lunes, 19 de enero de 2015

Vencer la muerte

Cristo es el Pan Vivo que ha vencido a la muerte

Queridos Amigos:
Por muchos aspectos es singular la Carta a los Hebreos. Por ejemplo, es prácticamente el único texto del Nuevo Testamento que habla de Cristo en términos sacerdotales. Los primeros cristianos no le tenían mucho cariño a la palabra sacerdote (jiereus); no les gustaba la palabra sacerdote (jiereus).
Y la razón es, que los sacerdotes se asociaban con las labores de los paganos, los cultos paganos, o se asociaban con los trabajos del su sumo sacerdote.
Y si recordamos la Pasión del Señor, pues sabemos que ciertamente el sumo sacerdote o los sumos sacerdotes, especialmente Anás y caifás, pues no fue que ayudaran demasiado en la propagación del Evangelio, sino que se opusieron con todas sus fuerzas a Jesucristo, lo quitaron de en medio, y luego se opusieron igualmente a la predicación de los Apóstoles.
De manera que la palabra sacerdote no tenía mucha acogida entre los primeros cristianos.
Sin embargo, la Carta a los Hebreos utiliza la terminología del sacerdocio para referirse a Cristo. Se llama Carta a los Hebreos porque sus destinatarios parecen estar muy familiarizados con lo propio de la religión judía.
Hay quienes aventuran que quizá se trataba, por ejemplo, de un grupo de levitas convertidos al cristianismo que habían quedado en una situación muy difícil, porque en su calidad de cristianos pues eran expulsados de la sinagoga y eran rechazados por los demás judíos; y en su calidad de cristianos pues estaban muy recientes, estaban muy endebles todavía y necesitaban ser consolidados en la fe.
Para darles esta consolidación, para darles esta fortaleza la Carta a los Hebreos habla de Cristo como el verdadero y único Sumo Sacerdote, y habla también de que esos sumos sacerdotes de la Antigua Alianza en la práctica estaban era como adelantando, como prefigurando, como anunciando lo que vendría a darse por completo en Cristo.
De manera que la Carta a los hebreos, lo mismo que otros escritos del Nuevo Testamento intenta mostrar cómo Cristo es el desenlace, llamémoslo así, normal; es el desenlace propio de una historia que tiene sus inicios en el Antiguo Testamento; sólo que la terminología aquí es bastante sacerdotal, por las razones que ya hemos expuesto, Cristo como Sumo Sacerdote.
Cuando se habla de Cristo como Sumo Sacerdote en esta Carta hay como dos clases de elementos: en Cristo hay una continuidad y en Cristo también hay una ruptura. Y el pasaje de hoy es ideal para ver las dos cosas.
Cuando se dice, por ejemplo: "El sumo sacerdote, escogido entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios" Carta a los Hebreos 5,1, eso es perfectamente propio para aplicarlo a Cristo.
"Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, ya que él mismo está envuelto en debilidades" Carta a los Hebreos 5,2; es lo que hemos comentado también en nuestras predicaciones de este día.
"A causa de ellas tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados como por los del pueblo" Carta a los Hebreos 5,3. Bien, eso era lo propio del sumo sacerdote, ahí hay un cambio con respecto a Cristo: si cristo ofrece su sacrificio, no es porque Él mismo tenga pecado, pero sí ofrece su sacrificio por los pecados del pueblo.
Entonces, nótese cómo hay una continuidad y hay una ruptura entre el culto del Antiguo Testamento y la ofrenda de Cristo en la Cruz. "Nadie puede arrogarse este honor, Dios es quien llama" Carta a los Hebreos 5,4; esto es propio de Jesucristo también.
Pero la parte más impresionante y donde se da una radical y una completa ruptura con el Antiguo Testamento, es que el sacerdote del Antiguo Testamento ofrece algo afuera de él, ofrece una víctima que es distinta de él.
En el caso de Jesucristo, el sacerdote y la víctima se unen. Y esto es lo que da la radical novedad, porque precisamente, porque la la ofrenda es completa, porque l ofrenda es perfecta, ya no tiene que ser repetida.
Y esta es una idea fundamental dentro de la Carta a los Hebreos; es decir, que la ofrenda de Cristo es perfecta, que la ofrenda de Cristo es total, y por lo mismo la ofrenda de Cristo es definitiva, ya no hay que estar repitiendo la misma ofrenda, sino es una sola.
De Hecho, nosotros no repetimos la Eucaristía. La Eucaristía no es una repetición. La Eucaristía, podríamos decir que es una la actualización del único sacrificio de Cristo.
La Eucaristía toma una asamblea, como hoy, tomarnos a nosotros; toma una asamblea, y por esa gracia del Espíritu, nos hace vencer, nos hace superar toda barrera cultural, toda barrera de tiempo y de espacio para unirnos a la ofrenda única, a la ofrenda definitiva, plena de Jesucristo en la Cena de Pascua, y sobre todo en la Cruz.
Hay una sola Eucaristía, hay una sola Misa y nosotros en la Iglesia celebramos siempre una sola y la misma Misa. Pero esa única Eucaristía toma el tamaño del universo, a medida que la evangelización hace posible que nuevos pueblos, que nuevas culturas puedan acercarse a beber del mismo Cáliz y a comer del mismo Pan.
Hay una sola Eucaristía, una sola ofrenda en la cual todos nosotros nos unimos, en la cual todos nosotros nos congregamos.
Y ¿qué contemplamos en esa Eucaristía? Lo que nos dice la Carta a los Hebreos: "Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió sufriendo a obedecer" Carta a los Hebreos 5,7-8.
La Eucaristía nos introduce en una corriente de amor y de obediencia, que es la de Cristo Hijo a su Padre. La Eucaristía nos introduce en el misterio del amor mismo de Dios, nos lleva más allá de nuestras pequeñas ofrendas a la ofrenda de Cristo.
La Eucaristía transforma nuestros días finitos en el día infinito del Señor; la Eucaristía toma nuestras luces limitadas y vacilantes y las lleva a la hoguera esplendorosa de Jesús. Esto hace la Eucaristía en nuestras vidas.
Quiero destacar una frase de lo que acabamos de leer "Cristo presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte cuando en su angustia fue escuchado" Carta a los Hebreos 5,7. Cristo fue salvado de la muerte.
Salvarse de la muerte no es aplazar la muerte. Si uno va atravesando descuidadamente una carretera y un automóvil casi lo atropella, dice: "Se salvó, se salvó de la muerte". No se salvó de la muerte, la aplazó, ahí se aplazó la muerte.
Si una persona está en cuidados intensivos y llega un médico excelente y logra salvar al paciente, fíjate la terminología, logra salvar al paciente de esa grave enfermedad, se dice que el médico lo salvó. No lo salvó, la medicina no salva, la medicina aplaza, aplaza la muerte. En cambio, Cristo sí fue salvado de la muerte, porque ahora la muerte ya no tiene poder sobre él.
Y por eso, en la Pascua de Cristo y en cada Eucaristía, se anuncia algo que es definitivo. A esa salvación definitiva nos unimos nosotros en el pacto de fe y amor que es cada Misa. Nosotros nos sintonizamos con ese amor, y con lo definitivo del amor de Jesucristo, nosotros mismos vencemos la muerte.
El Pan que comulgamos, la Eucaristía que compartimos, llega viva a nosotros. El sacrificio que se ofrecía en el Antiguo Testamento era un sacrificio muerto; es decir, muerta la víctima, por ejemplo el cordero, así se ofrecía a Dios.
La Eucaristía es un sacrificio vivo, es un Pan Vivo, y así vivo llega a nosotros, a nuestro corazón. La Eucaristía entra viva en nosotros a comunicarnos su vida. la Eucaristía llega a producir en nosotros, a engendrar en nosotros una vida que ya nadie puede destruir.
Por eso decía Cristo en el evangelio de Juan: "El que coma de este Pan no morirá para siempre" San Juan 6,58, porque el que come la Eucaristía come inmortalidad, se come un Pan que ya venció a la muerte; el que se come a Cristo, el que se alimenta de Cristo, se alimenta de un Pan que ya atravesó el umbral de la muerte.
De aquí a unos minutos, estaremos todos rodeando a un Pan que es eterno, a un Pan que ya atraviesa los siglos, a un Pan que ya vence al tiempo, que ya vence a la muerte. Comulgar, alimentarse de ese Pan es comer inmortalidad.
Hoy Dios nos concede la gracia de comer un Pan que ha vencido a la muerte, de un Pan que ya no muere, una vida que ya no se extingue, una salvación definitiva. Y esa comunión y esa Eucaristía es también la certeza que cada uno de nosotros tiene de que no morirá.
Si yo únicamente como: papas, arroz, jugo, carne de marrano, lo que sea, todos los alimentos llegan muertos a mi boca, llegan muertos, y si no estuvieran muertos en el momento en el que llegan, mi proceso digestivo lo primero que hace es matar, succionar el poco de vida que pueda sacar de ese alimento.
Cristo, en cambio, llega vivo a nosotros, y no llega para que nosotros le transformemos en lo que nosotros somos, sino para transformarnos Él en lo que Él es.
¡Qué fuerza la que tiene la Eucaristía! Llega viva a nosotros, inmortal, victoriosa, definitiva, a hacernos inmortales, a hacernos salvados, a hacernos eternos; a eso llega Cristo en nuestras vidas. Y entra Cristo como Rey victorioso a nuestra existencia, a transformarnos en Él, a transfigurarnos.
Si yo lo único que he comido es muerte, pues lo que se puede pensar es que moriré; pero si yo he comido Pan Vivo, yo viviré, nosotros viviremos. Después de comer a Cristo somos indestructibles; después de alimentarnos de Cristo tenemos en nosotros una fuerza que ha vencido al mundo, que ha atravesado la muerte, que es más grande que todos.@fraynelson

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