domingo, 5 de octubre de 2014

Lo lamentaremos

H¡Qué malo es quien nos dice la verdad!

verdad

   Todos amamos la verdad… Hasta que no la dicen en la cara. Me refiero a esos momentos en que la verdad duele. A nadie le molesta que le digan que tiene buena figura. Pero ¿cuántos pueden soportar que se les diga que son egoístas, o desobedientes, o soberbios? ¿o, simplemente, que se han equivocado? Y, sin embargo, pocas personas nos hacen tanto bien como quienes nos muestran nuestros defectos. Y entre ellos incluyo a quienes nos los dicen de mala manera, y con mala intención. Incluso ellos nos hacen un favor, aún sin quererlo.

   Agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron. Aquel hombre se acercó a los viñadores para recordarles la verdad: que la viña no era suya, que debían rendir cuentas, que no podían hacer con los frutos de aquella viña lo que les viniese en gana… Y así salió, el pobre, de malparado.

   Por desgracia, lo hacemos muchas veces. A quienes nos recuerdan verdades que nos duelen los sacamos de nuestra vida y los «matamos» en el recuerdo.

   Con todo, llegará un día en que tengamos que afrontar la verdad, queramos o no. Y ese día quizá encontremos no uno, sino dos pecados que lamentar.


ÈL SIEMPRE ESPER

Título: La maravillosa noticia es que Dios siempre nos esta esperand

Muy Amados Hermanos:

Seguramente ya todos sabemos que la palabra Evangelio quiere decir Buena Noticia. Y tal vez, cuando escuchamos unas lecturas tan fuertes, tan drásticas como las de este domingo, nos queda como una especie de pregunta: ¿dónde está la buena noticia aquí?

Fíjese lo que nos contó la primera lectura: Dios se queja de su pueblo, porque Dios le dice al pueblo: “Ustedes son como una viña que yo cuidé y yo quería que me diera uvas, y resulta que me dio uvas, pero agrias, amargas; yo esperaba un fruto de ustedes, y ustedes me han fallado” Isaías 5,2; esto no tiene cara de buena noticia, sino de mala noticia.

Y Luego, en el evangelio, el mismo tema de la viña. Esta vez es Nuestro Señor Jesucristo, y toma esta comparación que ya venía en el Antiguo Testamento, y mira lo que nos dice: “Un propietario que arrendó una viña, y luego mandó a unos siervos suyos. Pero a uno lo apedrearon a otro lo mataron" San Mateo 21,33-35.

Y el propietario dijo: “Les voy a enviar a mi propio hijo, a ese lo van a respetar" San Mateo 21,37, y resulta que tampoco respetaron al propio hijo del propietario, mataron al hijo del propietario.

Y pregunta Jesús: "¿Qué hará el dueño de esa viña?" San Mateo 21,40. Los sumos sacerdotes, que eran las autoridades grandes del pueblo judío en aquel momento, le responden y dicen: "Pues hará morir de mala muerte a toda esa gente San Mateo 21,41.

Y uno pregunta: ¿dónde está la buena noticia ahí? Porque hemos venido a la Iglesia para escuchar la Palabra del Señor, hemos venido aquí precisamente para oír la Buena Noticia, y lo que se nos cuenta es una mala noticia, una mala noticia, que además nosotros sabemos que es cierta, porque nosotros sabemos que la humanidad realmente se comporta como dicen esas lecturas.

Si pensamos en el ser humano, en todo lo que Dios ha hecho por nosotros, si pensamos, por ejemplo, en lo que es la inteligencia del ser humano, todo el bien que se puede hacer con la inteligencia, pero cuánta gente utiliza su inteligencia para hacer el mal.

Si pensamos en la belleza del cuerpo humano, ¿qué hay más hermoso en la creación visible que la belleza del ser humano? ¡Y de qué manera se instrumentaliza, se prostituye, se profana esa belleza, poniéndola al servicio de intereses rastreros o sucios!

Si pensamos, por ejemplo, en todo lo que se puede hacer con el ingenio, con la técnica y con la ciencia y luego pensamos que esa misma ciencia, esa misma técnica la utilizamos para dañarnos y para matarnos unos a otros, uno dice. "tiene toda la razón la primera lectura, tiene toda la razón".

Dios esperaba de nosotros otra clase de frutos, pero los frutos que está dando nuestra humanidad, los frutos que está dando el mundo, son frutos agrios, son frutos amargos, son los frutos amargos, ciertamente, del asesinato de los inocentes, de la muerte de los pobres.

¡Cuántas personas utilizan sus capacidades, sus cualidades en contra de su prójimo! ¿Eran esos los frutos que quería Dios? De ninguna manera, Dios no quería eso, Dios no quiere eso.

¿Qué podemos decir? Que la primera lectura es verdad, es lo que comprobamos. Y si pensamos en el Santo Evangelio, pues tendremos que darle la razón también. ¿Cómo trata este mundo a las personas que se esfuerzan, a las personas que se entregan con generosidad a la predicación de la verdad?

¿Cuántas veces las personas que pregonan la inocencia, que pregonan la paz, que buscan la justicia, son las personas más perseguidas? Por dar un ejemplo solo de nuestro país, ¿a cuántas personas de nuestro país, personas comprometidas en la lucha por la paz y por los derechos humanos, a cuántas de esas personas las han secuestrado? ¿Cuántas de ellas han sido desaparecidas, torturadas, asesinadas?

Y en el plano de la fe tenemos que decir algo semejante. Cuando la predicación denuncia las llagas profundas de la sociedad, se intenta callar esa predicación, y por eso hay una cuota muy grande de sangre, que ha sido lo puesta, por religiosos, religiosas, misioneros y misioneras en distintas partes del mundo y también en nuestro país.

Es decir, comprobamos que lo que dicen las lecturas es verdad. Pero todavía nos seguimos preguntando: ¿dónde está la cara de buena noticia que pueda tener eso? Pues yo quiero contarle a ustedes que hay dos aspectos, dos realidades que son maravillosas noticias en las lecturas de hoy y que hay que descubrirlas.

Primera. Notemos, mis queridos amigos, que el amor de Dios no se detiene por la ingratitud humana. Tal vez algunos de ustedes, tal vez yo mismo, exasperados por la violencia irracional, ahorcados por un sistema financiero que produce muerte, que es una nueva forma de esclavitud, tal vez hemos dicho agobiados: "¿Hasta dónde vamos a llegar?"

Sentimos que nuestra paciencia se agota, que nuestras fuerzas se acaban, pero las lecturas nos muestran algo diferente, sobre todo el evangelio. Este propietario de esa viña empezó mandando a sus siervos, que son imagen de los profetas, y a pesar de que le rechazaron a sus siervos los profetas, y se los apedrearon y los mataron, ¡Dios no cambió. ¡

Miremos la maravillosa noticia: ¡Dios no cambió! ¡Dios no cambia! Nosotros hemos roto alianza con Dios con nuestros pecados, y por eso uno se hace la idea, idea equivocada, de que porque uno rompió la parte de la alianza de uno, Dios también va a romper la parte de la alianza de Él.

La primera noticia maravillosa es, es Dios no cambió y siguió enviando a sus profetas, y sigue enviando a sus mensajeros y predicadores. Dios no cambia. Y todavía hay mas, como según lo dice el Santo Evangelio según San Juan: “Tanto amó Dios al mundo, esa es la buena noticia, que envió a su propio Hijo, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna” San Juan 3,16.

“Tanto amó Dios al mundo”. Cuando uno oye estas lecturas, al principio uno dice: "¡Ah, las mismas malas noticias que dicen los noticieros, las mismas malas noticias que dicen los periódicos, que dicen la radio! Todos sabemos que estamos repletos de malas noticias, entra uno a la iglesia y viene a oír las mismas malas noticias!".

En parte es cierto, porque la Biblia no es un escondite de la vida, sino una expresión de la vida leída por los ojos de Dios; en parte es cierto que la Biblia te está contando lo que sucede en la vida, pero la Biblia va mucho más allá. Te repito, Dios no cambió.

Una vez estábamos celebrando una Eucaristía semejante a esta, -yo amo estas Eucaristías en donde no hay la presión del tiempo y en las que podemos dedicarnos con comodidad a la alabanza y al amor de Dios-. Estábamos en mi convento en Bogotá, celebrando una Eucaristía así y había también, como hay aquí, sacerdotes, dedicados al ministerio de la confesión.

Cuando terminamos la celebración, se acercó un señor, al que yo nunca había visto, se abrió paso entre la gente, llegó a donde yo estaba, y me miró a los ojos, y me dijo: “-Padre Nelson, gracias", y yo le dije: "-¿Gracias de qué? Pues ¿qué hicimos? Celebrar la Santa Misa". "-Gracias, padre", me repitió.

"Quiero que sepa una cosa, padre, hacía treinta años que yo no me confesaba; hoy me he acercado a la confesión, hoy, y me di cuenta de que Dios me estaba esperando, Dios llevaba treinta años esperándome, Dios me esperó, Dios no cambió aunque yo cambié, aunque yo ensucié mis manos con malas obras y mi boca con palabras asquerosas, aunque mis pensamientos se hicieron turbios e impuros, Dios no cambió, Dios me esperó, Dios me ama".

Hermanos míos, esta es la primera noticia fantástica, la que no va a salir en el periódico, pero que sí la tienes aquí en la iglesia: Dios no cambia, estará ahí, Dios llegará hasta el extremo! Jesús dice: “Amar a los amigos es dar la vida por ellos”, y el Evangelista Juan comenta: “Habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” San Juan 13,1,¡hasta el extremo!

Dios está en una especie de carrera, de competencia contigo, y yo creo que va a ganar Dios. Porque está mas rápido, más pronto, mas dispuesto Dios a perdonarte y a sanarte, que lo dispuesto que tu puedas estar a pecar.

En otra ocasión, me encontré con otro caballero, y me dice él, - él era un predicador, él dirigía un grupo de oración muy numeroso, un hombre con una unción en la Palabra, que hacía que su predicación fuera muy escuchada.

Y un día este caballero se puso a contarme su testimonio y me dijo: “Yo llevaba muchos años lejos de Dios, muchos. Un día, hastiado de todo, aburrido de todo, hice como una especie de apuesta: voy a ver si Dios puede hacer algo conmigo, ¿por dónde es que se empieza en ese cuento de Dios? Pues será con la confesión", y fue a confesarse.

Después de que él cuenta su larga confesión, me da su testimonio de lo que le sucedió aquella vez. Cuando él estaba hablando con el sacerdote, confesando sus culpas, él mismo se fue dando cuenta de la vida, me perdonan la expresión, de la vida puerca que el había llevado, se había dado cuenta de que la vida no era un juego y que él había desperdiciado su vida.

El Espíritu Santo le concedió un arrepentimiento muy grande y él empezó a sentir vergüenza y dolor de sus pecados, de manera que cuando terminó la confesión, el padre hablaba con él, le hacía preguntas. Cuando terminó la confesión, este hombre realmente se había dado cuenta de lo que había hecho en la vida.

Bueno, el sacerdote, en nombre de Jesucristo le dio la absolución, y este padre se le ocurrió una idea, una idea extraña, cuando el hombre pecador se levanta le pregunta al padre: "¿Bueno, ¿y cuál es mi penitencia?" El padre, que sabía de mucha psicología, por lo visto, le dijo: "¿Sabe? Yo esta vez no le quiero poner ninguna penitencia a usted"

¡Y después de yo no sé cuántos años sin confesarse! Y me decía este señor: "Esto fue lo más grave que me ha podido decir este padre, porque cuando yo me levanté y me dice, “¿sabe? que Dios simplemente lo perdona a usted”.

"Yo sí que me sentí miserable, porque Dios tiene capacidad de perdonarme y yo no tenía ni siquiera la capacidad de perdonarme a mí mismo; ahí si entendí quién era el Señor, ahí lo entendí" y dice: "El padre no me puso ninguna penitencia, no me puso a rezar nada esa vez, porque él sí sabia a quién le estaba diciendo eso".

Y dice: “Yo salí de ese confesionario y me arrodillé, sin poder evitarlo, sin poder contenerlo, y caí de rodillas en esa iglesia, y empecé a llorar y a llorar, y a llorar como Pedro después de haber negado a Cristo; empecé a llorar y a darme cuenta de que Dios me había estado esperando y de que yo había defraudado a Dios años y años, pero Dios nunca se había ido, Dios no había cambiado”.

Mis hermanos, esta es una gran noticia, esta es una maravillosa noticia. Hay una religiosa que es una gran Santa de la Iglesia y que todos ustedes conocen, Santa Teresa de Jesús, la española de Ávila del siglo XVI.

Santa Teresa no era una criminal, no lo era, no era una mujer que estuviera aquejada por terribles culpas, sólo tenía una culpa, había vivido desde los quince o dieciséis años entre monjas y monasterios, y tenía 38 años, 38 menos 16, da veintidós, llevaba más de veinte años en el monasterio con vida religiosa.

Y cuando hizo el balance de su vida, era una gran mediocre, sentía que había hecho todo lo que tenía que hacer como religiosa, todo, menos una cosa, amar a Dios sobre todas las cosas, amarlo, amarlo como se ama cuando uno recibe el tamaño de amor que Dios tiene por uno, amar, no había amado.

Santa Teresa de Jesús, siendo monja de clausura del Carmelo a los treinta y ocho o treinta y nueve años tiene su gran conversión. Uno cree que las monjas no tienen que convertirse, tienen que convertirse, y los frailes tenemos que convertirnos, y los sacerdotes tienen que convertirse, todos tenemos que convertirnos al amor vivo de Dios, porque el amor de Dios es muy,muy muy grande, y hay que recibir ese amor.

Un día Santa Teresa de Jesús estaba paseando por el monasterio y en uno de esos cuartos donde están arrumadas unas poco de figuras religiosas, se encontró una estatua que representaba a Cristo, eso no tiene nada de particular, en una casa de monjas, una imagen de Jesucristo, no tiene nada de particular.

Era una imagen que se utilizaba para algunas celebraciones, era la imagen de Cristo atado a la columna, Cristo azotado, la flagelación de Nuestro Señor Jesucristo. Y esta monja, que hoy es Teresa de Jesús, la gran Santa y Doctora de la Iglesia, espejo de amor a Dios, esta monja llevaba su vida con una gran mediocridad, pero como no había tampoco quien reclamara, tampoco se sentía mal, o mejor dicho, sí se sentía mal pero dejaba que las cosas sucedieran.

Y se encuentra con esta imagen y ve a Cristo y dice ella: “Fue como si me hubieran quitado un velo de mis ojos, de pronto me di cuenta de que cada una de esas llagas era por amor, que a Él no le tenía haber pasado eso que le pasó; todo, todo lo que le pasó había sido por amor y todo había sido por mí".

Y ella cuenta: "¡Y empecé a sentir que yo había agradecido tan mal, tan poquito y tan mal todo ese amor! Y esta fue otra que se deshizo en lágrimas y que dijo: “Dios me esperó”.

Y hoy te digo yo a ti: Dios te está esperando y te va seguir esperando, hay vida, hay gracia, hay perdón". Pero hay un último detalle en la lectura del evangelio, que yo estoy seguro de que ya estás de acuerdo conmigo en que el evangelio de hoy es una gran noticia.

Hay un último detalle que quiero que anotes. Cristo les pregunta a los sumos sacerdotes, que eran las grandes autoridades judías de la época, les pregunta: "¿Qué hará a Dios con esos administradores perversos?" San Mateo 21,40. Y son ellos los que dan la sentencia: “Los hará morir de mala muerte” San Mateo 21,41.

Noten una cosa, por favor, ¿Cristo qué hace? Cita un Salmo, el Salmo 118: "La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular” San Mateo 21,42, como diciendo, "de donde ustedes no lo creen, vendrá gracia para el mundo".

Cristo no confirmó la sentencia que habían dicho los sumos sacerdotes, fueron ellos los que dijeron: “Hará morir de mala muerte a esos malos administradores” San Mateo 21,41.


Cristo no dijo eso, Cristo lo que dijo es: “El Reino de Dios se os quitará a vosotros y se le dará a un pueblo que sí produzca frutos” San Mateo 21,43, y dice: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular” San Mateo 21,42.

Cristo, ni siquiera a sus enemigos, los que después lo llevan a la Cruz, ni siquiera a sus enemigos les dijo: “Los voy a hacer morir de mala muerte”; Cristo preguntó: ¿Qué hará el propietario cuando vuelva a la viña? San Mateo 21,40, y ellos dijeron esa sentencia.

¿Pero cuál fue el estilo verdadero de Cristo? Cuando Cristo resucitó de la muerte ¿qué hizo? ¿Se fue a la casa de Caifás? ¿Se fue a la casa de Anás a abordarlo y a decirle: "¿Usted por que me condenó?" ¿Se fue a la casa de Pilato a atormentarlo y decirle: "¿Usted por qué me dejó matar?" ¿Que dice Cristo resucitado? Se aparece a sus discípulos y les dice: “Paz a vosotros” San Lucas 24,36.

Esa es una sentencia terrible la dijeron esos sumos sacerdotes, porque ellos tenían un corazón así, pero Cristo no obra así, Cristo tiene una palabra de paz y de intercesión, incluso para sus enemigos. Y por eso yo declaro hoy, que incluso el peor enemigo de Cristo, puede recibir un día la palabra de paz de Nuestro Señor y puede convertirte.

Y esta, mis hermanos, es una noticia fantástica, es una noticia maravillosa, es una noticia que nos da mucha esperanza y mucho amor a todos nosotros.@fraynelson


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