martes, 25 de noviembre de 2014

Ese templo NO

Título: La belleza que Cristo quiere


Las palabras de Nuestro Señor, sirven bien para mejorar nuestra idea de belleza. "Algunos ponderaban la belleza del Templo" San Lucas 21,5. Pero, no es ésa la belleza que impresiona a Cristo, ni es ésa la belleza que a Él le interesa.
Más bien, muestra con ese lenguaje apocalíptico, cómo esa belleza está sujeta a destrucción. Una vez dijo Nuestro Señor, que había que tener nuestro tesoro en el Cielo. "Nuestras riquezas han de acumularse en el Cielo" San Mateo 6,20.
Algo parecido habrá que decir de la belleza. Hay que tener belleza celestial; es decir, aquella belleza que no es destruida, ni por las revoluciones, ni por las guerras, ni por las epidemias, ni por el hambre, ni siquiera por los grandes terremotos o las revueltas de pueblo contra pueblo. La belleza que esté más allá de las guerras, los terremotos y los odios humanos, esa es la belleza que le interesa a Cristo.
Esta belleza del Templo era una belleza mentirosa. Ese Templo era una reconstrucción demorada, paciente, que se había financiado con los dineros, sobre todo de Herodes, el Grande.
Herodes, el Grande, no pertenecía al pueblo hebreo. Él era un idumeo. Mas él, a base de intrigas, había logrado ponerse en una posición, al mismo tiempo conveniente para el Imperio Romano, y decente para el pueblo judío. Los judíos no se quedaban sin rey; les quedaba ese rey como de mentiras. Y a los romanos les convenía que estuviera un rey marioneta.
Ese era Herodes, un hombre que con una habilidad política impresionante, había conseguido ese puesto. No lo había recibido de Dios; no le importaba Dios. Le importaba su conveniencia, y mantenía su conveniencia con una hábil política. Para congraciarse con los judíos, él sabía que el orgullo nacional estaba puesto en el Templo. Por eso, le había metido mucho dinero y mucho tiempo a su reconstrucción.
Y su hijo, ese otro Herodes que mató a Juan Bautista, ese otro Herodes que se encontró con el mismo Cristo, había seguido con esa obra. Esa obra, aunque pareciera majestuosa, era la señal de un pacto traidor, era la señal de una política de zorros, era la señal de las intrigas y de lo que pueden las negociaciones humanas cuando tratan de tomar apariencia religiosa.
¡Nada de eso le gusta a Cristo! ¡Por más grande, por más alto, por más hermoso, nada de eso le gusta a Cristo!
Cristo quiere eso otro que nace de un corazón sencillo, unido, limpio, puesto totalmente al servicio de la gloria del Padre. ¡Ese es el templo que quiere Cristo! ¡Esa es la hermosura que le gusta a Cristo!@fraynelson

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