martes, 17 de febrero de 2015

Levadura de Herodes y fariseos

La advertencia de Jesucristo parece que cayó en saco roto. Estos discípulos, dándoselas de sutiles, de inteligentes, pensaron que Cristo se estaba refiriendo al hecho tonto, al hecho elemental que no habían previsto unas provisiones y entonces, creyendo que eran ágiles y lúcidos en eso de leer entre líneas, pensaban haber captado un mensaje escondido.
Y lo primero, entonces, que nos enseña esta lectura es qué fácil equivocarse, que fácil pensar que a Cristo le estamos entendiendo. Yo digo, por Dios, ¿cuántas veces creeremos que le estamos entendiendo, cuántas veces creeremos que hemos asumido su Palabra y cuántas veces la habremos falseado?
Y no es tan fácil responder a la pregunta: ¿cuántas veces no entendiste? ¿O cuántas veces entendiste mal? Porque yo creo que si uno se diera cuenta de que está entendiendo mal, pues corregiría su comprensión.
De manera que es muy posible que nos hayamos engañado en cantidad de cosas y es posible que necesitemos corregir nuestra visión sobre el mensaje, esto no es para tender un manto de sospechas, sobre todo a la Iglesia, nosotros creemos en la acción del Espíritu que permanece en la Iglesia.
Nosotros creemos en la presencia de Cristo que dijo: "Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" San Mateo 28,20, pero indudablemente hay mucho que nos falta por entender en la Palabra.
El padre Congar, dominico teólogo, tan famoso de la segunda mitad del siglo XX, dijo una frase que se me quedó: "¿Qué significa aquello de llevar el Evangelio a toda la creación? Lo sabremos cuando lo hayamos hecho", nosotros no conocemos todo el poder del Evangelio de antemano.
Nosotros no conocemos la calidad de tesoro que llevamos, no la conocemos, porque muchas veces es en el despliegue mismo de la vida, en el encuentro con nuevas personas, incluso con nuevas culturas, con nuevas situaciones, es en esos nuevos contextos, en esas nuevas realidades donde llegamos a percibir quién es el que nos ha enviado, y en el que llegamos a percibir la grandeza y el poder del mensaje que llevamos.
Así que quedemos con esa primera enseñanza: hay muchas cosas que nos falta profundizar y muchas cosas que quizá hemos entendido a medias. También nosotros, como los discípulos, a veces nos podemos creer muy astutos, muy sutiles y muy lúcidos leyendo entre líneas, y tal vez estamos equivocados.
Pasemos a otro punto dentro de este mismo Evangelio, ¿cuál fue la advertencia de Jesús? "¡Cuidado con la levadura de los fariseos! ¡Cuidado con la levadura de Herodes!" San Marcos 8,15. Tratando de entender un poco mejor que aquellos discípulos esa vez, preguntémonos: ¿cuál es la levadura de los fariseos? ¿Cuál es la levadura de Herodes?
Jesús, como sabemos, utilizó la levadura en más de una comparación. Aquella sustancia que impregnando la masa la llena, la hace crecer, se difunde, se riega en la masa, sobre todo la hace crecer, ¿qué querría decir Nuestro Señor con la levadura de los fariseos? ¿Qué era lo que Él quería enseñarnos con esa expresión?
Tal vez una actitud de la que es muy fácil contagiarse, porque mira: hay veces que se critica tanto a los fariseos que uno se vuelve fariseo, por ejemplo: "¡Cuánto detesto yo a esas personas que juzgan a los demás"! Mira, esa frase, al decirla, yo mismo estoy juzgando. "¡Cuánto detesto a los que juzgan", significa: "¡cuánto me detesto!".
Porque en esa sola frase estoy juzgando. Fíjate cómo es de pegajosa la actitud farisea que incluso en el acto mismo de condenarla, uno la está repitiendo. Es difícil, es como el que dice: "¿Qué desastre, alejémonos de todo orgullo!" Pero seguramente cuando estamos tan distantes de todos los orgullos, estamos muy felices de estar lejos del mal del orgullo, y estamos muy orgullosos de no ser orgullosos.
Cómo es de pegajosa la levadura de los fariseos y qué fácil es tenerla cuando uno cree que la ha vencido. Tal vez ese era el mensaje, y algo parecido podemos decir de la levadura de Herodes.
¿Quién era este Herodes? Hay muchos recuerdos sobre Herodes; este Herodes que reinaba en tiempos de Jesucristo, del ministerio público de Jesucristo, era hijo del otro Herodes que estaba reinando cuando Jesús nació.
Es decir, el que mandó matar a los niños allá en Galilea, este era el otro Herodes, y todos los recuerdos que tenemos de este Herodes casi todos son malos: un hombre cruel, un hombre vicioso, lujurioso, pero sobre todo una hombre zorro. Jesús lo califica así.
Por allá una vez, como para meterle miedo, le dijeron: “Oye, que Herodes te está buscando” San Lucas 13,31. Dice Jesús: "Vayan y díganle a ese zorro" San Lucas 13,32; un hombre zorro, un hombre astuto, un hombre de aquellos que saben manejar la lengua, la intriga, el mensaje y sabe acomodar las cosas.
Uno de esos que es como un camaleón, que sabe con los romanos, hablar el lenguaje de los intereses romanos, y con los judíos, el lenguaje de los intereses judíos, y con la casta sacerdotal de los saduceos, el lenguaje de las conveniencias; un hombre que acomoda su lenguaje a cada circunstancia.
Que en todas partes trata de tener amigos, pero no son amigos; un hombre que trata de tener cómplices en todas partes, ese era Herodes, Herodes ni siquiera pertenecía a la estirpe de David y con el solo poder de su lengua, con ese acomodar la verdad y buscar cómplices, pues logró sostenerse.
Había un procurador romano, había un sumo sacerdote judío, pero el hombre ahí manejó la cosa y pudo seguir con sus privilegios, con sus manifestaciones de prepotencia, con una fuerza pública a su servicio y sobre todo con sus vicios, con sus placeres.
¿Qué es la levadura de Herodes? Probablemente es esa actitud amiga de la simulación, de la mentira y de la complicidad. Herodes es el que nunca tiene amigos y siempre busca cómplices; Herodes es el que sabe acomodar una mentira para cada oído; Herodes es el que vende de mil maneras su historia, su relato y su negocio a cada quien según le conviene.
Herodes es mimoso como la serpiente, Herodes se oculta, Herodes se esconde, representa la tentación de la mentira por conveniencia, del afecto falso, de la alianza escoria, y esa actitud también es una levadura.
Y cuántas veces en los círculos del poder, de la política, por ejemplo, pero también de la política eclesiástica; cuántas veces ese ambiente pegachento al que todos aparentemente repudian, pero en el que todos se refugian. Cuántas veces ese ambiente se convierte en el lenguaje, todos sonríen pero nadie le cree a nadie.
Y el que entra, el que quiere entrar al poder tiene que aprender esas reglas, tiene que untarse de esa levadura, tiene que inflarse de aire y de nada para manifestar lo que no es. "¡Cuidado con la levadura de los fariseos!" San Marcos 8,15, "¡cuidado con la levadura de Herodes!" San Marcos 8,15, dice Jesús.
¡Cuidado con esa manera de juzgar tanto a los que juzgan, que resulta que ya eres uno de ellos, y cuidado con esa mentira de conveniencia; cuidado con esa astucia y esa complicidad con todos, que finalmente significa soledad y traición a todos.
Pidamos al Señor que nos guarde de esta levadura, que nosotros seamos panes ázimos. Celebremos nuestra Pascua con ázimos de verdad, como Jesús, el Pan ácimo, el pan sin levadura, el Pan sin engaño, el Pan verdadero, el trigo sin mentira.
Que nosotros como Jesucristo, especialmente ahora que celebramos la Eucaristía, podamos ser ácimos de verdad, y podamos permanecer en la verdad de Dios durante esta vida, para celebrarlo en la eternidad.
@fraynelson

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