Es reconocer con genuino gozo que todo el ser es primero don de Aquel que es.
Es no achicarse ante los grandes ni engrandecerse ante los pequeños.
Es comprender que nos debemos a un pasado, que nos hizo posibles, y a un futuro, que hemos de hacer posible.
Es buscar qué hay de cierto en cada crítica que se recibe, sin importar de dónde venga, y luego actuar en consecuencia.
Es saber recibir un elogio y un agradecimiento como un llamado al servicio y a la excelencia.
Es comprender que los tiempos malos son exactamente la ocasión para sembrar mejores tiempos.
Es callar el defecto del ausente sin dejar de mencionar la virtud del que está presente.
Es orar por un desconocido y hacer el bien al que nunca te lo agradecerá.
Es practicar el bien sin testigos--¡y sin contar después que no había testigos!
Es disculparse uno de lo de uno, aún sabiendo que otros no se disculparán de lo suyo.
Es aprender a expresarse con amor, verdad y provecho ante los que el mundo desprecia, omite o silencia.
Es esperar la claridad del día sin renegar de la oscuridad de la noche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario