miércoles, 4 de marzo de 2015

Quejica como Jeremias



Jeremías nos presenta en el Antiguo Testamento, tal vez, la imagen más nítida de la Pasión de Cristo, y por eso de él podemos aprender a valorar el sacrificio de Nuestro Señor y podemos ayudarnos a entender qué significa eso de “dar la vida”.
¿Cuál es la situación concreta de Jeremías? Yo lo diría con una expresión sencilla, quizá demasiado popular: “No se puede ser puente, sin ser sándwich”. Y uno sí quiere ser puente, uno sí quiere, seguramente, que Dios pase a través de uno, y que las necesidades de los hombres encuentren respuesta, consuelo y auxilio en Dios.
Pero esto significa quedar en medio, y cuando uno queda en medio del ímpetu del pecado y del ímpetu del amor, ese doble ímpetu, esa especia de sándwich, lo aplasta a uno. Por eso jeremías se queja tanto, por eso se habla de “lamentarse más que Jeremías”.
Esa quejumbre tiene su razón de ser, tiene su explicación, en ese sentir al mismo tiempo la opresión del pecado y la opresión del amor.
Para hacer harina se requiere moler, someter a presión, si se toman los granitos de trigo y se les dice: “Pobrecitos granitos ¿por qué no se vuelven harina?” No se logra harina... Si uno toma los granitos de harina y les dice: “Granitos, necesito harina”, no se hace harina.
Si con toda dulzura se les habla: “Granitos, hay muchísima hambre, necesitamos harina”...Ahí siguen los granitos y no llega la harina. La única solución es coger los granitos.... ”¡Y permiso, permiso que nos toca molerte!”.
Así pasa también en la Eucaristía, para hacer la hostia hay que hablarle con mucho cariño a los granitos, pero hay que molerla; y para hacer el santo, para hacer la santa, y para hacer una iglesia, para hacer una comunidad religiosa y para hacer una consagración, hay que “moler” a la persona.
Pero los que saben de molienda, saben que si se echan unas gotas de agua, si se remoja, si se ablanda el maíz, será la misma molienda, pero será más fácil para el que muele y es menos doloroso para el molido.
Lo mismo pasa en nuestras vidas. Cuando llega el agua, cuando estamos empapados del Espíritu, Dios nos muele, o sea, ¡molidos vamos a quedar de todos modos, de eso hay que partir¡ Dios nos muele, pero en ese molernos, la harina sale como sin dolor, y sí se destruye el grano de trigo, pero se destruye sin ruido, sin maldición, sin quejumbre.
Si nosotros estamos empapados cuando llega la molienda, sale la harina, pero sale sin quejumbre, sin recriminaciones. ¿Cuál es la diferencia entre Jeremías y Jesús? Que Jeremías no estaba ungido, no estaba empapado suficientemente del Espíritu para la misión a la que Dios lo tenía destinado, es decir, aunque fuera santísimo varón este Jeremías, todavía no se había comunicado la plenitud del Espíritu.
Y para ser realmente mediador entre Dios y los hombres, para ser realmente Cristo hay que ser absolutamente del Espíritu, y eso es lo que tiene Jesús y eso es lo que todavía no tenía Jeremías, por eso él se quejaba tanto.
Humberto Romanis, el famoso predicador, quinto Maestro de nuestra Orden, refiriéndose a los religiosos, decía: “Cuando les falta el aceite de la caridad, van chirreando como las ruedas de una carreta desvencijada”. Y eso es así.
Cuando a la religiosa, cuando al religioso le falta aceite, se le mueve un poquito ¿y qué sale? Una queja, un lamento, una recriminación, un rencor, una suspicacia, inmediatamente entra a juzgar: "Esto me lo han mandato por esto y lo de más allá, ella creerá que..., él estará pensando que...., pues bueno, yo esta vez le doy gusto, pero me va a oír."
Todo esto son las quejumbres, los chirridos, de una rueda mal aceitada. La unción, el aceite del Espíritu, hace que la rueda se pueda mover sin tanto ruido y ese es el tipo de religioso o de religiosa que le da agilidad a una comunidad.
Porque una comunidad hecha de ruedas sin aceitar, se vuelve muy ruidosa, escandalosa. Y sí el superior no tiene modo de comunicarse ése Espíritu a sus súbditos, –utilicemos esa terminología drástica-, si el superior no tiene cómo comunicar esa gracia de Espíritu, y si él mismo está fastidiado en sus oídos, entonces ¿qué empieza ha hacer? “No movamos mucho a la gente..., esta no la movamos, que empieza a hacer su escándalo y se queja, y llega a hacer ruido y a escandalizar, entonces no la movamos”.
¿Pero qué le pasa a una comunidad religiosa cuando: "A esta no la movamos", "a esta no la mandemos", "a ésta no le digamos", "a ésta no se le puede corregir"? ¿Qué le pasa a una comunidad religiosa? Le pasa lo mismo que a una persona cuando sus articulaciones no le funcionan, eso se llama una artritis, probablemente reumatoidea, entonces no se puede mover, por consiguiente, la congregación, la comunidad entera se vuelve pesada.
Y esto se vuelve un problema muy grande, porque mientras nosotros estamos así, pesados, y no nos podemos mover, el pecado anda en moto, el pecado vuela, la corrupción cunde, lo menos que tiene el diablo son buenas bicicletas, eso es lo menos que tiene.
De manera que mientras los pasos del Evangelio van en cámara lenta, porque "a este no se le puede decir", "porque a este no se le puede pedir", "a esta no la vamos a cambiar", "con él es imposible", "déjelo ahí donde no haga ruido"; mientras nosotros estamos con esa artritis, el demonio hace aeróbicos, está ágil, y con esa agilidad corre y llega primero que nosotros a las vidas.
Entonces, ¿qué es dar la vida? Dar la vida es empaparse de Espíritu para que Dios me muela, y es ungirme en el Espíritu para que Él me pueda moldear, me pueda llevar, me pueda conducir. Esto no es todo lo que se pueda decir sobre este tema, pero quizás sea provechoso escucharlo en un día como hoy.
Que Dios haga caer su Espíritu sobre mí, sobre cada una de ustedes, que Dios haga caer su Espíritu, que cada una pueda hacerse blanda para Dios. La cera del lacre, por ejemplo, sólo recibe el sello cuando está blandita.
Puede llegar Cristo, pero si el lacre está frío, seco, inmóvil, llega el sello de Cristo y a lo sumo, parte el lacre, parte la cera, pero no le imprime su sello.
Es necesario ablandarse, es necesario recibir amor, es necesario arder de amor, es necesario estar blanditos, para que cuando llegue la cara de Cristo, esa cara quede en nosotros para gloria del Padre.
Así sea.

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