martes, 29 de julio de 2014

La mentira





Los padres tienen la obligación de educar a los hijos a no mentir inculcando el valor de la honestidad desde chicos para que así crezcan y fomenten dicha virtud.
 
La mentira, hoy en día, es uno de los graves problemas, por qué las personas se han acostumbrado a mentir, y muchas veces incluso descaradamente, sin que les importe que las otras personas, se den cuenta. En el mejor de los casos, le llaman equivocadamente”mentira piadosa”, que es la que se puede hacer para evitar daños mayores. En esta sociedad de los medios de comunicación dirigidos, tenemos que estar muy alertas, para intentar distinguir lo que es verdad y lo que son “verdades a medias”. Hay muchas cosas falsificadas que parecen verdaderas, no solamente productos, si no expresiones y discursos.

La virtud de la sinceridad, la tenemos que practicar continuamente, para que en los momentos que tengamos que ponerla en práctica, no se nos haga difícil hacerlo.
Hay una frase muy antigua que dice”la verdad os hará libres”. Enseñar a nuestros hijos a no engañar, fingiendo otra cosa, es una de nuestras primeras obligaciones. En las mentiras graves, en la divulgación de falsos testimonios y en los robos, no hay perdón si no hay sustitución por la verdad.

Estos son los 10 Consejos a los padres, para que eduquen a sus hijos en la sinceridad.

1. Siempre diga la verdad delante de sus hijos, aunque le cueste hacerlo. Arreglar los daños producidos por no haber dicho la verdad, suele ser mas costoso, que el enfrentarse a la realidad de decir la verdad. Mas vale ponerse un día rojo de vergüenza, que pasarse la vida colorado por haber mentido delante de éllos. Nunca ponga a sus hijos en situación que les induzca a mentir o a engañar, procure que en su casa haya un clima que favorezca el decir la verdad. Esta virtud les servirá para toda la vida, si se han acostumbrado a practicarla desde pequeños.

2. Si se entera de alguna mentira de sus hijos, procure analizar los motivos que les impulsaron a hacerlo. Es muy posible que su autoritarismo a ultranza, les haya llevado a tomar una actitud de autodefensa o de miedo incontrolable y por eso utilizan la mentira o las posiciones ambiguas, para no enfrentarse a los padres. A los padres le interesa conocer la condición psicología que ha producido la conducta mentirosa de los hijos. 

3. Los padres deben saber controlar sus posibles actitudes neuróticas, como la cólera exagerada, reproches, amenazas, vigencia excesiva, etc., ante la simple posibilidad de la mentira de los hijos. También deben ofrecer la suficiente confianza y comprensión a los hijos, para que no duden en admitir sus mentiras, como fallos que deben corregir. Los padres deben dejar bien claro, con su actitud, que la mentira es reprobable, pero que el mentiroso siempre puede corregirse. Ejercer el privilegio del perdón, debe ir acompañado de un fuerte propósito de la enmienda y de una reposición del daño realizado, a terceros o a uno mismo.

4. Muchas veces las mentiras empiezan como gracias o bromas, ocurrencias o astucias de los niños. Reírles esas gracias es muy perjudicial, pues se pueden acostumbrar a entender que, con mañas y astucias simpáticas o juego lingüísticos, pueden salir a flote de sus mentiras. Corte esa situación desde el primer momento y hágales saber que la mentira, por muy adornada y oculta que esté siempre sale a flote. Un viejo refrán dice “Antes se le alcanza a un mentiroso que a un cojo”.

5. Los padres deben evitar obligar a mentir a los niños ante terceros, para favorecer a los padres, incluso en cosas de pequeña importancia, pues eso les hace creer que hay dos grados de mentiras: las de los padres y las de los hijos. Por ejemplo la típica frase de cuando alguien llama por teléfono ”Dile que no estoy”.

6. Para eliminar las continuas mentiras, los padres deben evitar una educación excesivamente severa y represiva, que pretenda corregir los más mínimos defectos, multiplicar las advertencias y prohibiciones, ya que eso malogra la autoridad. Debe haber pocas normas, pero bien definidas, para así poder mantenerlas con mas firmeza y asegurar su aceptación y cumplimiento.

7. Educar abiertamente para la franqueza, la donación y la confianza mutuas, es lo que garantiza el equilibrio y la felicidad en el hogar. Estas y otras virtudes, son el compendio de lo que los padres tienen que aprender a desarrollar, primeramente en sus relaciones matrimoniales, para después aplicarlas a las relaciones con sus hijos. Estas virtudes se aprenden consultando los libros especializados y preguntando a personas de confianza, que se suponga que están bien formadas en las relaciones matrimonios y entre estos y sus hijos.

8. Todos los días tendrá la oportunidad de leer en los periódicos, televisión o Internet, ejemplos verdaderos, de personas que han mantenido su verdad con heroísmo o simplemente, que han hecho algún bien a la sociedad manteniendo su verdad. Comente y explique a sus hijos estos actos y hágales ver todas las ventajas que la sociedad ha ganado, con la decisión de esas personas. Estos comentarios, darán a sus hijos un valor adicional de sociabilidad, que les ayudara a andar correctamente por la vida.

9. Un tema difícil que tienen los padres que explicar a sus hijos, es el concepto de ser “chivato”. Sobre todo, cuando alguien está presionando, para que a través de exigir una verdad conocida, se produzca un castigo a una tercera persona. La verdad en este caso, puede ser ocultada cuando las consecuencias de ocultarlas no son graves. Si fueran a ser graves, como por ejemplo, denunciar un acto criminal que se ha visto, no hay ninguna duda que hay que contestar la verdad, para que la sociedad castigue a quien lo haya hecho y no vuelva a repetirlo. Esto es distinto, a contestar rápidamente cuando los padres preguntan, quien ha sido el hermano que ha metido el dedo en el pastel.

10. Los padres tiene que hacer que sus hijos se vuelvan valientes ante las situaciones de la mentira y que realicen, con toda normalidad, actos de valentía cotidiana. Cuanto más valientes les hayamos enseñado a ser, mas capacidad de resistencia tendrán, para enfrentarse al habitual mundo de la mentira. Su actitud inspirará a otros jóvenes a no mentir y poco a poco, irán viendo la parte positiva que aporta el llevar una vida valiente, al margen de la mentira.

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Siempre se ha dicho que el lenguaje diplomático está compuesto de medias verdades, de sutiles evanescencias y subterfugios evasivos. La prudencia exige, en casos, recurrir al arte de responder sin contestar, es decir, no decir mentira sin proclamar tampoco toda la verdad. Es un recurso para salir del paso sin traicionar los intereses que uno defiende. Esto tiene cierta justificación. Pero ahora se ha dado un salto cualitativo y se ha pasado a consagrar la mentira como un arma para conquistar el poder y mantenerlo.

La eficacia de este recurso es sorprendente y revela la falta de cautela con que proceden a veces las personas bienintencionadas. En fecha no lejana, alguien reprochó públicamente a un autor el no haber incluido en su obra a un grupo de pensadores. Procedió con evidente ligereza, si no con aviesa intención, ya que tales autores habían sido ampliamente tratados en el libro. Este juicio adverso se grabó, sin embargo, en la mente de muchos colegas, incluso de algunos que habían leído el libro. «¿Cómo es posible –confesó uno de ellos, sorprendido y humillado ante sus propios ojos- que haya caído yo en tal error?» Ha caído, sencillamente, por la fuerza de arrastre que posee el lenguaje.

La tendencia a falsificar deliberadamente los datos para conseguir reportajes sensacionales llega, en casos, a extremos cómicos. Recientemente, un diario europeo de prestigio publicó una crónica en la que un periodista bien conocido daba cuenta del fallecimiento repentino de un prelado español, muy popular, y, para conceder a su escrito cierta «originalidad», se permitía atribuir la causa de su muerte a una no menos famosa institución religiosa. Las interpretaciones no siempre resulta fácil refutarlas, pero un fallecimiento queda desmentido rápida y drásticamente por la excelente salud del interesado. Al ser increpado el periodista por semejante yerro, contestó tranquilamente que había tenido noticia de que tal eclesiástico había sufrido un infarto y, al redactar la noticia, se le fue un poco la mano…

La eficacia del recurso de la mentira propalada sin vacilación alguna fue puesta al descubierto y valorada positivamente por diversos especialistas en estrategia política. Lennin no se recató de afirmar que la verdad es un prejuicio burgués y la mentira presenta una gran eficacia y debe ser movilizada cuando sea preciso. De ahí su máxima: “Contra la cuerpos, la violencia; contra las almas, la mentira”. Para Goebbels, difusor de la mentalidad nacionalsocialista, “una mentira repetida en la forma prescrita por la táctica de la manipulación acaba siendo creída por todos”. 

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