El Profeta Oseas nos presenta una oración de arrepentimiento que hace el pueblo de Dios: "No volveremos a llamar Dios a la obra de nuestras manos" Oseas 14,2, y dicen también: "No nos salvará Siria, no montaremos ya a caballo" Oseas 14,2.
Eso del caballo es simpático. Los israelitas nunca fueron buenos jinetes, ellos luchaban siempre de a pie y había veces en que les ganaban en la guerra otros pueblos y entonces sacaron una concusión: Los otros pueblos nos ganan porque tienen mejores armas ellos si van a caballo, mientas que nosotros vamos de a pie.
Entonces empezaron a creer que sus victorias vendrían cuando ellos fueran buenos jinetes, cuando fueran mejores guerreros y esto hizo que pusieran en los caballos su confianza.
Desde luego que nosotros no miramos hoy los caballos, ni el montar a caballo lo miramos de la misma manera, pero nosotros tal vez sí seguimos pensando que si tuviéramos tal o cual cosa, entonces sí seríamos buenos; si nos dieran tal o cual cosa, entonces sí venceríamos.
Si se nos concedieran tales herramientas, si nos asignaran a tal lugar, si nos permitieran trabajar con tal o cual persona, si nosotros tuviéramos el amor o el afecto de zutano o de fulano, si nosotros contáramos con tales amigos o alianzas, entonces sí.
Entonces estamos repitiendo la historia del pueblo de Israel. Seguimos creyendo que si se nos dieran caballos, cada uno tiene alguna palabra para nombrar esta desconfianza en Dios; si se nos dieran caballos o si se nos dieran herramientas, o amigos, o afectos, o plata o lo que sea, entonces sí.
No, no es por ahí el camino. El camino es precisamente creer que aunque tuviéramos todos los medios y todas las herramientas, si no amamos a Dios con todo el corazón, todo será perdido.
Y al contrario, si amamos a Dios con todo nuestro ser, aunque parezca que no tenemos nada, en realidad lo tenemos todo.
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