viernes, 27 de febrero de 2015

Para ya! Y recapacita......


Las palabras de Jesucristo nos invitan a un examen más cuidadoso de nuestra conciencia. Si la Ley de Moisés miraba a las obras, esta nueva Ley, esta propuesta de Jesucristo, en cierto sentido es más exigente: no se trata solamente de lo que haces, sino del corazón con que lo haces; no se trata solamente de tus obras, se trata especialmente de tus intenciones.
Y aquí aparece como una especie de sorpresa para nosotros, algo que nos deja espantados. Si la Ley de Moisés no la pudo cumplir el pueblo de Israel, y eso está claro, ¿quién podrá cumplir esto que dice Jesucristo?
Si la Ley de Moisés, como dice San Pablo, realmente condujo a que llegáramos a una conclusión, que está en la Carta a los Romanos y en la Carta a los Gálatas, y en otro poco de lugares, nos llevó a la conclusión de que no es uno justo, ni uno solo, si eso parece estar más allá de las fuerzas humanas, ¿ahora qué será de nosotros cuando Cristo dice: "Pues mire, es que es más exigente todavía: No es solo que no mates, se trata de que no estés peleado con tu hermano, se trata de que no salga de tu boca una sola palabra que pueda lastimar, difamar, herir a tu hermano.
Hasta allá no llegaba la Ley de Moisés, la Ley de Moisés no exigía tantísimo, ¡qué será de nosotros ante esto que nos dice, ya no Moisés, sino Jesucristo! Los escribas y los fariseos eran exigentes, el mismo Cristo dijo en otra ocasión: "Tenen fardos pesados y se los ponen en los hombros a los demás" San Mateo 23,4.
Y ahora nos dice Cristo: "Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis al Reino de los Cielos" San Mateo 5,20.
¿Quién puede ser mejor, donde hay tantas exigencias en esa Ley? Realmente nos deja casi desconcertados esta exigencia de Jesucristo; ante este nivel, ante este estándar de Jesucristo, por Dios, ¿qué podremos decir nosotros? Cristo nos lleva a despertar la conciencia, Él quiere una Ley que sea aún más perfecta, y más perfecta en este caso también significa más exigente que la de Moisés.
¿Por qué hablaba así Jesucristo? Porque Jesucristo, junto con esas nuevas exigencias, traía una nueva manera, un nuevo modo, una nueva fuerza. La Ley de Moisés tenía exigencias menores que la de Cristo; pero no daba la ayuda, no daba la fuerza para poder cumplir lo que pedía esa Ley; la ley de Cristo puede exigir más, porque el mismo Cristo da la fuerza, da la vida, da la gracia para eso más.
En este mismo Sermón de la Montaña, del que fue tomado el evangelio de hoy, dice Cristo aquella expresión famosa: "Habéis oído que se os dijo no adulterarás. Pero yo os digo que el que mire a una mujer deseándola en su corazón, ya adulteró con ella" San Mateo 5,27, una exigencia más alta, ¿pero qué está indicando esa exigencia? Que el nuevo lugar de la alianza no son las obras sino el corazón.
Así como quiere Cristo un corazón que no tenga una intención impura para con la mujer, así también Cristo quiere un corazón que tenga palabras limpias con el hermano. Un corazón que tenga sentimientos buenos de caridad, de fraternidad, de generosidad para con el hermano.
La nueva Ley, -podemos sintetizar esta primera parte de nuestra enseñanza así-, la nueva Ley, la que trae Cristo es más exigente, por una parte; pero por otra parte, está más cerca de nosotros, porque es una Ley que toca y que transforma el corazón; y el corazón que goza de pureza, tanta pureza como para no desear la mujer del prójimo, ese corazón nunca va a cometer el adulterio que prohibía a la Ley de Moisés.
De modo que cuando el corazón sea renovado, será renovada la vida; cuando el corazón sea distinto, serán distintas las obras; cuando el corazón haya cambiado, serán diferentes nuestros actos. Puede decirse que la Ley de Moisés empezaba por los actos, como para que la gente supiera qué corazón necesitaba.
La Ley de Cristo, ésta que se promulga con su Pascua y con la predicación de los Apóstoles, empieza por el corazón: si tu corazón ha cambiado, si estos son los sentimientos de tu corazón, entonces todo lo que deía Moisés se va a cumplir.
Ese es el verdadero sentido de lo que dice San Pablo, por ejemplo, en la Carta a los Romanos: "Amar es cumplir la ley entera" Carta a los Romanos 13,8; ese es el verdadero sentido de la frase de San Agustín: "Ama y haz lo que quieras", una frase lindísima, "ama y haz lo que quieras". "Ah, pues entonces voy a hacer lo que quiera"; pregunta: ¿amaste?
Y en nuestra fe cristiana hay una medida para el amor, está ahí en la Biblia, precisamente en esos acontecimientos que vamos a recordar en la Semana Santa, Cristo dice a sus Apóstoles: "Este es mi mandamiento, que améis como yo os he amado" San Juan 15,12, ¡pequeña medida! ¿no? "Como yo os he amado" San Juan 15,12.
Si existe ese amor en ti ama y haz lo que quieras si tu corazón ha sido renovado con ese género de amor Si existe ese amor en ti, ama y haz lo que quieras; si tu corazón ha sido renovado con ese género de amor, ama y habrás cumplido la Ley entera. La renovación empieza en el corazón, y en ese sentido el cristiano tiene un nivel, una altura, una estatura mejor que la de los escribas y la de los fariseos.
Necesitamos un nuevo corazón, necesitamos que Dios nos cambie el corazón, que nos cambie nuestros afectos, que nos cambie nuestros proyectos, que nos cambie nuestros recuerdos, que nos cambie nuestros deseos, necesitamos un nuevo corazón.
¿Para qué predicó Cristo así? Para que todos entendiéramos que lo que Él viene a traer es eso, un nuevo corazón. Desde esa novedad del corazón todo lo demás es posible, porque qué sacamos con que la Ley me diga: "No robes", mientras el corazón me grita mañana, tarde y noche: "¡Roba, roba, no seas tonto! ¡Porque si no lo haces tú lo hace otro, roba, es tu oportunidad!"
¿Qué sacamos, con que haya una ley afuera que diga: "Eso esta mal hecho", "eso es una vergüenza", "eso es una deshonra", "Dios lo prohíbe", "te vas a condenar", esas palabras afuera, ¿qué poder pueden tener si adentro hay ese susurro que en últimas vienen del infierno: "Roba", "miente", "desquítate", "véngate", "aprovéchate"?
¿Qué vamos a hacer? Lo único que puede salvarnos es un nuevo corazón, y esa es una justicia más grande que la justicia de los escribas y la de los fariseos.
La primera lectura nos cuenta que para llegar a eso es necesario un verbo, que es el verbo propio de la Cuaresma: "recapacita": "Si el malvado examina sus obras, se convierte de su mala vida, vivirá" Ezequiel 18,27, recapacita. Yo creo que es el verbo que necesitamos.
¿Qué es recapacitar? Esta es la segunda y última parte de nuestra enseñanza. Vamos a concretar lo que es recapacitar en tres punticos, porque la Cuaresma es un tiempo para eso, para recapacitar.
Recapacitar es una cosa maravillosa, recapacitar es mejorar el rumbo de la vida; recapacitar es dejar de hacer daño a mucha gente; recapacitar es empezar a vivir bienes que uno no conocía; recapacitar es abrir puertas a una vida nueva; recapacitar es un verbo maravilloso; recapacitar es tomar en serio la voz de Dios que sigue hablándote en tu conciencia.
Tres puntos sobre recapacitar, sobre lo que significa recapacitar y cómo recapacitar. Recapacitar, por una parte, supone detenerse, hay que parar, hay que retirarse, ¡detente! ¡Para! No se puede recapacitar mientras se está abrumado por el curso de los acontecimientos, ¡para!
Hay un doctor norteamericano, un médico muy prestigioso de apellido Nathanson, este doctor fue reconocido con el triste título del rey del aborto, él practicó más de cinco mil abortos en un país que permite este género de crímen y que no lo penaliza, Estados Unidos, pues por lo menos en muchos estados.
El doctor Nathanson practicó, él mismos, más de cinco mil abortos. Siempre tenía la razón de su lado, estaba clara la ley, estaba claro el permiso, estaba claro que era legal, afuera todo estaba claro.
De manera que este hombre era una máquina de hacer abortar. Un día el doctor Nathanson no pudo practicar alguno de esos abortos, se le complicó alguno de esos casos, casi muere la persona implicada, la señora implicada. El doctor Nathanson se tomó un tiempo, el tiempo que le salvó la vida a él, él no salvó vidas, por lo menos esas cinco mil, no salvó.
Viendo lo que estaba sucediendo, se detuvo, hizo este pequeño propósito, que es ridículo ante la magnitud de crímenes que cometía: "Voy a suspender durante un tiempo eso, voy a parar". Lo primero para recapacitar es: ¡pare! ¡Deténgase! Se detuvo: "No más abortos en este mes, no más". Esa es la primera necesidad para recapacitar.
Sólo cuando nos detenemos podemos tomar suficiente distancia, mirar con otros ojos lo que hemos venido haciendo, tomar una perspectiva diferente, poder mirarnos desde fuera, eso es lo que se logra cuando se recapacita, detente, que no es simplemente deja de actuar, sino detente es, toma distancia, mira desde fuera, oye otras opiniones, para, para.
Es muy curioso que la Iglesia Católica año tras año nos repite esta propuesta, en el momento en que predico estas palabras, el que es pastor de los pastores, vicario de Jesucristo y sucesor de Pedro, está así, en un pare, está en retiro espiritual el Papa en estos días.
Parar, el Papa que creo que es el hombre más ocupado del mundo, para, se detiene, está haciendo retiro espiritual estos días. Gracias a los medios de comunicación, muchos de los que estamos aquí nos hemos enterado sobre las predicaciones que escucha el Papa.
El Papa no sólo predica,él oye también; y se sienta a oír predicación, -está predicando un obispo vietnamita-, entiendo yo, está predicando al Papa, y el Papa se sienta y escucha y hace silencio, ora.
Y Cristo no pasó de la carpintería a los milagros. Fue, recibió el bautismo de Juan y una detención: ¡para!, cuarenta días al desierto. Esa es la Cuaresma, claro que es muy difícil suspender todas actividades cuarenta días, no lo podremos hacer, pero el detenernos, el parar sí hay que hacerlo un momento.
¿Parar que significa muchas cosas: dejar de trabajar, dejar de hacer lo que hacemos, pero también hacernos preguntas, escuchar otras versiones, reflexionar sobre una cosa muy importante: reflexionar en el desenlace de los que van delante, ¡eso sí que es sabio!
Dice la Carta a los Hebreos: "Y meditando en el desenlace de vuestros superiores, imitad su fe" Carta a los Hebereos 13,7. Uno tiene que pensar eso: "A ver, ¿yo por qué camino voy?" Vamos a suponer una persona que está dedicada,a qué séyo, al alcohol, por ejemplo. "Bueno, los que van por mi camino, los que ya han recorrido esto, ¿en qué paran? ¿Qué les sucede? ¿Hacia dónde van?"
Yo digo, si una muchacha hiciera esto, por ejemplo, una universitaria, hiciera esto, empieza por el jueguito, empieza por la promiscuidad, y al principio todo parece normal, si esa muchacha se detuviera y pudiera abrir los ojos y se hiciera solamente esta pregunta: "Las que empezaron como yo estoy empezando, ¿dónde están ahora?" Esa pregunta salva vidas.
"Las que empezaron, así, ¿soy la primera que vivo esto? ¿Este jueguito, esta tontería, caricita va, caricita viene, con el uno, con el otro, cambio de novio como cambiar de ropa, las que empezaron como yo estoy ¿en qué van? ¿Qué les ha pasado? ¿En dónde están? ¿Soy la primera? No".
"Hay mucha gente que ha seguido este camino y yo voy detrás de ellas, ¿y a ellas qué les está pasando ahora? ¿En dónde están? ¿Qué están haciendo? ¿Qué les duele? Que les pasa?" Reflexiona en el desenlace de tus superiores, de tus líderes, reflexiona.
Yo digo, si nosotros reflexionáramos en qué pasa con las personas que van delante, estoy seguro que le quitaríamos todo nuestro entusiasmo a la mayor parte de nuestros líderes.
Usted va detrás de una persona, por ejemplo, pensemos en el mundo del trabajo, no todo tienen que ser grandes pecados ni terribles tragedias.
Si usted va detrás de una persona, si su compañero constante de trabajo es un hombre que vive ocupado, que siempre está ocupado y tiene el hogar hecho un desastre, y es el tercer hogar que intenta hacer, porque su luz es el trabajo, y usted va detrás de él, y va con él, y va delante, y ese su ídolo, así usted no lo sepa, así usted no lo diga, ¿qué cree usted que le va a pasar a su hogar? El desenlace del líder suyo es el desenlace que le espera a usted.
Mire usted cómo están terminando los que hace rato empezaron por donde usted va, mire eso, reflexione en ese desenlace. Eso es fundamental, parar, recapacitar es parar y reflexionar en todas estas cosas: "¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué lo estoy haciendo?"
Hay un ejemplo espantoso, que yo lo digo de tanto en tanto, quizá por la impresión, el impacto psicológico que me causó. El de aquella muchacha aquella que estuvo en un grupo satánico, una muchacha drogadicta, sólo Dios puede juzgarla, desde los trece años metida en todo tipo de cosas, los mejores años de su juventud para Satanás y para las drogas.
Cuando ya estuvo en el grupo ese, pues obviamente, había lo que hay en los grupos satánicos, incluidos los sacrificios humanos.
Yo tuve que tratar a una persona de esas. Cuando un día le dicen los jefes de esa secta, que entre otras cosas que ya está aprobada como religión en los Estados Unidos, -yo no entiendo a los Estados Unidos-, cuando le dicen los jefes de esa secta, que si les ayudaba a conseguir al hermanito de ella, que tenía la edad perfecta para el sacrificio; y esta muchacha, que había cometido todos los excesos que seguramente ni ustedes ni yo conocemos a los dieciséis o diecisiete años.
Esta muchacha, a los diecisite años, como que paró un momento; ella no amaba a la mamá, no amaba al papá, odiaba a la Iglesia, no creía en nadie, por la única persona que tenía una brizna de cariño era por el hermanito.
Esa propuesta, desde luego, demencial de este grupo, la hizo recapacitar, y mientras ella estaba recapacitado en eso, la mamá, que no sabia en qué pasos andaba la hija, porque la mamá vivía ocupada en otras cosas, se le ocurrió proponerle a la hija que la acompañara, porque iba a venir un Padre, el Padre Darío Bentancourt, que iba a hacer unas predicaciones y que fueran allá.
Esta muchacha estaba tan supremamente confundida con lo de su secta, que no encontró una razón para decirle a la mamá que no, y allá resultó. Y estando allá, entre los sacerdotes que estábamos confesando, estaba yo, nunca entendió, nunca supo por qué resultó haciendo una fila para la confesión, y resultó hablando conmigo, entre otras cosas, para decirme que me odiaba, yo no he visto tanto odio en muchas caras, bueno, una cosa monstruosa, en fin.
Bueno, lo que quiero decir es, el detenerse, el poder detenerse, el poder decir: "¿Pero qué es lo que está pasando? Yo, al fin, ¿qué es lo que estoy haciendo? ¿A qué es que estoy jugando? este es el momento de la luz.
Y: "Si el malvado recapacita y se convierte, tendrá vida" Ezequiel 18,27, dice Jesús, bueno, dice propiamente el Espíritu Santo por boca de Ezequiel. Este es el primer elemento del recapacitar. Pero eso, que ya es muy grande, todavía no es todo.
Lo segundo, el verdadero recapacitar supone un acto maravilloso, un acto de pedir, pedir; la vida cambia cuando uno pide ayuda, cuando uno pide luz, cuando uno pide un consejo.
Los que estamos aquí somos todos muy distintos, pero les puedo asegurar que si aquí estamos cuarenta personas distintas, hay cuarenta especies de soberbia distintas en nosotros. Todo ser humano tiene su soberbia; el uno porque es un hombre, "no me dejo de nadie"; el otro, porque es estudiado; el otro, porque es sacerdote; el otro, porque es piadoso, cada uno de nosotros tiene una razón para no oír y para no pedir.
El evangelio de estos días decía,reo, decía de ayer, c hasta yo me acuerdo de la gramática decía: "Pedid y se os dará" San Mateo 7,7, ese es un mandato de Cristo:¡Pedid!; hasta yo me acuerdo de la gramática, ese modo verbal se llama imperativo: ¡Pedid!
Es una cosa muy curiosa, Dios nos ordena que pidamos, casi siempre hemos visto eso como una opción que Dios nos da, como quien dice, "Si le parece, pida"; pero el evangelio no dijo: "Si le parece".
Yo en estos días estoy estudiando griego, por unas clases que estoy dando, la conjunción que se dice "si le parece" se dice έαη (eán) en griego, ese es un condicional; "si le parece"; pero en griego no dice así, lo que dice es el imperativo: "¡Pida!"
No es la primera vez que Dios pone un imperativo tan raro, en el profeta Isaías nos encontramos con un paso semejante, el profeta le dice al rey Ajaz: "Pida una señal en lo alto del cielo o en lo profundo del abismo, pida una señal, que Dios le quiere mostrar que está con usted" Isaías 7,10-11.
Y Ajaz contestó: "No, yo no pondré a prueba al Señor pidiéndole una señal" Isaías 7,12. Isaías monta en cólera y le dice: "¿A usted no le basta aburrir a la gente, que quiere también aburrir a Dios?" Isaías 7,13; no le basta cansar a la gente, yo creo que eso hace falta que alguien nos lo recuerde.
Dios dijo: "¡Pedid! Hay que pedir", pero uno no pide, ¿Y por qué no pide? Pues porque no necesito; no, uno no pide porque es aut suficiente, porque uno dice: "Yo sé cómo salir de mis problemas, yo solo mato mis pulgas, yo tengo las cosas claras en la vida, yo sé para dónde voy, yo sé..." Yo, yo y yo.
Recapacitar es un tiempo para pedir ayuda, "-¿usted qué pierde?" "-Pues sí, pierdo mucho, pierdo..." Pierdo es el coraje y la soberbia que tiene, pero va a ser libre. ¡Pida! ¿Usted qué pierde con decirle a Dios eso: "Señor, por favor, ilumíname, muéstrame, haz que mi entendimiento se abra".
Cuando Jesús se encontró con esos discípulos de Emaús, ellos tenían todas las respuestas. Mire: "Jesús era un gran profeta en palabras y señales, creíamos que Jesús iba a ser la esperanza de Israel, pero a Jesús lo mataron, y ahora dicen las mujeres que resucitó, ¿pero quién va a creer eso?" San Lucas 24,19-24.
Ellos ya tenían todas las respuestas, y Jesús empieza por decirles: "Ustedes sí son muy torpes para entender la Escritura, -así empieza-, qué necios y torpes sois para entender lo que anunciaron los profetas" San Lucas 24,25.
Esa es una ofensa a la soberbia humana ¿cierto? "Torpes, no han podido entender; lo que yo he querido decir, usted no lo ha entendido, usted es un poquito torpe, cerrado, ¿no?". Y uno está acostumbrado a que: "Un momento, yo tengo una preparación, yo tengo mis derechos, yo tengo... Pero Jesús como que no es muy respetuoso con todas esas debilidades humanas.
"Torpe, usted me salió como torpe, no me ha entendido la cosa", está por morirse de viejoy no me ha entendido, torpe"; cuando ya le dicen a uno como unas cuatro o cinco veces, ya uno empieza a decir: "¿Será que es como conmigo la cosa?"
Jesús a veces era así, como muy distinto de lo que uno se imagina, incluido yo. Jesús tenía algunas cosas que a veces uno no se explica, por ejemplo, ese trato con los Apóstoles, a veces era así, como un poquito fuerte, como que los chuzaba un poco, y resultaron allá diciendo: "Señor, explicanos esta parábola ¿Ustedes no entendieron esta? ¿Cómo van a entender las demás? San Marcos 4,13, así les dijo Cristo.
Así les dijo cristo. Cristo no es hombre de andar con muchos elogios, ni con muchas relaciones humanas, por lo menos no es lo que yo veo en el Evangelio. A estos de Emaús les empezó con un tratamiento así, al orgullo, como al boxeador que golpea a la ceja herida: "Salieron ustedes como bastante negados, ¿no? Ya es bastante tarde para entender cómo es que es la vida, no?"
Y uno se pone a pensar y se siente insultado, pero de pronto, recapacita, que es lo que hizo San Agustín, por eso cuando San Agustín escribe "Las Confesiones", tiene esa oración. que es lo más bello de la Iglesia Católica: "Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé". Entonces, sí le estaba cogiendo la noche, casi se le acaba la vida a usted y no entendía cómo era al fin, ¿no?
Después de ese tratamiento de torpeza, entonces ya estos discípulos como que se aplacaron un poco, quitaron su soberbia, y siguieron caminando con Él. Y Cristo empezó a contarles: "Miren, Moisés hizo esto, David hizo esto", está haciendo una catequesis bíblica, imagínese, ¡enseñados por Cristo! ¿Qué lindo, ¿no?
les hizo a una catequesis bíblica extraordinaria, y ya cuando iban llegando al poblado, entonces Cristo dijo: "Bueno, nos vemos, como ya ustedes saben tanto, nos vemos". Ya ellos habían cambiado, ya no eran los de las respuestas.
¿Qué hicieron? ¡Pidieron! Eso es lo segundo, le pidieron a Jesús: "Ay, quédate hombre, quédate con nosotros, mira, ya se hizo de noche, quédate" San Lucas 24,29.
¡Qué petición tan linda esa! Yo creo que esa la tiene que hacer uno, sobre todo cuando uno ve que la vida sí es verdad que se acaba, y que a uno la vida le puede acabar a uno mal, es que la vida no tiene que acabar bien.
Yo he conocido demasiados viejos amargados, solos; demasiadas viejitas cargadas de problemas como de arrugas. O sea que la vida, ustedes no crean que existe una especie de sistema automático que organiza la vida, y que hace que todos los viejitos acaben bien, yo he conocido demasiados viejitos que además de viejito, y torpe, y traumatizado, pero eso sí, feo.
Usted no piense que la vida se organiza sola, la vida no se organiza sola, la vida puede acabar muy mal y muy amarga, y Satanás quiere eso para llevarnos a la desesperación.
De manera que hagamos esa súplica al Señor, uno recapacita y uno dice: "Bueno, a ver, ¿qué va a pasar conmigo? Ya paré", esa es la primera parte; lo segundo, es pedirle: "Ay, Señor, quédate conmigo".
"¿Cuántos años me quedan en esta tierra? ¿Cuál va a ser el futuro mío? ¿Yo qué voy a hacer?” Y me pongo a pensar, por ejemplo, en esa que ha hecho trampa toda la vida, y llegan a una vejez en que nadie los quiere ni quiere meterse con ellos, eso es muy triste; o esa gente que ha jugado al amor, ¿no? Con unos y con otras, han jugado al amor y llegan al final de su vida, eso es muy amargo, es muy frío.
Entonces es muy bueno en un momento pararse y pedir, y pedir ayuda, como los discípulos de Emaús, y decir: "Señor, yo creí que tenía todas las respuestas, pero yo ahora me doy cuenta de que tengo demasiadas preguntas". Y decirle a Cristo: "Mira, no sigas tu camino, no te vayas, hombre, no me dejes". Eso se lo dijeron estos discípulos: "Quédate, quédate, ya se me hizo de noche".
Eso hay que decírselo a Cristo: "Mira, ya se me hizo de noche", ¿eso qué significa? Eso tiene un significado alegórico y místico muy lindo: "Mis luces ya se acabaron, Señor, tú ahora vas a ser mi luz; ya va llegando la noche, ¿y en la noche quién me va a alumbrar? Ya se me acabaron mis luces, ya hice mis intentos, ya quemé mis cartuchos, aposté mis cartas, no me salieron; Señor, quédate conmigo, quedate; vamos a ver si a tu manera podemos rescatar a esta vida, a ver si rescatamos esta vida".
Y Jesús se quedó con ellos, y entonces se sentaron a cenar, y cuando estaban en la cena, Jesús bendijo y empezó a partir el pan, y ahí lo reconocieron: "Es el Señor" San Lucas 24,31, esa es la tercera parte, el tercer punto: el recapacitar, es llegar ahí, hasta reconocer a Jesús.
¿Por qué es tan importante encontrarse con Jesús? Dicen los ignorantes, que bueno, sí, con este texto de la "Desiderata, que es tan poético, yo creo que a todos nos gusta; pero hay una frase que a mí no me gusta, dice, con esa voz de locutor: "Y cualquiera que sea la idea de Dios que tengas, ten buenas relaciones con Él".
¡Pues no, señor! No es cualquiera la idea que tengas de Dios, eso tampoco es cierto, porque también los satánicos dirán que tienen su idea de Dios: "Claro, Dios, como yo digo, comiéndose a los niños".
Entonces, no es cualquiera que sea la idea que tengas; hay que encontrarse con Jesús. ¿Por qué? San Pablo lo explica: "Porque por Él y para Él fueron creadas todas las cosas" Carta a los Colosenses 1,16, porque el plan de Dios está ahí, y uno sólo puede encontrar la verdadera paz y la verdadera luz, cuando se encuentra con el plan de Dios.
Hay gente que cambia con una facilidad: "Pues sí, Cristo, o en su defecto, Mahoma, o una energía, o en todo caso, en ser una buena persona, que eso no cuesta nada; o en fin, no matar más ¡No, esos no son sinónimos, señor. ¡No son sinónimos! @fraynelson

No hay comentarios:

Publicar un comentario