efesios. Se trata de un texto bellísimo, sumamente profundo y que está lleno de sabiduría, y está lleno de fuerza, y está lleno de belleza.
Estamos en el pórtico de la Carta a los Efesios, es el primer texto, es un himno de alabanza que San Pablo hace al plan de Dios. Y realmente necesitaríamos mucho tiempo para tomar siquiera un poquito de cada una de esas frases y saborearla. Así que no tengamos la presunción de decir que vamos a comentar todo ese himno de San Pablo; vamos a tomar apenas una o dos frases.
Empecemos por aquello que nos dice Pablo: “Dios nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales” Carta a los Efesios 1,3.
Es como si Pablo nos dijera: "Ea, venid todos, acercaos, hay una fuente en la que se encuentra el bien, sólo el bien y todo el bien". Enseñanza para nosotros: acerquémonos a Jesús buscando el bien, sólo el bien, todo el bien.
Qué maravilloso es acercarse a Jesús, porque es en la persona de Cristo donde Dios Padre nos ha regalado toda clase de bendiciones espirituales y celestiales; qué bueno acercarnos a la persona de Jesús y encontrar el bien, sólo el bien y todo el bien.
Qué bueno encontrar sólo el bien, porque las otras personas que conocemos seguramente tienen cosas buenas, pero también nos decepcionan; los políticos, los científicos, los escritores, incluso las personas a las que ligamos nuestra vida.
¿Qué esposo podrá decir: “Mi esposa no tiene ningún defecto"? ¿Qué esposa podrá decir: “Mi marido es perfecto"? Eso no lo podrá decir nadie; siempre es un bien con una mezcla de mal, siempre es un bien con un pero. Jesús es el bien que no tiene “peros”, Jesús es el sólo bien.
Decía una enamorada de Jesucristo, llamada Santa Catalina de Siena: "Tú eres dulce y no tienes mezcla de amargura"; Él es sólo el bien. Pero por otra parte, Jesús es todo el bien.
Qué bueno acercarnos a Jesús y sentir que todo lo que podemos necesitar está en Jesús: nuestras necesidades corporales, nuestras necesidades materiales, laborales, económicas, de salud, nuestras necesidades afectivas, espirituales, mentales, familiares, sociales.
Lo que nos hace falta es acudir más a Jesús, buscar más su enseñanza, creer más en su palabra, confiar más en su poder, suplicar más de su Espíritu, porque en Él esta todo.
Y si miramos bien, hermanos, si miramos nuestro tiempo allí donde hay problemas, allí donde la civilización parece eclipsarse y el mundo parece irse en picada, siempre se le ha dado la espalda a Jesús.
Allí donde aparecen los desórdenes sexuales, los desórdenes en contra de la vida, los problemas en contra de los pobres, los gobiernos tiránicos, siempre, siempre, y en todos los casos, se la ha dado la espalda a Jesús.
Jesús es la fuente de los bienes, Jesús es sólo bien y es todo el bien; y no se le puede dar la espalda a Jesús impunemente, porque el que se niega a reconocer el señorío de Jesucristo, proclama en últimas el señorío del capricho, de la pasión, del dinero, del pecado o de cualquier otro mal.
Por eso, Jesús es el lugar escogido por Dios para otorgarnos el bien, sólo el bien y todo el bien. Esa es una frase que podemos conservar.
Y luego, podemos tomar otro pensamiento. “Él nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos” Carta a los Efesios 1,5. Nuevamente nos habla San Pablo de la persona de Cristo, estamos destinados a compartir el destino de Cristo, Cristo es "el Hijo", y nosotros estamos llamados a ser "los hijos".
Cristo, que era el Único, el Unigénito, se ha convertido en el Primogénito; el Unigénito era único, en cierto sentido solo; pero ese Cristo, por obediencia de amor al Padre, por compasión con nosotros, sin dejar de ser Unigénito, ahora es Primogénito entre muchos hermanos.
Nos ha llamado este Jesús, nos ha llamado a compartir su propia herencia, nos ha llamado a recibir de sus propios bienes, ha querido que nosotros llamemos a Dios con la misma palabra cariñosa que Él utiliza: “Abbá”, Papá; que nosotros podamos sentir que Dios es tan Padre de nosotros como de Él.
Y en la oración sacerdotal del capítulo diecisiete de de San Juan, Jesús le pide a Dios Padre por los discípulos, es decir por nosotros, y dice: “Para que ellos se sientan, se sepan, para que sean amados con el mismo amor con que tú me amaste” San Juan 17,23.
Jesús no retuvo codiciosamente el ser el Unigénito sino que, compasivamente, quiso convertirse de Unigénito en Primogénito, para que todos nosotros, junto con Él, pudiéramos recibir el amor del Padre, y pudiéramos recibir la herencia.
Quedémonos entonces con eso dos pensamientos en esta predicación. Primero: Dios nos ha bendecido en la persona de Cristo. En Cristo puedo encontrar el bien, sólo el bien y todo el bien.
Segunda enseñanza: Cristo, el Hijo, nos hace hijos, porque el que era Unigénito, por compasión a nosotros ha querido convertirse en Primogénito entre muchos hermanos, para que todos, en Él y con Él, gocemos de su misma herencia.
A Él alabanza y honor por los siglos.
Amén.

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