sábado, 28 de febrero de 2015

El carro del perdón


Amados Hermanos:
Este evangelio que acabamos de escuchar, no es desconocido para nosotros. Puede decirse que es demasiado conocido, porque ciertamente es una característica del mensaje de Cristo pedir el amor a los enemigos.
Esto no aparece en ninguna otra religión de la que yo tenga noticia. Lo mismo que la resurrección es una característica de nuestra fe, el amor a los enemigos es una característica de nuestra manera de obrar.
Hay muchas religiones en el mundo. Pero a ningún fundador de religión se le ocurrió una cosa tan bárbara, tan grande, tan fantástica como la Resurrección.
Se puede hablar mucho sobre la sabiduría de Buda, sobre la inspiración de Mahoma, sobre la inteligencia, la perspicacia de Confucio, pero ni Confucio, ni Buda, ni Mahoma, ni nadie, tuvo la ocurrencia de decir: "Voy a resucitar". Y de ninguno de ellos se dice: "Resucitó".
Descubramos, por favor, la maravilla que es Cristo. Descubramos la unicidad de nuestra fe. Sólo Cristo, sólo Él plantea una respuesta radical al problema de la muerte.
¿Qué nos dice el budismo? "¡Anestésiese, hermano! ¡Déjela correr! ¡Pásela suave! Que usted no sienta. Si usted vive de tal manera desprendido de todo lo feo, cuando llegue la muerte, pues, ¿qué más da?" Ese no es el cristianismo.
¿Qué dice el hinduismo? "Cuando llegue la muerte, tranquilo. Usted reencarnará. ¿En qué? ¿En dónde? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿De qué modo? No sabemos, pero reencarnará. De manera que la muerte no es grave, porque usted va a reencarnar".
¿Qué nos dice Confucio? "Lleve una existencia digna y superior"; -en eso se parece Confucio a Aristóteles-; "lleve una existencia digna, superior, alta, noble, de tal forma que cuando usted se muera, va a quedar con una cara muy seria, muy noble, muy especial". No tiene una respuesta al problema.
¿Qué nos dice Marx? "Trabaje, porque llegará un tiempo en que el mundo será justo. -¿Y yo veré ese tiempo? -¡No! ¡Pero lo vamos a recordar con un cariño! Usted se habrá muerto y habrá desaparecido. No queda nada de usted"; porque el marxismo, desde luego, no cree en nada después de la muerte.
Nadie tiene respuesta al problema de la muerte; sólo Cristo, sólo Él. Sólo Él aborda de frente el problema de la muerte, y sólo de Cristo se dice: "¡Resucitó!" Esa locura únicamente la decimos nosotros, los cristianos, y sólo la decimos de Cristo.
Descubramos la maravilla que es ser cristianos. Pues así como Cristo es el único que tiene respuesta al problema de la muerte, Cristo es también el único que tiene respuesta al problema de los enemigos.
Es que en el fondo, como ya nos enseñó San Pablo, la muerte es el gran enemigo: "El último enemigo vencido será la muerte" 1 Corintios 15,26, dice San Pablo.
Las religiones y filosofías no tienen respuesta al problema de los enemigos. Hagamos una rápida revisión: ¿Qué dice el budismo? "Usted estará tan supremamente lejos de todo lo que pasa en esta tierra, que usted ni se dará cuenta de que tiene enemigos".
¿Qué dice el hinduismo? El hinduismo dice: "¡Ubícate! ¡Ubícate! Descubre cuál es tu rango, cuál es tu nivel dentro de la pirámide social, que es la pirámide del ser. Si tú, por ejemplo, eres un paria", -palabra que significa intocable-, "si tú eres un intocable, te figuró. No hay nada que hacer. Tu destino es ése; tú tienes eso escrito, no hay nada que hacer".
"Si tú eres un musulmán y tienes un enemigo que es un maldito pagano, pues, ¿para qué se hicieron las bombas, hermano? Tú puedes acabar con tu enemigo"; -esa es la yihad, la guerra santa-; "¡tú puedes acabar con tu enemigo!".
Confucio y Aristóteles, ¿qué dicen? "¿Qué le importa a la luna que los perros le ladren? ¡Me resbala! -¡Me resbala! -¿Qué? -Sí, me despreció. -Pero, ¿quién? -Un sapo. Luego, ¡qué! ¡Qué me importa! Fue una babosa. ¡Qué importa!
Todas las religiones en el fondo son toreros que le hacen el quite al problema del enemigo, como le han hecho el quite al problema de la muerte: "¡Un enemigo! ¡Un enemigo! ¡Uh! Lo pasó el enemigo; que él siga su camino y yo sigo mi camino".
Otros piden otras soluciones que se parecen mucho a la violencia aquella de los musulmanes: "Tengo un enemigo, pero afortunadamente también tengo unos amigos que andan bancados, que andan bien fortalecidos y que me pueden hacer el favor de quitarme de en medio a mi enemigo". Y así funcionan muchas cosas en Colombia.
Notemos que esos dos problemas tan graves, el problema de la muerte y el problema de los enemigos, no tienen respuesta en las religiones. Las religiones se ponen a resolver otros problemas; otros, que también son muy interesantes y muy importantes.
Claro, yo no voy a decir que uno puede despreciar todo lo que han dicho todas las religiones. ¡No! ¡De ninguna manera! Pero sí hay que decir, que bendito Dios, hay unas respuestas muy distintas en nosotros. ¡Bendito Dios!
Dos problemas gordos, grandes, incómodos: la muerte y los enemigos. Sólo de Cristo se dice que resucitó de entre los muertos. Sólo de Él, y no me cansaré de decirlo. ¡Sólo de Él!
Me siento feliz de ser cristiano, porque pertenezco a una comunión de fe que se atreve a proclamar delante de los siglos, delante de las culturas, en toda lengua y por encima de todo conocimiento, que el Crucificado resucitó de entre los muertos. Y eso no lo hizo nadie de nadie. Hay que sentirse feliz, y me siento feliz yo.
Pero hoy no se trata de hablar de la Resurrección. Yo la he traído aquí a cuento por la relación que hay con el otro problema. Así como nadie tiene respuesta al problema de la muerte, nadie tiene respuesta al problema de los enemigos.
Menos Cristo, que sí tiene una propuesta que nos hace hoy. La frase que a uno más le queda de este evangelio que hemos oído, es aquello de: "Amar al enemigo" San Mateo 5,44. Y uno dice: "¡Razón que eso no se le ocurrió a Buda, ni se le ocurrió a Mahoma, ni se le ocurrió a ninguno de esos!"
Es que eso no sale, como nos decía el Padre Cornelio en su predicación. Uno hasta hace buenos propósitos con su enemigo: "Voy a tratar de verle el lado bueno. Alguna cualidad ha de tener ese desgraciado". Pero en cuanto hace su aparición, uno siente que todos los buenos propósitos se desmoronan.
Por eso es importante la lectura de hoy. Porque es que Jesús no dijo: "Si tienes un enemigo, ámalo. ¡Resolví el problema! Chau todos". Cristo no dijo eso. No separemos una parte del resto. ¡No separemos!
Mire cómo dijo Cristo: "Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el Cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos" San Mateo 5,44-45.
El paquete es completo. Y uno no puede poner en práctica una parte del paquete sin la otra parte del paquete. Es lo mismo que si a uno le dieran un carro con una sola rueda. Obviamente eso no puede caminar. Y si algún movimiento se le intenta poner, es para destruir al pobre aparato.
Cristo nos da un carro de cuatro ruedas, y hay que ponerle las cuatro ruedas al carro para que ande. Con una sola, no anda. Una sola, ¿cuál es? Amar al enemigo. Pero son cuatro.
¿Cuáles son las cuatro? La primera es amar al enemigo. La segunda es hacer el bien. La tercera es rezar, y la cuarta es mirar el ejemplo del Padre Celestial. Esas son las cuatro.
Son cuatro ruedas. Con tres ruedas algunos carros muy finos andan. Pero la mayor parte de los carros no andan si no es con las cuatro ruedas. Y seguramente nosotros no somos demasiado finos. Nosotros somos comunes y corrientes, y necesitamos, como todos los demás carritos, las cuatro ruedas.
Por eso vamos a estudiar por un momento esas cuatro ruedas. Cristo las nombró en el orden de la ejecución; es decir, de lo que había que hacer: amar al enemigo, hacer el bien al que lo aborrece a uno, rezar por el que lo persigue, y mirar el ejemplo del Padre Celestial. Eso es lo que hay que hacer.
Nuestro amigo, Santo Tomás de Aquino, tiene una afirmación que es clave para muchas cosas en la vida. Santo Tomás de Aquino dice: "Lo primero en la intención, es lo último en la ejecución", y lo contrario: "Lo último en la intención, es lo primero en la ejecución".
Vamos a hacer filosofía tres minutos y medio, para entender esa frase de Santo Tomás, y con ella agarrar las cuatro ruedas, poner esas cuatro ruedas al carro, a ver si así, sí funciona. Porque en las religiones que conocemos, el asunto no camina, sino que se pusieron fue a hacer toreo.
¿Qué quiere decir la frase de Santo Tomás? Nos dice: "Lo primero en la intención, lo primero que usted quiere hacer, es lo último que usted logra".
Explicación: Consideremos un arquitecto. El arquitecto lo primero que quiere hacer es un palacio, una gran casa. Pero la gran casa no es lo primero que hace. ¿Qué es lo primero que hace? Tiene que conseguir la plata, tiene que conseguir el terreno, tiene que hacer los cimientos, tiene que poner la red eléctrica.
Y por último, cuando ya finalmente envejeció, entonces dice: "Este es el palacio que yo quería; esto era lo que yo quería". Pero pasaron muchos años; sufrió mucho: "Lo último que logré fue lo primero que quería".
¿No le parece que esa es filosofía interesante? Lo último que logró, fue lo primero que quería. Eso es así.
Cuando Nuestro Señor Jesucristo nos da esta lista, nos dice: "Hay que amar a los enemigos, hay que hacer el bien a los que nos aborrecen, hay que rezar por los que nos persiguen y hay que ver el ejemplo del Padre Celestial" San Mateo 5,44-45. Ese es el orden de la ejecución. Eso es lo que hay que hacer.
Pero el orden de la intención, es decir, el orden dentro de nosotros, el orden en el que tenemos que formarnos, ¿cuál es? De acuerdo con lo que nos enseña Santo Tomás, es: "Mire primero el ejemplo del Padre Celestial, rece, haga el bien, ame".
Eso es matemático, eso funciona. Claro, las cosas tienen un orden. Nosotros no podemos lograr de buenas a primeras: "Apareció un enemigo. ¡Voy a amarlo! ¡Voy a amarlo! ¡Voy a amarlo, pero quítenmelo!" No funciona.
Recuerda a Santo Tomás de Aquino: "El orden de la intención es contrario al orden de la ejecución". Cristo nos dio aquí el orden de la ejecución, de lo que hay que hacer. Pero hay que empezar por el orden de la intención; es decir, la manera como me voy a preparar, como me voy a formar, para poder llegar a esa meta que me pone Cristo de amar a mi enemigo".
Como quien dice, las ruedas del carro hay que ponerlas en un determinado orden. Este carrito particular, que se llama el carrito del perdón, es un carrito que no lo compra mucho la gente. Pero es muy bonito y es muy útil.
El carro del perdón tiene cuatro ruedas, y esas cuatro ruedas hay que ponérselas en orden. Ponerle las ruedas al carro es la intención, la formación. Echar a andar al carro es la ejecución, la realización.
¿Hasta ahí nos vamos entendiendo? Bueno, hay dieciséis personas que dicen que sí; de modo que supongo que podemos seguir. Se entiende lo de la filosofía. Aquí somos filósofos: estamos metiéndonos con el orden de la intención y con el orden de la ejecución.
Lo que debe quedarnos claro, es que el perdón es un carrito, y que primero hay que armar el carrito antes de echarlo a andar; y que la manera de echar a andar al carrito, es primero armarlo.
La manera de armarlo es primero una rueda que se llama: "Ver al Padre Celestial, ver lo que hace el Padre Celestial". Ahora sí creo que nos vamos a entender. Usted y yo tenemos que subir al carrito del perdón. Ese carrito del perdón anda para arriba y para abajo. Hay que subirse al carrito del perdón.
El orden de las ruedas: ¿En qué orden se ponen las ruedas? Ver el ejemplo del Padre Celestial. Segundo, rezar. Tercero, hacer el bien, y cuarto, amar.
Claro que si lo pensamos, ya hay amor desde el principio; pero amor, amor, lo que se dice bruto amor, bueno, ese amor llega propiamente al final. Es que uno asocia la palabra amor con el sentimiento.
En otra ocasión hemos hablado también de que uno asocia amor con lo que uno siente. Entonces, para llegar a sentir de otra manera, la cuarta rueda; no se salte las tres primeras. Es que usted quiere llegar ya a sexto de bachillerato sin pasar por el prekinder, y está muy difícil eso.
Las cuatro ruedas: empezar mirando el ejemplo del Padre Celestial hasta que uno se quede súbito, hasta que uno se quede admirado: "Vuestro Padre que está en el Cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos" San Mateo 5,45.
Hay que empezar por ahí: El Padre que está en el Cielo, hasta maravillarnos del Padre que está en los Cielos y de la manera como obra Dios. Y es muy cierto: el sol sale para todo el mundo; el sol sale para todos.
Eso no es que amanece únicamente en las casas que están en gracia de Dios. ¡Qué tal! ¿Cómo fuera eso? ¿Que el sol sólo amaneciera en casas que están en gracia de Dios? ¿Los demás marcaron tiniebla? ¿No sería muy triste eso?
Ver salir el sol, ver cómo Dios le conserva la salud , le da tiempo y le da amor al que lo ofende, eso lo conmueve a uno.
"¡Señor Dios, pero, ¿qué es esto?" Un señor utiliza sus neuronas, sus conocimientos y sus brazos, cosas todas que le dio Dios, para destruir: "Dios no existe". Utiliza su inteligencia, su voluntad y su capacidad de liderazgo para reunir a la gente en contra de Dios. ¡Y Dios hace salir el sol para esa persona y no le manda un trueno espantoso!
Cuando uno empieza a meditar en esto de la misericordia, da el paso clave, que es: "Dios a mí me tuvo y me tiene paciencia".
Ese es el paso clave para toda esta historia. El carrito del perdón funciona cuando uno por fin cae en cuenta de esto: "Dios a mí me tuvo y me tiene paciencia".
"Te admiro, Papá Dios". "Papá Dios, eres mi Héroe"..@fraynelson

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